Ganó por un voto. Myrthokleia estaba sorprendida del resultado. La asamblea del Consejo Nacional de Huelga (CNH) decidió que ella fuera la maestra de ceremonias del mitin convocado para ese miércoles por la tarde en Tlatelolco. La concentración del 2 de octubre era importante en la agenda estudiantil de esos días de 1968.
Myrthokleia Adela González Gallardo, estudiante de la Escuela Técnico Industrial Wilfrido Massieu del Politécnico Nacional, aceptó de buena gana. Después de la asamblea del CNH realizada al mediodía en el auditorio de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica, en Zacatenco, se reunió con los oradores del mitin. En una hoja escribieron con pluma el orden de las intervenciones. El primero sería Florencio López Osuna (que haría un análisis político del momento); después hablaría José González Sierra (que se referiría a las formas de lucha); en tercer lugar vendría David Vega (que haría mención de las brigadas); y el último sería Eduardo Valle (que anunciaría una huelga de hambre).
En otra hoja anotaron los mensajes relevantes a tratar: sería un mitin informativo y organizativo, no irían en marcha al Casco de Santo Tomás para evitar provocaciones, darían instrucciones a las brigadas… Todo quedó por escrito. Myrthokleia guardó las dos cuartillas en su bolsa de piel color tabaco.
Llegaron a Tlatelolco en las primeras horas de la tarde. Entraron a una de las tiendas de la planta baja del Edificio Chihuahua. Myrthokleia recuerda que la mujer que atendía les dijo. “Hay un contingente del Ejército cerca de aquí, en la calle Violeta”.
Subieron a la terraza del tercer piso del edificio Chihuahua, que utilizarían como estrado. Desde ahí observaron a cientos de personas reunidas y el despliegue de pancartas en paredes y postes de la Plaza de las Tres Culturas. Myrthokleia dio la bienvenida y cedió la palabra a Florencio López Osuna, que habló durante varios minutos. No intervinieron más oradores. A las 18:10 horas comenzaron los disparos de francotiradores. Y con ellos el caos en la terraza del edificio Chihuahua, donde todos corrieron hacia las dos escaleras, las únicas vías de escape. Fue imposible. En segundos aparecieron decenas de militares del Batallón Olimpia que ordenaron a todos tirarse al suelo.
Myrthokleia obedeció y puso las manos en la nuca. Dos hombres la levantaron y la llevaron a uno de los departamentos del edificio. “Estaba vacío. Ahí tenían a los muchachos, te golpeaban y robaban”, recuerda. Pero Myrthokleia ya no portaba nada de valor, su bolsa de piel se había quedado en el suelo de la terraza.
Nunca más supo de la bolsa ni se interesó por ella. Fue hasta décadas después, revisando su expediente en el Archivo General de la Nación (AGN), cuando conoció lo que había sucedido con sus pertenencias.
El 2 de octubre de 1968 el agente Carlos A. Gutiérrez, de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), recogió la bolsa en el edificio Chihuahua y la llevó a sus oficinas. El 8 de octubre un agente de la DFS redactó un informe de dos párrafos dirigido al director de la corporación. En el texto indicó que Gutiérrez le había entregado la bolsa y que, al revisarla, ésta contenía documentos “de suma importancia, porque esta persona está metida en el movimiento estudiantil”.
Lo que la DFS encontró en la bolsa de Myrthokleia –de acuerdo con lo resguardado en el AGN– fue su pasaporte, una credencial del PRI, una libreta de cuenta de ahorros, una carta en clave, hojas con fórmulas para elaborar bombas molotov y pólvora negra, textos sobre la lucha de los pueblos y del comité de huelga estudiantil, una lista con nombres de estudiantes brigadistas, y las dos cuartillas escritas a mano al mediodía del 2 de octubre que trazaban el orden de los oradores y los temas del mitin.
A 50 años de ese miércoles del 68, Myrthokleia recuerda por qué cargaba esos papeles en su bolsa.
El pasaporte lo llevaba a todas partes por si necesitaba huir del país. “Nos íbamos a ir a Cuba si pasaba algo”. Tener en su poder la libreta de ahorro también le ayudaría a sacar dinero del banco en una emergencia.
Su papá era ingeniero químico y estaba activo en las movilizaciones de la comisión de maestros del Politécnico Nacional. Él le entregó las páginas con instrucciones para elaborar pólvora negra y hacer bombas molotov. “Nunca las usamos, pero ahí las teníamos, por cualquier cosa”, explica Myrthokleia.
Las hojas con textos informativos sobre la lucha de los estudiantes y el comité de huelga también fueron aportación de su papá. “Yo los pasaba al Consejo o a las escuelas, para repartirlos en los comités de lucha. Íbamos a fábricas para formar brigadas y ahí repartíamos documentos a los obreros”.
La DFS encontró también entre sus pertenencias una hoja con 19 nombres de estudiantes que formaban parte de una brigada. Cada alumno tenía el grupo escolar al que pertenecía y su número de cartilla del servicio militar.
En la bolsa de Myrthokleia los agentes encontraron una carta en clave. Hoy no sabe cómo descifrarla pero recuerda que era un intercambio epistolar “sin importancia” con una prima. Se escribían cartas así para que sus padres no supieran el contenido. “Hasta pendejos eran”, dice sobre los agentes de la DFS que veían en sus papeles una amenaza.
En las fichas que la Dirección Federal de Seguridad (DFS) redactó sobre Myrthokleia se establece que la detuvieron el 2 de octubre por estar en el presídium del mitin estudiantil y que fue llevada al Campo Militar número 1, donde el ministerio público la dejó en libertad.
La maestra de ceremonias del mitin de Tlatelolco dice que es mentira. Recuerda que del edificio Chihuahua la llevaron detenida a la Cruz Roja de Polanco para evaluar su estado médico. El 3 de octubre fue trasladada por dos agentes a unas oficinas de la Procuraduría de Justicia del DF en la calle de Tres Guerras, donde durmió en el suelo, sobre cartones.
Horas más tarde ─Myrthokleia perdió la noción del tiempo, no recuerda si ya era 4 de octubre─ otros agentes la movieron a un edificio de la Dirección Federal de Seguridad. Ahí la interrogaron, le mostraron fotografías y le preguntaron los nombres de los dirigentes estudiantiles. De nueva cuenta la subieron a un vehículo para llevarla a los separos de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (la policía política) en Tlaxcoaque, donde declaró que ella no tenía ninguna relación con el movimiento estudiantil y que el 2 de octubre iba pasando por Tlatelolco.
Myrthokleia recuerda que estuvo en el separo número 18 durante una semana. De nuevo la movieron de lugar, ahora su destino fue el Hospital General de Balbuena. Por insistencia de un doctor la internaron en el nosocomio sin que tuviera ninguna herida que lo ameritara. El 2 de octubre una bala le había rozado la mano izquierda, pero no requería una atención mayor.
Permaneció en Balbuena varios días hasta que una enfermera le ayudó a escapar. Primero la llevó a un domicilio desconocido donde estuvo unas horas y después fue a la casa de otra enfermera. Permaneció ahí tres días hasta que la movieron a un nuevo domicilio, ahora en el Estado de México. Entonces, los papás de Myrthokleia ya la tenían localizada y ayudaban en su huida. El 25 de octubre viajó disfrazada a Guadalajara, donde la recibió una familia que ofrecía refugio a estudiantes perseguidos.
En Guadalajara permaneció unos seis meses, hasta que disminuyó la búsqueda gubernamental en contra de integrantes del CNH y los papás de Myrthokleia consideraron que era seguro su regreso al Distrito Federal. “Nunca estuve en el Campo Militar número 1, no estaría aquí para contarlo”, asegura.
50 años después del 2 de octubre Myrthokleia tiene un sueño recurrente. No lo define como una pesadilla, pero cuando la imagen llega por la noche se altera: alguien roba su bolsa.