Es el sexto país más grande del mundo. Su territorio es equivalente al del Estados Unidos (sin contar Alaska) y duplica el de India, donde residen unos 1.300 millones de personas.
Sin embargo, Australia cuenta con una población de 24,8 millones de habitantes (325 millones en EE.UU.) en un área de unos 7,69 millones de kilómetros cuadrados, lo que le convierte en el segundo país con menor densidad de población del mundo, solo por detrás de Namibia.
Tiene 3,4 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que el país africano tiene 3,2.
¿Cómo es posible que siendo un país tan grande y desarrollado económicamente tenga tan pocos habitantes?
Parte de la razón reside en que las cifras anteriores solo cuentan parte de la historia.
"Si miras al mapa de Australia verás la ciudad de Perth en el occidente y Adelaida en el sur. Hacia el este, hallarás Melbourne, Sídney y Brisbane. Un 80% de la población del país vive en esas 5 ciudades, en un territorio que representa 3% de su superficie", dice Bernard Baffour, demógrafo y profesor de la Universidad Nacional de Australia.
"Entonces, no es tanto que Australia tenga una baja densidad poblacional sino que la población está concentrada en esos lugares", agrega.
Con más de 4,5 millones de habitantes, Sídney tiene una población comparable a la de Monterrey, mientras que la de Melbourne -4,2 millones- es similar a Brasilia.
Las condiciones geográficas y climáticas presentes en gran parte del territorio australiano dificultan la creación de asentamientos.
Después de la Antártica, Australia es la segunda región más seca del planeta.
"El interior de Australia son desiertosy climas áridos", explica James Raymer, doctor en Geografía y exdirector del Instituto Australiano de Demografía e Investigación Social.
Además, indica que es difícil levantar ciudades en esos lugares tan alejados de otros centros urbanos.
En el norte de Australia hay territorios donde el clima es menos inhóspito. Sin embargo, tras la colonización británica en esa zona vivía la mayor parte de la población no blanca del país.
"Allí los asentamientos europeos eran escasos y muchos creían que desde el punto de vista geográfico y climático era una zona inadecuada para los europeos", escribió al respecto Eric Richards, profesor emérito de Historia en la Universidad Flinders en Adelaida, en su libro Destination Australia.
La baja densidad poblacional también se relaciona con los patrones históricos de oleadas migratorias.
A finales del siglo XVIII, el gobierno británico decidió colonizar Australia con el envío de presos que trabajarían en granjas propiedad del gobierno.
Quienes cumplían sus penas, quedaban libres y podían solicitar la asignación de tierras para trabajar de forma privada.
La llegada de los europeos significó un duro golpe para la población aborigen australiana que vio mermar su control del territorio.
A mediados del siglo XIX, cambió el perfil de los inmigrantes pues con la primera "fiebre del oro" comenzaron a llegar muchos hombres libres en busca de riqueza.
No obstante, Richards considera que la distancia mantuvo a Australia aislada de las numerosas olas migratorias de la época.
"La gran distancia entre Australia y Europa la colocó más allá del alcance de la mayoría de los emigrantes comunes de ese continente, incluso de las crecientes diásporas emergentes que salían de Europa y Asia hacia finales del siglo XIX", escribió.
Raymer cree que aún hoy la separación geográfica de otros lugares más poblados puede haber desincentivado la llegada de extranjeros y que estos -en todo caso- prefieren las grandes ciudades, donde hay más oportunidades económicas.
Pese a ello, después de Luxemburgo y de Suiza, Australia es el país desarrollado que tiene una mayor proporción de su población nacida en el extranjero: 28%.
Eso no significa que sea un país al que cualquiera pueda emigrar.
A inicios del siglo XX se puso en vigor la política de la "Australia blanca", diseñada para atraer a población europea (específicamente, de Reino Unido) y, al mismo tiempo, mantener fuera a los inmigrantes que no fueran blancos europeos.
En la década de 1970, el país adoptó una política que favorecía la llegada de personas de todas partes del mundo en tanto que fueran altamente cualificadas.
"Esta es la principal vía para inmigrar a Australia. Quienes la aprovechan deben demostrar además que no van a ser una carga para su sistema de salud", explica Bernard Baffour.
Al mismo tiempo, Australia tiene una férrea política de control de la inmigración ilegal que incluye centros de internamiento fuera de su territorio, donde son confinados los solicitantes de asilo y refugio hasta tanto sus casos son revisados.
Aparentemente, estas duras medidas han tenido un efecto disuasorio.
En 2013, el entonces primer ministro Tonny Abbott, estableció la Operación Fronteras Soberanas, que usaba fuerzas militares para evitar la llegada de barcos no autorizados.
Entonces, las llegadas de estos botes cayeron de 48 solamente en el mes de julio de 2013 a uno solo en todo 2014.
En todo caso, el balance entre la lucha contra quienes llegan al país sin papeles y la política de puertas abiertas a los inmigrantes cualificados arroja un balance demográfico positivo: la llegada de extranjeros sigue siendo la principal fuente de crecimiento de la población de Australia.
Las proyecciones del gobierno australiano estiman que la población del país crecerá para el año 2050 hasta los 35 millones de habitantes, una décima parte la que tiene en la actualidad EE.UU.
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