Además de albergar el Museo Nacional, el Palacio de Sao Cristovao fue testigo de algunos de los momentos más importantes de la historia de Brasil.
El edificio, situado en la Quinta da Boa Vista -llamada así por las impresionantes vistas- en Río de Janeiro, fue consumido por las llamas la noche del domingo por causas que aún se desconocen.
El Museo Nacional, administrado por la Universidad Federal de Río de Janeiro, es considerado como uno de los más importantes de América Latina por su impresionante patrimonio.
El museo tenía más de 20 millones de artículos de diferentes períodos de la historia de Brasil y del mundo y, según medios brasileños, las pérdidas son "invaluables", lo que ha sido calificado como "una catástrofe" para la historia y la cultura brasileña y del continente.
Su colección era tan amplia que, de acuerdo al catálogo, solo el 1% de los objetos en su acervo estaba expuesto.
Cumplió 200 años este 2018 y es el más antiguo del país.
Pero el edificio, que data principios del siglo XIX, no siempre sirvió como museo: también fue residencia de la familia real portuguesa primero y, tras la independencia, de la familia imperial brasileña.
El Palacio de Sao Cristovao fue residencia oficial de la familia real de Portugal, que en 1808 se vio obligada a exiliarse en Brasil debido a la invasión napoleónica en Europa.
En aquel entonces, el propietario del palacio, de estilo neoclásico, era un comerciante de origen libanés, Elías Antonio Lopes, quien se lo donó a Don Juan de Bragança, entonces príncipe regente y futuro rey Juan VI de Portugal.
Con la llegada de la familia real portuguesa, Río de Janeiro se convirtió en la única capital de un reino europeo fuera de Europa.
Durante esa época, en el edificio se emprendieron numerosas remodelaciones para adaptarlo a las necesidades de la familia real.
Ya como rey, Juan VI fue quien inauguró el entonces llamado Museo Real el 6 de junio de 1818 en el Campo de Santana, en el centro de la ciudad.
El rey se vio influenciado por la esposa de su hijo Pedro, la emperatriz Leopoldina de Austria, quien era una apasionada de las Ciencias Naturales.
En 1922, el palacio fue testigo de uno de los hitos del país. Con su padre, el rey Juan, de vuelta en Portugal, Don Pedro promovió la independencia de Brasil y se proclamó primer emperador del país.
Ya como Pedro I continuó residiendo en el Palacio de Sao Cristovao, que pasó a llamarse Palacio Imperial.
Sería en este palacio donde nació y creció su hijo, el futuro Pedro II, último emperador de Brasil.
Fue precisamente el emperador Pedro II quien acometió grandes transformaciones en el edificio, la ampliación del palacio y el embellecimiento de sus jardines como símbolo del poder imperial.
Pedro II vivió en el palacio durante 64 años hasta ser expulsado del país con la instauración de la República en 1889.
Tras la expulsión de la familia imperial, sus pertenencias fueron vendidas en subastas y el palacio fue brevemente usado en 1891 para los trabajos del Congreso Nacional Constituyente.
En 1892 el Museo Nacional fue transferido desde Campo de Santana al palacio.
En la actualidad albergaba la mayor biblioteca científica de Río de Janeiro y su acervo de arqueología estaba compuesto por más de 100.000 objetos provenientes de diversas civilizaciones de América, Europa y África, desde el Paleolítico hasta el siglo XIX.
Pero, de acuerdo con medios brasileños, desde 2014 la institución no recibía los más de US$128.000 dólares anuales destinados por el gobierno para la conservación y restauración del museo, lo que conllevó a que algunas paredes del edificio estuvieran agrietadas y descaradas y que muchas conexiones eléctricas estuvieran al descubierto.
En palabras del presidente del país, Michel Temer, con el incendio del antiguo palacio de Sao Cristovao "se perdieron 200 años de trabajo, investigación y conocimiento", pero también se destruyó un edificio testigo de importantes acontecimientos históricos.
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