Jack Ma, uno de los empresarios más influyentes de China, advirtió que la guerra comercial entre Estados Unidos y la potencia asiática podría durar hasta 20 años.
"Será un desastre" para todas las partes involucradas, dijo esta semana el cofundador de Alibaba durante una conferencia anual con inversionistas, justo horas después de que Washington impusiera aranceles por US$200.000 millones adicionales a las importaciones chinas y Pekín respondiera agregando tarifas por US$60.000 millones.
Ma dijo que el impacto de la disputa será negativo e inmediato y vaticinó que empresas chinas trasladarán su producción a otros países en el medio plazo para evitar los aranceles.
"Se puede ganar una batalla, pero perder la guerra", agregó.
"Incluso si Donald Trump no está en el gobierno, llegará un nuevo presidente… y esto todavía seguirá", dijo.
Después de lanzar esta advertencia, Ma esperó dos días para volver a la carga, anunciando este jueves que retira su promesa de crear un millón de empleos en Estados Unidos.
"No hay forma de cumplir la promesa", declaró el empresario.
"El comercio no es un arma, no puede ser usado en una guerra", aseguró.
Estas declaraciones confirman el progresivo alejamiento entre Trump y Ma, quienes en 2017 se habían tomado fotos juntos y habían anunciado una próspera relación.
Tras el giro por los últimos acontecimientos, el segundo hombre más rico de China dijo que su país debería trasladar sus relaciones comerciales desde EE.UU. a regiones como el Sudeste Asiático y África, argumentando que no existe una solución a corto plazo.
"Si Alibaba no puede mantenerse y crecer, ninguna compañía en China puede crecer", afirmó el magnate, considerado en su país como un ícono de la innovación y el éxito.
Trump dijo nuevamente esta semana que los aranceles impuestos a Pekín son una respuesta a las "prácticas comerciales desleales de China".
Entre estas prácticas, el mandatario habla de subsidios proteccionistas, "robo" de tecnología y restricciones a las empresas estadounidenses para instalarse en China, calificadas por él como un "juego sucio".
"Le hemos dado al país todas las oportunidades para que nos traten de una manera más justa", dijo Trump.
Según la Casa Blanca, los aranceles protegerán intereses comerciales y de seguridad nacional, harán que los consumidores estadounidenses compren más productos locales y fortalecerán la economía del país.
Pero algunos productores minoristas (especialmente del sector agrícola) aseguran que la guerra comercial ya está dañando su negocio.
Dada la intensidad del conflicto entre las dos mayores economías del mundo, analistas que aseguran que la disputa entre ambos podría haber llegado a un punto de no retorno, o al menos, está cerca de llegar a él.
Y algunos van más lejos, vaticinando que la crisis ha puesto a EE.UU. y China en el umbral de una guerra a otra escala.
"La situación se parece cada vez menos a una guerra comercial y más a una nueva Guerra Fría entre los dos países más poderosos del mundo", escribió Geoffrey Garrett, decano de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, EE.UU.
Una opinión similar tienen otros expertos que temen una escalada del conflicto.
"Esto es el inicio de una guerra de otro tipo. Una guerra comercial, una guerra de inversiones y una guerra tecnológica entre los dos países más poderosos del siglo XXI", declaró Kevin Russ, especialista en China y ex primer ministro de Australia, al diario The New York Times.
Karishma Vaswani, corresponsal de negocios de la BBC en Asia, argumenta que actualmente ninguna de las partes quiere escuchar al otro.
"Estuve esta semana en China y vi con mis propios ojos lo alejadas que están las posturas de los dos países".
Vaswani dice que China ha impulsado un proceso de apertura, pero que mantiene un "exorbitante" control de la economía con sectores muy protegidos.
Y por el otro lado, agrega, EE.UU. se ha beneficiado de décadas de bajos precios y grandes ganancias al manufacturar productos en China.
Wang Huiyang, presidente del Centre for China and Globalisation ubicado en Pekín, le dijo a la BBC que la relación entre los países no se puede diluir.
"Creo que esta fricción es un llamado de atención para ambos lados", aseguró. "Es como el esposo y la esposa. Puedes pelear, pero no puedes divorciarte".
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