Del negocio de Mario Arellano solo quedó el nombre: Salón Social Palace.
Su superficie fue atravesada por una falla que derivó en la demolición del inmueble.
Las letras con el nombre fueron colocadas en el tapiado de madera que rodea los 200 metros donde estuvieron el salón y la vivienda del músico de profesión, en la colonia Del Mar, en Tláhuac.
Mario Arellano señala que el valor de su propiedad rebasaba los 4 millones de pesos, pero el gobierno capitalino le entregó un cheque por 2,000 pesos como ayuda. El hombre lo relata frente a una manta gubernamental que anuncia una inversión de 3 millones de pesos para todos los daños de la colonia.
El sismo se llevó sus ahorros de décadas, dice el músico de 50 años de edad.
Antes de ser demolido en diciembre, el salón fue centro de acopio y albergue. Por ello, fue nominado para recibir una placa que lo distinguía como “negocio solidario”, a manos de Miguel Ángel Mancera, pero Mario Arellano la rechazó.
“Le dije que le cambiaba esa placa de metal por ayuda verdadera, que realmente me apoyara”.
Un año después del sismo, la calle donde está el predio de Mario Arellano sigue desnivelada casi medio metro.
En la colonia, donde 26 negocios resultaron dañados, algunos locales se mantienen cerrados y los comerciantes coinciden en que la caída en las ventas llega a 30 por ciento. Lo atribuyen a la mudanza de muchos vecinos y a la inseguridad acentuada por el daño en las calles, donde no puede circular las patrullas.
Mario Arellano asegura que no sabía de la falla que atraviesa la superficie de la propiedad que adquirió dos años atrás:
“Imagínate que llegas a comprar una casa con tu DRO, con tu arquitecto con tu asesor, imposible… Uno compra un predio pensando en tener un buen desenvolvimiento económico, para seguir manteniendo a la familia, tengo dos hijos universitarios”.
Por el momento, Mario Arellano vive con su familia en una casa que su hermano le prestó. Y responsabiliza a las autoridades por la falta de información.
“Las autoridades otorgan un permiso de construcción; regularizaron la tierra; escrituraron, yo tengo escrituras; otorgaron servicios, permisos de servicios mercantiles… Hay una gran responsabilidad de parte del gobierno, recaudó sin decirle a los propietarios que estaban en una zona que no era factible de habitar…”.
Además de los 2,000 pesos iniciales, Mario ha recibido en el año 17,000 pesos como apoyo para renta por parte del gobierno capitalino.
“Teníamos de manera normal 15 trabajadores, entre chef, lavaplatos, gente que trabajaba en la limpieza. Cuando se hacían los festejos, el número de trabajadores subía a 40 personas, entre músicos, meseros y otros servicios adicionales”.
No pudo tener acceso a los 2,300 pesos del seguro de desempleo: “me dijeron que yo no califico, porque estoy considerado como patrón”.
LA GOTA QUE DERRAMÓ EL VASO
Los dueños del Café Zu, David Rojas y Lorena Mora, tienen muy claro cuál es su pérdida económica tras el sismo del 19 de septiembre: 2 millones 350 pesos –“es lo que debo, lo que pedí prestado”, dice, explicando que la deuda está repartida en cuatro distintos créditos personales, dos cada quien.
El negocio, ubicado en el número 39 de la calle de Génova, no está incluido en el censo de los 126 dañados –y que convierten a esta colonia en una de las más afectadas; sin embargo, tuvo que permanecer cerrado porque el edificio contiguo de 12 pisos fue demolido.
El matrimonio había pedido dos créditos para remodelar su negocio durante la rehabilitación de la calle, que duró nueves meses, pero solo abrieron por tres semanas antes del sismo.
“Fue la gota que derramó el vaso”, lamenta David.
“No es solo la remodelación, es pagar a los empleados, la rentas; no sacábamos ni las rentas, pedimos crédito para aguantar el tiempo de gasto”, agrega Lorena.
La demolición del edificio contiguo tardó nueve meses. Se consumieron dos más para trámites y reabrieron su café a mediados de agosto.
Los empresarios lamentan no haber podido tener uno de los créditos anunciados por la Jefatura de Gobierno y la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco) de Ciudad de México.
“Metimos papeles, avisamos, cambiamos de banco tres veces. Es gracioso, porque te decían ‘Ok, tienes un negocio, pero ahorita no estás generando, ¿cómo vas a pagar el crédito? Entonces no eres sujeto a crédito’. Se supone que eran créditos específicamente diseñados para los damnificados”, explica ella.
Los dueños del Café Zu relatan que, adicionalmente, deben la renta del año que mantuvieron cerrados tras el sismo, y el dueño ya les envió un requerimiento.
“Necesitamos apoyo del gobierno para que nos dejen trabajar”.
Los negocios de la llamada Zona Rosa aún no alcanzan el nivel de ventas que tenían.
Norma Medina, la administradora del Restaurante-Bar Boomers, en el número 39-A de la misma calle, explica que su negocio perdió poco más de 2 millones de pesos por el sismo, además de los casi 500,000 pesos adicionales en la renovación de permisos y otros trámites que perdieron vigencia.
Estos comerciantes no cantan victoria. La delegación Cuauhtémoc anunció antes del sismo la remodelación de la calle Hamburgo, que cruza a Génova, lo que anulará el flujo peatonal.
SACUDIDA EN LAS CHINAMPAS
Con la “sacudida”, como el agricultor Felipe Casas se refiere al sismo del 19S, el agua de los canales en San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, desbordó 300 metros cuadrados de una chinampa y el líquido inundó 50 centímetros sobre su cultivo de brócoli, jitomate, tomate, chiles, cale, hinojo, coliflor…
El hombre calcula a bote pronto: el daño a la siembra sumó 25,000 pesos, más el trabajo de reparación de la chinampa: 20 jornales, que sumarían 6,000 pesos.
Felipe pudo subsanar la pérdida y seguir cultivando gracias a la ayuda de amigos y vecinos.
Uno de los aprendizajes que le dejó la experiencia, dice, es no confiarse en las autoridades.
“Más que en el gobierno, confiamos en la sociedad civil. Es la que llegó con una botella de agua, una torta… su apoyo fue invaluable, me quedo con eso”, dice.
El sismo en San Gregorio Atlapulco, por tratarse de un pueblo productor de verduras y flores, donde destaca el comercio, derivó en doble pérdida: viviendas y negocios para las mismas personas.
Es también el caso del floricultor Fernando Páez, quien perdió su casa y la cosecha de hortensias que prepara cada seis meses y el negocio de banquetes que tenían. Con su familia, vivió en una camioneta y una casa en obra negra que les prestaron, hasta que se repuso. Una asociación civil les financió la construcción de su vivienda, pero no han podido reiniciar su negocio de alimentos.
En San Gregorio Atlapulco, famoso por ser un epicentro comercial entre los pueblos y barrios de Xochimilco es muy notorio el daño tras el sismo.
Los productores que venden verduras y hortalizas en carretillas en torno a la iglesia estiman que venden entre 40 y 30 por ciento menos respecto a 2017.
La calle principal, Chapultepec, estuvo cerrada por 10 meses y sigue sin ser pavimentada, por lo que es notorio el alto número de fachadas comerciales que fueron dejadas por negocios fallidos.
Otros prestadores de servicios, como Marisol Pérez, cuya estética donde laboraba se derrumbó, improvisan negocios con carpas en terrenos donde antes hubo viviendas.
Pero el impacto comercial destaca en el mercado de 152 locales que sigue inutilizable y sin ser demolido.
Ahí permanece el carnicero Crispín Patiño, 72 años, metido en un local con los muros cuarteados, en espera de ocupar un puesto provisional de 3.5 metros donde no cabría el refrigerador de segunda mano que compró ni su sierra ni su vitrina.
La mayoría de los locatarios improvisó puestos afuera del mercado, en espera de que les asignen uno provisional que les funcione.
María del Rosario Loyola, 62 años, vendedora de jugos y licuados, se resiste a tomar el puesto provisional que le asignaron: “¿Qué voy a hacer sin agua? No me sirve…”.
Rocío Mejía, vendedora de ropa y representante de los locatarios, advierte que fuera del mercado tendrán que lidiar también con los robos, como ya ha ocurrido en ocho ocasiones en el año.
El mercado del pueblo es uno de los dos que deben ser demolidos en la capital por los daños del sismo, además del de Santa Cecilia, en Tláhuac, con 79 locales.
Hasta el 6 de septiembre, la Sedeco solo había construido 59 de los 152 puestos provisionales de lámina requeridos. El tiempo que permanecerán ahí es incierto.
Por la falta de programas ejecutivos de la Sedeco, la Comisión para la Reconstrucción redireccionó, a favor de la carretera Xochimilco-Tulyehualco, los 120 millones de pesos que eran para los mercados.
Ante la debacle de ventas, los locatarios del mercado se han ayudado con los 2,000 pesos del programa “Yo te apoyo” y cuatro mensualidades de 2,300 correspondientes al seguro de desempleo, suspendido después de las elecciones.
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