Wesley Bocxe llegó por primera vez a México un día después del terremoto del 19 de septiembre de 1985 para cubrir la catástrofe como fotoperiodista. Exactamente 32 años después, en el terremoto de 2017 su esposa murió y él sufrió 18 fracturas.
“El terremoto de 1985 fue la primera tragedia bíblica, siniestra, que cubrí. Quedé muy impactado, jamás se me olvidará”, dice a BBC Mundo.
Aunque no se sabe la cifra exacta de muertos de esa tragedia, se calcula en unos 10 mil.
Bocxe tenía 25 años y llegó desde Nueva York como enviado de la agencia de noticias Reuters.
Recuerda que las líneas telefónicas estaban caídas, así que tenía que enviar por avión los rollos fotográficos para que sus imágenes fueran reveladas en Estados Unidos.
Bocxe volvió a México en 1998 y en una exhibición de fotografía conoció a Elizabeth Esguerra Rosas.
Era maestra de fotografía en una escuela secundaria. “Fue amor a primera vista. Los dos teníamos el gusto por la foto. Ella era una gran persona, siempre con una sonrisa”.
Se casaron y en 2011 tuvieron a su hija, Amara.
Bocxe tenía como base México, pero viajaba por distintas partes del mundo. Publicaba su trabajo en varios medios, entre ellos The New York Times, o las revistas Time y Newsweek.
También comenzó con una empresa llamada NewsWear, que hace de arneses, mochilas y chalecos para fotógrafos, la cual es popular entre el gremio.
En 2013 dejó de tomar fotografías porque en la era digital era cada vez más difícil conseguir un ingreso digno.
“Entonces dediqué mi tiempo a arrancar mi negocio. Y me dio mucho gusto estar con mi esposa y ver crecer a mi hija”, cuenta.
Pero, en 2017, exactamente 32 años después del terremoto que lo había traído por primera vez a México,y también en un 19 de septiembre, la ciudad volvió a retumbar.
Wesley y su esposa estaban en su departamento en el séptimo piso de Ámsterdam 107, un edificio del céntrico barrio de la Condesa. Su hija estaba en la escuela.
“Jamás imaginé que podría pasar lo que pasó. Habíamos sentido varios sismos en el edificio que llevábamos viviendo 6 años. Así que pensé que íbamos a seguir nuestra vida como siempre”, dice.
Cuando la tierra comenzó a sacudirse, a la 1.14 pm, intentaron ponerse a salvo en la azotea.
“El edificio se estaba moviendo fuerte. Después ya no supe que pasó. Desperté un mes después en el hospital. Mi esposa ya estaba enterrada y yo estaba hecho mierda. Ese es mi primer recuerdo”, cuenta.
Elizabeth Esguerra fue una de las 7 víctimas mortales en su edificio. En la ciudad murieron 228 personas y en total, contando los distintos estados afectados, 369 personas.
Su hija resultó ilesa y durante este tiempo la habían cuidado sus familiares.
Bocxe había estado en coma y sufrió 18 facturas. Lo sometieron a una docena de operaciones.
“Tenía huesos rotos por todos lados. Incluso mi cara se fracturó. Pero tuve la suerte de que los doctores del hospital ABC Observatorio me salvaron la vida”, asegura.
Además de estar “eternamente agradecido” con los doctores, lo está con todas las personas que le ayudaron a reunir fondos para su recuperación.
Entre otros, un grupo de fotógrafos organizaron una subasta, se abrió una recolección de fondos en línea y los niños de una escuela en Reino Unido mandaron dinero.
Durante las labores de rescate, circularon fotos de soldados y rescatistas que utilizaban las bolsas para fotógrafos que fabrica Wesley. Esto causó un gran debate en las redes, porque habían robado cosas de una víctima.
“Yo no tuve problema con eso. Me dio gusto que mis bolsas de alguna forma pudieran ayudar a rescatar a otras víctimas como yo”, dice.
A un año del terremoto, físicamente está recuperado: puede caminar, manejar, todo lo que podía hacer antes. “Pero mi corazón está completamente destrozado”, dice.
Volvió a vivir a EE.UU. “Ya no me sentí seguro en la Ciudad de México”.
Dice que todavía está intentando asimilar cómo el terremoto llegó a cambiar su vida. “Cada día amanezco preguntando qué pasó”, dice.
Lo que si tiene seguro es que “en México nadie aprendió la lección del sismo del 85. Ni el gobierno, ni la gente”.
Dice que muchos pudieron haberse salvado.
“Mi esposa está muerta a causa de la corrupción de la industria inmobiliaria y el gobierno”. En su acta de defunción la causa aparece como homicidio.
Dice que las constructoras usan material barato y hacen mal los edificios para ganar más dinero. Para hacerlo, sobornan a los funcionarios del gobierno.
Las varillas de soporte del edificio donde ellos vivían eran demasiado delgadas, incluso para una casa, según le dijo una ingeniera civil al mirar los escombros.
“La gente de México tendría que exigir que se respeten las leyes de construcción y que se persiga a las constructoras y oficiales corruptos”.
En EE.UU. su hija Amara todavía extraña a México, sobre todo a sus abuelos, tías y amigos. “Pero aunque sólo tiene 6 años, ella entiende por qué estamos aquí”, dice.
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