“Perdimos nuestra memoria, nuestra historia. No vamos a tener a Luzia nunca más. Luzia murió en el incendio”.
Con estas palabras de lamento al diario Estadao la presidenta del Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil, Kátia Bogéa, confimó una de las pérdidas más importantes causadas por el espectacular incendio que consume desde este domingo el edificio del Museo Nacional de Brasil, en Rio de Janeiro.
Se trata del cráneo de Luzia, uno de los esqueletos más antiguos jamás encontrado en América, de unos 11.500 años de antigüedad.
El cráneo prehistórico fue encontrado en una cueva del estado brasileño de Minas Gerais en 1975 por una expedición conjunta franco-brasileña capitaneada por la arqueóloga Annette Laming-Emperaire.
Sin embargo, permaneció en el olvido durante años, guardado en un almacén del Museo Nacional de Río hasta que fue “rescatado”, como contaban en un artículo publicado en 2011 los antropólogos Verlan Valle y Ricardo Ventura.
Cuando se exhibió por primera vez, en 1999, Luzia atrajo inmediatamente la atención del público, al ser presentada por científicos brasileños en aquel momento como los restos humanos más antiguos nunca encontrados en el Hemisferio Occidental.
El título, sin embargo, actualmente le corresponde a la llamada Eva de Naharon, quien vivió en lo que ahora es la península de Yucatán, México, hace unos 13.600 años.
El rostro de Lucía también fue reconstruido en 1999 gracias a la financiación de la BBC, como parte de un documental sobre la ocupación prehistórica de las Américas, según cuentan Valle y Ventura.
Para ello, el cráneo fue mapeado mediante tomografía computarizada en Brasil y las imágenes se enviaron a Reino Unido, donde Richard Neave, de la Universidad de Manchester, elaboró la réplica.
Los rasgos de Luzia, más negroides que mongoloides, sugerían que el hemisferio occidental “puede haber sido ocupado no solo antes de lo que se pensaba, sino por pueblos distintos a los ancestros actuales de los indios del norte y del sur de América”, según contaba un artículo del New York Times de la época.
Y Luzia se convirtió en un emblema de una nueva teoría, creada por el bioantropólogo brasileño Walter Neves -y quien le dio nombre al esqueleto (que hasta entonces se llamaba Lapa Vermelha IV)-, unos diez años antes de que examinara a Luzia.
La teoría defiende que América fue colonizada por dos oleadas de poblaciones biológicamente distintas y que había un contingente anterior a los ancestros de las poblaciones indígenas actuales.
La primera oleada llegó hace unos 14.000 años con individuos similares a Lucía, de morfología no mongoloide, parecida a la de los australianos y africanos actuales.
La segunda llegó hace unos 12.000 años y sus miembros tenían características asiáticas, posibles ancestros de los indígenas actuales, según explicó Neves en una entrevista a la revista brasileña Pesquisa en 2012.
Luzia había sido una mujer bajita, de unos 1,50 metros y de poco más de 20 años. Durante su vida se había movido por la zona que actualmente son las afueras de la ciudad brasileña de Belo Horizonte junto con otros congéneres, todos cazadores recolectores.
Puede que muriera víctima de un accidente o de un ataque de algún animal.
Y, 11.500 años después, muchos en Brasil y el mundo están lamentando de nuevo su desaparición, esta vez en un voraz incendio.
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