Su millonaria donación a comunidades desfavorecidas no ha sido muy bien interpretada.
Esta semana, Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo y propietario de la exitosa empresa estadounidense Amazon, anunció en su cuenta de Twitter la creación de un fondo filantrópico de US$2.000 millones para ayudar a comunidades pobres.
"Estoy entusiasmado con esto porque nos brindará la oportunidad de aprender, crear y mejorar", dijo Bezos en esa red social.
La iniciativa del magnate, que tiene especial énfasis en la educación de preescolares y la falta de vivienda en Estados Unidos, sin duda ayudará a muchos.
Pero, entonces ¿por qué ha sido objeto de tan feroces críticas?
James Bloodworth, un escritor que se infiltró en Amazon con el objetivo de exponer las condiciones de trabajo de los empleados de la empresa, consideró que había "algo un poco irónico" en el plan de Bezos.
"Ha habido informes fiables (que revelaban) que los trabajadores de los almacenes de Amazon duermen afuera en tiendas de campaña, porque no pueden permitirse el lujo de alquilar viviendas con los salarios que les paga la empresa", señaló Bloodworth a la BBC.
"Jeff Bezos puede promocionarse a sí mismo como un gran filántropo, pero sus trabajadores siguen teniendo miedo de tomarse un descanso para ir al baño o un día libre, porque temen medidas disciplinarias".
Tras el anuncio de Bezos, la redes sociales se llenaron de acusaciones en su contra. Mientras algunos lo tildaron de hipócrita, otros criticaron los esfuerzos de Amazon por reducir su factura de impuestos en los Estados Unidos y en el extranjero.
Otros destacaron el reciente intento exitoso de la compañía para acabar con una ley en Seattle -la ciudad donde está ubicada la sede central de Amazon- diseñada para recaudar millones de dólares para aliviar la crisis de las personas sin hogar en la ciudad.
Por su parte, Bezos, cuya fortuna se estima en más de US$150.000 millones, no hizo mucho por separar sus esfuerzos filantrópicos del modelo comercial de su compañía.
"Utilizaremos el mismo conjunto de principios que han impulsado a Amazon", dijo en el comunicado en el que anunció su fondo.
"Lo más importante será la obsesión genuina e intensa por los clientes".
"El niño será el cliente", dijo refiriéndose a su plan de crear "una red de jardines de infantes de alta calidad, con beca completa e inspirados en el sistema Montessori en comunidades desatendidas".
Sin embargo, la idea de que los titanes empresariales apliquen los principios de sus salas de juntas en el ámbito público no es nueva.
El primero en referirse a esto fue Andrew Carnegie, en 1899, en un ensayo titulado "El evangelio de la riqueza".
El magnate -quien una vez fue el hombre más rico del mundo- describió lo que él veía como el deber moral de los superricos: "Considerar todos los ingresos excedentes que se le presentan simplemente como fondos fiduciarios".
Los hombres de negocios, decía Carnegie en su ensayo, estaban en mejores condiciones que nadie para hacerlo.
"El hombre rico se convierte así en el único agente y fideicomisario de sus hermanos más pobres", escribió, "poniendo al servicio de ellos su sabiduría superior, su experiencia y su capacidad de administrar, haciendo por ellos más de lo que ellos mismos podrían hacer".
Para cuando murió en 1919, se estima que Carnegie cedió el 90% de su fortuna para financiar investigaciones científicas, pagar a maestros, construir escuelas y levantar más de 2.000 bibliotecas públicas.
Su doctrina se convirtió en un modelo para el trabajo filantrópico de otros magnates, incluido el estadounidense John D. Rockefeller, quien nunca vio conflicto alguno entre su enfoque empresarial -con el que construyó monopolios y aplastó sindicatos- y sus donaciones a los más necesitados.
Este modelo también sentó las bases para exitosos empresarios del mundo actual como Bill Gates, Warren Buffett y Mark Zuckerberg, cuyo trabajo de caridad no es administrado de la misma manera que lo son sus empresas.
En la más reciente reunión anual de Berkshire Hathaway, la firma de Buffett, el magnate no podría haber sido más claro.
"No creo en la imposición de mis opiniones políticas sobre las actividades de nuestros negocios", dijo a los accionistas reunidos, cuando se le preguntó sobre los fabricantes de armas.
Pero, según el escritor estadounidense Anand Giridharadas, el enfoque de Carnegie ayudó a dar lugar a la desigualdad masiva.
Giridharadas, cuyo libro "Los ganadores se lo llevan todo" aborda la llamada "farsa" de la filantropía moderna, caracteriza el enfoque de Carnegie como una "toma extrema seguida de entrega extrema".
Los súper ricos, argumenta, no llegan a "transformar el sistema en el que se encuentran".
Si bien la donación de Bezos es admirable, dice, no aborda las "causas profundas y complejas" de la falta de vivienda y la pobreza en Estados Unidos, que incluyen a la propia Amazon, ya que la empresa se ha beneficiado de un nuevo mundo con empleos precarios.
Un buen lema para las personas como Bezos, sugiere el escritor, es: "No preguntes qué puedes hacer por tu país, pregunta qué le has hecho".
Giridharadas piensa que los enfoques adoptados por los súper ricos son menos audaces que las compañías que ayudaron a crear.
"Si quiere meterse en políticas públicas, tiene la responsabilidad moral de no poner un curita al cáncer", dice. Y agrega que, en su lugar, el magnate debería trabajar para influir en la política.
Una forma de hacerlo es luchando por un cambio en las leyes en lo que respecta a las responsabilidades de las empresas hacia los accionistas y, lo principal, preparando el camino para que las estructuras corporativas sacrifiquen una parte de sus ganancias en busca del bien social.
Matt Kilcoyne, del instituto de investigación sobre el libre mercado Adam Smith, no está de acuerdo con esta visión.
"Francamente, el mayor acto de filantropía de Bezos es la propia Amazon", argumenta.
"Los bajos precios, la variedad de opciones y la competencia no solo han generado miles de millones para Bezos, sino también para los cientos de millones de clientes a los que sirve".
Kilcoyne también descarta cualquier conversación sobre la responsabilidad moral de los superricos de ayudar a los menos favorecidos.
"Jeff Bezos tiene derecho a gastar su propio dinero como desee", considera.
"Puede que a los comentaristas de sillón les guste decir que saben mejor que Bezos en qué debería gastar su dinero, pero sería mucho mejor que lo apoyaran en su causa filantrópica en lugar de castigarlo por su elección".
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