Juan José Millás (Valencia, 1946) es un hombre de letras, cuya pluma se caracteriza por iluminar la realidad desde rincones poco explorados, cerraduras, visillos, ángulos inquietantes.
Pero cuando le pregunto cuántas columnas ha escrito en su vida, le pica la curiosidad y rápidamente saca la cuenta en voz alta y cambia las palabras por números: "Si partí en la prensa en 1990, a una media de seis artículos a la semana, son 288 al año, por 28, salen 8 mil 700 columnas, no sé si lo hice bien".
Perfecto.
A esa cifra de sus publicaciones en prensa, escrutando la actualidad española y mundial, habría que sumarle una veintena de novelas, que le han valido más de una decena de premios literarios.
Su último libro inspira una de las actividades del Festival Hay de Querétaro, que se celebra en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre.
Se llama "Que nadie duerma" y es la frase que se tatúa Lucía, la protagonista, en un trozo de piel escogido con esmero, su monte de venus.
Será el regalo más hermoso que podrá recibir el hombre que ama y que ella busca, incansable, en sus recorridos como taxista debutante en Madrid. Pero se lo tatúa en italiano, Nessun dorma, que es un aria de Turandot, la ópera de Puccini, banda sonora de la novela.
Todo comienza cuando Lucía, después de ser despedida de su empresa de informática, llega a casa con su cajita de pertenencias: una caracola que usaba como pisapapeles, un termo para el agua caliente, unos calcetines de lana gruesos, una caja de tampones, un kit de tijeras, lima y cortauñas, un paquete de braguitas de papel, etcétera. Y derrotada frente al espejo, se dice: "Mírate los muslos, eres una falsa delgada, como la mayoría de las aves zancudas".
¿Dónde encuentras ese concepto de la falsa delgada? ¿O es una invención tuya?
Se me ocurrió y me venía bien para el arranque de la novela, porque esta paradoja de ser gorda y parecer delgada es una metáfora de todas las contradicciones que aparecen en este libro, donde todo conduce a su contrario, que es lo que creo que ocurre en la vida, porque vivimos en una cultura de la dualidad.
Distinguimos entre la derecha y la izquierda, lo alto y lo bajo, el adelante y el atrás, cuestiones de orden físico que tienen siempre una carga metafórica. Nuestra cultura es dual, somos seres muy contradictorios, como la falsa delgada.
Pero hay un tipo de cuerpo femenino, tal como describes a Lucía, que es de torso fino y cintura estrecha, pero muslos y nalgas más gruesas…
Lo cierto es que después de publicar la novela muchas mujeres me han dicho ‘yo soy una falsa delgada’, pero fue una intuición, no fue pensado racionalmente, y me sorprendió que se identificaran con ese concepto, porque temía que no se entendiera.
¿Existen los falsos delgados?
No me lo he planteado, pero yo creo que no, porque la falsa delgada, tal como la has descrito, es una escultura, un ser de una esbeltez impresionante, sin embargo, esa descripción en el hombre es horrible.
Lucía acaba de ser despedida y en esta etapa que inicia se convierte en taxista. ¿Te ha tocado reinventarte?
Si miro hacia atrás, te diría que he vivido como tres o cuatro existencias, lo que debe ser común a mucha gente de mi edad. Te quedas asombrado de los movimientos que se han producido, porque a veces son giros de 180 grados.
Pero lo más sorprendente es que estuvieron marcados por el azar. Ella se sube en un taxi y el taxista le dice que es un buen trabajo, entonces toda la novela es una sucesión de casualidades, igual como está marcada la vida.
Nosotros no planificamos a la mujer o al hombre con el que decidimos tener hijos, fue un azar y podría haber tomado una decisión distinta si un día al salir de casa y ver que caían cuatro gotas hubiera decidido volver por el paraguas. Esos pocos minutos pueden cambiar una existencia. Borges decía que el azar quizás sea un modo de causalidad cuyas reglas ignoramos. Me gusta mucho.
"Algo va a suceder", dice Lucía cuando le viene el presentimiento. ¿Qué debiera suceder en el mundo? ¿Es muy ambiciosa la pregunta?
Lo que debiera suceder es que la política se pusiera al nivel de la realidad. Es como si los políticos estuvieran en el siglo XIX y la realidad en el siglo XXI, es asombroso. En los próximos 20 años veremos cambios sociales, que provienen de los tecnológicos, que no se han producido en mil años y los políticos no se han dado cuenta.
Como la pregunta es muy ambiciosa, tengo que ser muy reductor: la pregunta es si todo el mundo por el mero hecho de nacer tiene derecho a un salario para llevar una vida digna, con techo y comida. Riqueza hay para todos, el problema es que está mal repartida. Ese es el gran tema que ningún político se atreve a afrontar, el del reparto de la riqueza.
Lucía también es una mujer pájaro, marcada por su nariz aguileña y se va encontrando con otras mujeres y hombres pájaro. ¿Son una especie?
Hay una tipología física. Piensa en María Callas, es una mujer pájaro, la soprano peruana Yma Sumac era una mujer pájaro. Y hay un caso muy raro, de una mujer pájaro que se exhibía como atracción de feria y desapareció como si hubiera volado.
En la novela es un elemento fantástico integrado en lo real, porque en ese juego de contradicciones las fronteras están borradas. La vigilia y el sueño no están tan separados como pensamos. Despiertos podemos vivir una situación muy onírica y dormidos vivirla de manera muy real.
¿Cuáles son tus contradicciones?
No son muy diferentes a las de la mayoría. Con frecuencia amamos lo que nos hace daño, esa es una de las grandes contradicciones del ser humano, la de encontrar placer en lo que nos daña.
Podríamos decir que el progreso de la humanidad, si esto que nos ha sucedido podría llamarse progreso, se ha hecho del encuentro de los contrarios.
Es su nueva vida de taxista, Lucía vive el sexo con libertad, pero pareciera que sus encuentros nunca están a la altura de sus expectativas. ¿Qué esperan las mujeres?
A ella le pasa que nunca el amor está a la altura de sus expectativas porque no consigue que amor y sexo estén en el mismo nivel. O predomina el sexo o predomina el amor.
Es una frustración que quizás se da menos en los hombres, pero también hay muchos a los que les gustaría que amor y sexo coincidieran.
¿Te cuesta o disfrutas escribiendo escenas eróticas?
Disfruto y sufro tanto como disfruto o sufro escribiendo una escena doméstica cualquiera.
Las escenas que aparecen hablan mucho del tipo de psicología de esta mujer y por tanto debía afrontarlas y fue costoso, pero igual que si hubiera escrito una cena familiar, que es muy difícil, ¿no?
La escritura, y volvemos a los contrarios, produce idénticos grados de placer que de sufrimiento, porque lo tienes que hacer bien y hacerlo bien es muy duro.
Hay pocas cosas más duras que escribir, pero también hay pocas más placenteras.
A propósito de escritores, Lucía sube a uno de ellos en su taxi. El hombre le explica que para hacer sus artículos de opinión agarra cualquier noticia y la enfoca o la desenfoca un poco para darle un aire de novedad. ¿Es tu receta?
A mí se me ocurrió eso, porque me parecía ingenioso y resulta que me preguntan si soy yo ese personaje. Podría ser, pero jamás me he planteado racionalmente que voy a "desactualizar" una noticia.
Huyo de escribir sobre el asunto que está escribiendo todo el mundo, o procuro observar desde un ángulo que a nadie se le haya ocurrido, siempre tomando datos de la periferia, porque allí está el significado, nunca en el centro.
Cuando doy clases de escritura creativa les digo a mis alumnos: nunca vayáis al corazón de las cosas, solo hay un agujero, tenéis que ir a la periferia.
¿Por ejemplo?
Si vas a hacer una entrevista a un personaje, lo normal es que le mires al pecho y al rostro, donde está todo dispuesto y ordenado. Verás una corbata, una cara afeitada y una cabeza bien peinada.
Pero observa en la zona de los zapatos, a lo mejor un detalle puede darte más información que el dato central.
¿Cómo consigues entonces la textura de tus columnas, llenas de ironía y sorpresa?
Intento explicarlo con un símil cinematográfico, que es el del emplazamiento de cámara.
El escritor, de forma inconsciente, cuando se enfrenta a un hecho, busca un emplazamiento de cámara desde el que contar una historia. Siempre es un lugar moral, donde, en mi caso, está la ironía, el pensamiento paradójico.
He elegido un modo de mirar el mundo, para provocar en el lector la misma perplejidad que a mi me produce la realidad.
Gran parte del trabajo de un escritor consiste en "desfamiliarizar" al lector de lo que le es familiar, conseguir que le extrañe lo que habitualmente no le extraña. Para eso me tengo que buscar la vida, ¿y cómo me la busco? Pues poniendo mi mirada en un lugar que procuro que sea original.
Cuando uno ve "Ciudadano Kane", de Orson Welles, descubre emplazamientos de cámara que a nadie se le habían ocurrido.
Eso es lo que yo intento.
¿Y cómo ha sido tu relación con España durante estos años de observarla y contarla en crónicas?
Desde la crisis es muy complicada, porque los de mi edad teníamos la idea de que en los últimos años de la dictadura y con la democracia habíamos realizado conquistas irreversibles y vemos que no es así.
Eso nos ha trastornado mucho, porque creíamos que íbamos a dejar a nuestros hijos un mundo más seguro y mejor que el nuestro, porque lo normal es que los hijos estén mejor que los padres y resulta que estamos viviendo un fin de fiesta muy complicado.
Estos últimos años, la crisis ha provocado mucha perplejidad, mucha tristeza, mucha desazón, mucho desconcierto y en esas estamos todavía.
Y si España fuera una mujer, ¿cómo la describirías?
Una mujer muy airada, muy contradictoria, quizás, y al mismo tiempo acogedora, muy madre y muy madrastra simultáneamente.
¿Sería sumisa o liberada?
Yo creo que más liberada. En lo que se refiere a conquistas de orden social ha dado un salto en estos últimos años, antes de la crisis económica, en el asunto de los derechos civiles, de la igualdad, el matrimonio homosexual, unos avances tremendos.
¿Qué defectos le ves?
Muchos, pero no quiero incurrir en los tópicos, porque además no creo que sean defectos muy distintos a los que podríamos atribuir a cualquier otro país.
Muchas veces se dice que el defecto de los españoles es la envidia, pero yo creo que el mayor defecto de los españoles es ser españoles, pero a la manera en que el mayor de los defectos de los franceses es ser franceses o el de los alemanes, ser alemanes.
¿Y como madre patria cómo se ha portado?
Cuando llegó la democracia hubo unos años muy malos en que dejó de mirar a América, porque nos convertimos en nuevos ricos y nos giramos hacia Europa o el resto del mundo. Yo creo que eso se corrigió y que ahora estamos más atentos a lo que ocurre en Latinoamérica, en parte por identificación.
Nosotros queríamos que Latinoamérica se europeizara, en el sentido de que no sufriera una crisis económica permanente y lo que está ocurriendo es que nosotros nos estamos latinoamericanizando.
Europa era un modelo de bienestar y se avanzaba en esa dirección, pero se han dado pasos hacia atrás que nos recuerdan más a las sociedades latinoamericanas que a las europeas.
¿Y qué le tatuarías a España en su pubis?
Yo diría que "Bienvenidos", porque es algo que no estamos haciendo ahora con los inmigrantes. Cuando la alcaldesa (Manuela Carmena) y la izquierda llegaron al ayuntamiento de Madrid, colgaron en la fachada una gran pancarta que decía Inmigrantes Bienvenidos.
Fue una cosa retórica, porque hemos recibido muy pocos en relación a la capacidad que tenemos.
Yo tatuaría eso, tatuaría un "Bienvenidos".
¿Y qué se van a encontrar los que lleguen a ese lugar?
Bueno, bueno, estamos hablando metafóricamente.
La idea es que encontraran acogimiento y trabajo. La disminución de la natalidad ha sido brutal en los últimos años, somos una población muy envejecida, necesitamos sangre joven y esa es la que viene de afuera.
Si mañana se ponen en huelga todos los inmigrantes, España se paraliza, porque el país sería impensable sin ellos. Hay inmigración que se ve como una amenaza, pero hay que verla como una oportunidad.
Y esta España que tiene tatuado "Bienvenidos" en el pubis, ¿cómo es físicamente?
Es una falsa delgada.