Un hombre viejo reposa sobre la cama de un hospital exhalando su último suspiro mientras se aleja de la vida.
Una cámara, ubicada a su lado, graba el momento. Vemos a las enfermeras que mueven el cuerpo a otro cuarto antes de proceder a limpiarlo.
"Nadie quiere morir, pero es algo natural. Estamos destinados a morir algún día", le dijo a la BBC el documentalista Steven Eastwood.
Su película, "Island", pone al descubierto el proceso de la muerte después de filmar a cuatro personas con enfermedades terminales.
"En muchos casos, la muerte es vista como algo vergonzoso. Y creo que somos una sociedad progresista, pero nos reprimimos cuando nos enfrentamos al tema de la muerte", dijo Eastwood.
"En eso no estamos mejor que en la época victoriana", añadió.
Durante un año, él fue un espectador silencioso de la vida de los protagonistas de su película, filmando en sus casas antes de que fueran parte del devenir diario de un hospicio.
"Si vas a decir que no quieres que ocurra, lo que estás haciendo es que no lo estás enfrentando", considera.
"Creo que necesitamos hablar más sobre la muerte, para que nos sea más familiar nuestra mortalidad. No creo que eso sea algo macabro", anotó.
El documental fue comisionado por Fabrica, una galería de arte ubicada en la localidad de Brighton, Inglaterra, que buscaba filmar un testimonio sobre el final de la vida.
La propuesta del cineasta británico fue aceptada y él logró tener acceso en un hospicio donde había varios enfermos terminales, ubicado en la isla de Wight, en el sur de Reino Unido.
Eastwood habla con calidez del tiempo que pasó allí: "Son cuatro personas que realmente me importaban, Alan, Roy, Mary y Jamie; tres tenían 80 años y uno tenía 40".
Cada tanto el documentalista hacía el viaje de cinco horas hasta el hospicio, incluido el viaje en bote hasta la isla, que quedaba registrado en las lentas e hipnóticas imágenes del documental.
Eastwood decidió hacer esta película después de haber tenido "dos dolores, dos muertes, bastante duras: mi suegra y mi mejor amiga, que tenía la misma edad que yo".
"Entonces me di cuenta de que no sabía mucho sobre lo que es el cuidado paliativo", recordó.
Y el cineasta quiere ayudar a que enfrentemos la realidad de la muerte, la hagamos parte de nuestra existencia diaria, para que nos demos cuenta de que es menos aterradora de lo que pensamos.
"Creo que todos tenemos un miedo existencial. La gente dice: ‘Si veo que alguien que amo muere, eso sería muy traumático para mí. Reemplazaré todas las fotos que tengo de él o de ella. Nunca podré dejar de pensar en eso, porque de alguna manera siempre me va a doler’".
Otra cosa que le reveló su trabajo fue la labor de las personas que trabajan en estos lugares, así que espera que la película pueda "celebrar y mostrar lo que es el cuidado paliativo".
"Las personas más extraordinarias y las que hacen las cosas más radicales en nuestra sociedad son las menos visibles", dijo.
"Ellos son los que cuidan. Y el cuidado que recibimos al final de nuestras vidas es extraordinario", añadió.
"Estos hospicios a los que la gente tiene miedo de entrar no son espacios oscuros, estériles; son lugares de la vida".
Eastwood contó que, después de una de las proyecciones de "Island", un extraño se le acercó y le dijo que el filme le había hecho "tener menos miedo a morir".
"No es una ambición mía, pero si puedes sentarte lo que dura la película y al final sentirte mejor, si puedes lograr una especie de paz con algo que nos sucederá a todos, entonces eso es algo bueno", dijo el cineasta.
La conversación con sus protagonistas fluye libre, toca todos los temas: por ejemplo, habla largamente sobre Alan, cuya muerte vemos al comienzo de la película.
Alan murió de cáncer. Tenía 80 años.
"Alan fumaba sin control desde los 16 años y siguió fumando incluso en el hospicio con la ayuda de una enfermera que le encendía el cigarrillo. Pero él no murió por un cáncer relacionado con fumar".
"De eso se trata el cuidado paliativo, también de ayudar a alguien a fumar hasta que muere".
"De hecho los doctores me dijeron que si él no hubiera fumado, habría muerto muchas semanas antes. Él vivía por fumar", destaca.
Alan invitó a Eastwood a que filmara sus últimos días.
"La segunda vez que me reuní con Alan sentí que teníamos una conexión. Me dijo: ‘Me gustaría que estuvieras conmigo durante este tiempo’ y yo pensé que era una buena idea".
"Él quería hacer algo radical con su muerte, porque sentía que había sido radical con su vida. El creía que el cuerpo solo era un vehículo que nos llevaba a otra parte. Él se convirtió en el protagonista de mi película. En mi Burt Lancaster", relató el cineasta.
Y entonces llegó el momento de su fallecimiento.
"La muerte de Alan fue un largo camino de suspiros. Fue pacífica y fue hermosa. Realmente me conmovió, pero no me dio tristeza. Él estaba listo para morir", relató.
Alan le había contado que había visto a un hombre morir cuando solo tenía 19 años, mientras estaba en una unidad del ejército en el norte de África. Su comandante había resultado herido con una bala y había muerto en sus brazos.
"Me contó que había visto un brillo en los ojos de este hombre, que después había muerto y que se había dado cuenta de que lo que estamos experimentando ahora no puede ser todo. Que hay algo más", dijo.
Eastwood aprendió entonces que una muerte puede ser prematura o repentina, como la de Jamie.
"Jamie tenía un cáncer de estómago bastante avanzado. Tenía una familia muy joven, su relación con su hija era increíble", anotó.
"Quería morir de la mejor manera posible y no perderse ni un solo momento con su hija. Le contó todo, la hizo parte de todo el proceso y cómo iban a ser las cosas una vez él no estuviera", añadió.
La película ha sido utilizada para ayudar a los médicos en el tratamiento de enfermos terminales.
"Hemos estado en dos sesiones con doctores y utilizamos la película para que puedan encontrar nuevas maneras de hablar sobre la muerte y el acto de morir. Y sobre cómo comunicarse con los pacientes", dijo Eastwood.
Y otro de los objetivos es atraer a la población joven, quienes el director dice que son "los mayores negadores de la muerte".
Otra conclusión que sacó Eastwood de su trabajo fue que algunas culturas manejan mucho mejor el tema de la muerte.
Por ejemplo, Irlanda y América Latina.
"En Irlanda, por ejemplo, hay un proceso de duelo más profundo, más consciente. Además hay más familiaridad al estar cerca del cuerpo de la persona que ha muerto".
"Y en América Latina hay un acercamiento muy distinto al que tenemos en esta parte del mundo".
"Creo que necesitamos una mejor educación. No somos eternos. Nuestros cuerpos van en decadencia y con esta película pude hacer las paces con esa idea".
Eastwood espera que la película sirva para hacer una reflexión sobre todo el proceso. No solo sobre cuando se entrega el último aliento.
"No creo que sea una idea difícil de aceptar. Creo que antes estaba mal informado, y ahora sé mucho más después de hacer la película, espero que ocurra igual para el resto de la gente".
"Morimos y no tenemos que convertirlo en un tipo de santuario, eso es la vida. Y creo que Alan me lo mostró, así que sí, tuve la gran suerte de ser invitado a filmarlo".
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