Hay días en que solo quiere comer del plato azul, otros en que no quiere comer. Pide ver la tele o el iPad a la hora de dormir, y cuando sus padres le dicen que no, empieza a tirar sus juguetes, llora desesperadamente y se tira al piso. Después no quiere entrar a bañarse, y cuando lo hace, no quiere salir.
Situaciones como éstas son parte de la rutina de los padres cuyos hijos se aproximan a los dos años de edad, una fase conocida como la "adolescencia de los bebés".
Y estos padres, que estaban acostumbrados a un bebé que aceptaba casi todo pasivamente, se ven ahora frente a un niño con voluntad propia, listo para hacer un berrinche si no cumplen con sus deseos.
La buena noticia es que no solo es normal, sino una parte crucial de su desarrollo. Y lo aprendido a esa edad, ayudará a moldear cómo lidiará con sus sentimientos en la vida adulta.
La segunda buena noticia es que hay muchas formas inteligentes de lidiar con estos comportamientos, siempre y cuando los padres se armen de estrategias y (mucha) paciencia.
La BBC conversó con cuatro especialistas en comportamiento infantil para entender la importancia de esta etapa entre los dos y cuatro años, y tomó nota de ocho consejos prácticos para manejarse en estas situaciones diarias.
Pero antes, indaguemos en qué ocurre alrededor de los dos años.
"Es una fase en la que el niño hace descubrimientos increíbles y gana una enorme capacidad enorme de interacción", explica Ross Thompson, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Davis, Estados Unidos.
"Pero las áreas de autocontrol en su cerebro aún no se han desarrollado", destaca Thompson, quien también es presidente de la organización "Cero a Tres", dedicada a este rango etario.
"Lo más importante es que los padres entiendan que ese niño es simplemente incapaz de controlar sus emociones. Ese entendimiento los ayudará a ver la situación de forma más constructiva, y no pensar en que se trata de un desafío (a su autoridad)", explica el experto.
"No sirve solamente decirle que se calme, porque su cerebro es incapaz de responder a esa instrucción. Depende del adulto el ayudarlo a poner sus sentimientos en palabras y manejarlos", agrega.
"El niño comienza a darse cuenta de que no es una extensión de sus padres, sino una persona con sus propios deseos. Y a esos nuevos deseos se suma una intensa frustración, acompañada de llanto", dice por su parte la educadora Elisama Santos.
Esta maduración del control emocional en el cerebro perdura hasta alrededor de los 20 años, pero la fase más crítica de esta "adolescencia de los bebés" se acaba a eso de los cuatro años, cuando el niño aumenta su repertorio para expresarse y hacerse entender.
"Si los padres se dejan llevar por la rabia y castigan a sus hijos, las situaciones tienden a salirse de control", dice Claire Lerner, consejera parental de Cero a Tres.
"Si en vez de eso actúan con calma y empatía y le ofrecen estrategias al niño, él aprenderá herramientas para lidiar con sus emociones, algo que lo ayudará en la vida adulta".
A continuación, 8 consejos para lidiar con las rabietas propias de esa etapa.
Cuando se los contradice, muchos niños de un año y medio o más, golpean a sus padres. Como no pueden expresar su frustración en palabras o calmarse, recurren a una respuesta física.
Lerner sugiere explicarle lo que está sintiendo y darle herramientas para que se pueda expresar. "’Sé que estas enojado, pero nosotros no comemos dulce a esta hora del día. Cuando estés triste, golpea este tambor en vez de pegarle a alguien, o muerde este juguete en vez de morder a mamá’, por ejemplo", recomienda.
Repetir eso varias veces, el niño comenzará a entender sus sentimientos y qué recursos tiene para administrarlos.
"Cuanto uno más valide sus sentimientos, menos necesitará reaccionar para demostrarlos", asegura Lerner.
Elisama Santos tiene recomendaciones parecidas: enseñar al niño a aplaudir o rugir como un león cuando quiere liberar su rabia.
Las pataletas, sobre todo en lugares público, son desconcertantes. Pero Lerner nos recuerda que nosotros no somos capaces de controlar cómo nuestros hijos van a reaccionar, pero sí podemos controlar nuestras propias reacciones.
Y mantenerse calmo y no elevar el tono de voz ayuda a que no crezca la tensión.
"Eso es difícil en una cultura que culpa a los padres cuando los niños hacen una pataleta", reconoce.
"Pero recuerda que tu niño no está tratando de humillarte a propósito, simplemente no puede manejar la situación. Tu trabajo no es castigarlo, sino tener empatía, validar sus emociones, guiarlo y mantener la calma. Deja que la gente piense lo que quiera",a grega.
"Ayuda al niño a expresar en palabras lo que está sintiendo y ofrécele un abrazo, aunque se rehúse, diciéndole ‘Mamá está aquí para cuando quieras un abrazo’", sugiere por su parte Debora Corigliano, psicopedagoga y especialista en neurociencia de la educación.
"Y permítele que llore, asegurándole que está en un espacio seguro", agrega.
Mantener la calma no significa ceder a loes deseos del niño.
"Si cedo, no voy a fortalecer su resistencia ni enseñarle a lidiar con su frustración", explica Santos. Es decir, hay que decir no cuando es necesario y aceptar su frustración.
Según Lerner, "los niños están poniendo a prueba su poder y sus opciones, y si los padres no mantienen los límites que establecen, continuará este comportamiento".
Hace falta imponer límites, dice, porque ciertas cosas como por ejemplo el cinturón de seguridad o apagar la TV no son negociables.
"El niño se dará cuenta de que, colabore o no, se le colocará el cinturón".
En momentos de tensión, no sirve preguntarle al niño ‘¿Por qué golpeaste?’ o empezar una larga discusión. Son muy pequeños para entender eso.
"Los niños son provocadores y dirán: ‘Te odio’, te pegarán. Si vemos esto como una manipulación, cuando en realidad es un comportamiento típico de la edad, tenderemos a reaccionar con enojo", dice Lerner.
"En vez de entrar en la pelea, mantén la calma, explícale lo que siente y sigue adelante. La lección que estarás dando es que no te vas a involucrar en una discusión destructiva", aconseja.
Para prevenir las batallas cotidianas y evitar que el niño controle la rutina familiar, Lerner sugiere darle opciones al niño que se muere por ejercitar su recién descubierta autonomía.
"La idea es darle siempre dos opciones y marcar los límites", recomienda.
"Por ejemplo, en el caso de los juguetes desparramados por toda la casa: ‘Tienes dos opciones: puedes guardar los juguetes o no. Si los guardas, muy bien. Si no, mamá y papá tendrán que perder tiempo haciéndolo, y entonces podremos leerte un libro menos a la hora de dormir’".
Para Elisama Santos, los niños dicen no a casi todo porque están acostumbrados a escuchar muchos "no" de sus padres, que ahora pueden usar una estrategia más eficiente: el refuerzo positivo.
"No sirve decirle al niño que no ponga la mano en el enchufe, porque lo hará. Es mejor decirle ‘tu manito va en el juguete’, ‘el dibujo se hace en el papel’", dice Santos.
Transformar las actividades cotidianas en juegos ayuda a aliviar la tensión en las tareas aburridas.
"Si usas una voz de robot o le haces cosquillas para vestirlo o lavarle los dientes, el niño hará esa tarea con más facilidad", explica Santos.
Y evita pelear todas las batallas, recomienda Lerner.
"Si no interfiere con el funcionamiento de la familia y no lastima a nadie, no pelees. Por ejemplo, si quiere salir con una camiseta que no combina con las medias", sugiere.
Los especialistas consultados por la BBC dicen que una palmada no ayuda en el proceso educativo crucial en esa etapa.
Para Thompson, la violencia tiende a hacer que los niños se vuelvan más furiosos y desafiantes y los padres más castigadores, creando un círculo vicioso. Lo mismo ocurre con las agresiones verbales.
"El niño va a sentir que no lo quieren lo suficiente y es muy malo pasar esta fase de la vida sintiendo eso", dice Thompson.
"Si estoy resolviendo una situación con una agresión física o verbal, le estoy enseñando al niño de dos años a actuar de la misma manera", añade Corigliano.
Además, el niño usará la misma estrategia en otro contexto.
"Es mejor sostener una conversación firme en la que los padres den una buena razón para decir no", recomienda.
Para Santos, los niños tienden a retraerse cuando frente a una palmada o un grito. "Pero es por miedo, no por haber aprendido a controlar sus sentimientos".
Los chantajes tienen el mismo efecto adverso: el niño aprende a comportarse de una manera para recibir un dulce, pero no porque hayan aprendido el valor de un comportamiento, dice Corigliano.
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