Cuando Jackie Britton recibió una transfusión de sangre después del parto, pensó que le estaban salvando la vida. Pero la sangre infectada que le transfundieron pudo haberla matado.
Se estima que hay miles de casos como el de ella en Reino Unido.
Las personas afectadas recibieron transfusiones de sangre contaminada en los años 70 y 80, en lo que constituye uno de los peores casos de malas prácticas médicas del Servicio de Salud Pública de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés).
Este lunes comienza una investigación pública sobre el escándalo después de años de presión de las víctimas y sus familiares.
"Todavía hay gente muriéndose sin saber que está infectada", le dice Britton, de la ciudad de Portsmouth, en el sur de Inglaterra, a la BBC
Britton dio a luz e 1983.
Su bebé estaba bien, pero ella haba sufrido una hemorragia y necesitaba una transfusión.
Pasaron 29 años hasta que se dio cuenta de que la sangre que le dieron había sido contaminada con hepatitis C, una enfermedad que no se podía detectar en la sangre en ese entonces.
No le detectaron el virus por años y su hígado lentamente se fue dañando.
"Las cuatro unidades de sangre que me habían salvado la vida me estaban matando", dice.
Britton comenzó a notar que algo estaba mal a los 50 años. Empezó a sentir una "fatiga absoluta".
"Sentía náuseas. Empezaba con arcadas cuando trataba de preparar una comida, por el esfuerzo y energía que me demandaba".
"La hepatitis C es un trauma después de otro".
Gracias a una nueva generación de fármacos, Britton ya no tiene el virus en su cuerpo.
Sin embargo, el daño ya está hecho: tiene cirrosis hepática y debe hacerse controles cada seis meses para asegurarse de no tener cáncer u otra enfermedad que afecte su hígado.
Cerca de 5.000 personas con hemofilia recibieron un tratamiento con sangre contaminada con hepatitis C y en algunos casos con VIH en las décadas de los 70 y 80.
Pero también hay otro grupo de gente, como es el caso de Britton, que recibió una transfusión de sangre tras el parto o una operación.
No hay cifras exactas de cuántas personas fueron infectadas antes de 1992.
Pero se estima que entre 5.000 (el mismo número de personas afectadas con hemofilia) y 28.000.
Se cree que todavía hay gente que vive con hepatitis C por una de estas transfusiones y que aún no ha sido diagnosticada.
Para Bob Leary, de 72 años, todo empezó en 1986 cuando se le perforó un intestino.
No volvió a pensar en la transfusión que le hicieron hasta cuatro años después.
Le dijeron que tenía hepatitis C y que tenía entre 10 y 15 años de vida.
"Como te imaginarás, fue un gran shock", dice.
En 2012 su hígado comenzó a fallar. Presentó signos de ictericia y perdió muchísimo peso.
Al año siguiente, después de que le dijeron que le quedaban solo unas semanas de vida, un trasplante de hígado lo salvó.
Leary deberá tomar medicación de por vida.
"No quiero entrar en eso de echar culpas, porque podría amargarme toda la vida, pero necesitamos asegurarnos de que no vuelva a pasar algo similar".
Leary espera que la investigación pública sobre el escándalo que comienza esta semana pueda ofrecer alguna respuesta.
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