Nota del editor: Desde el 23 de julio, Animal Político presenta materiales periodísticos para conocer los hechos, nombres y momentos clave del movimiento estudiantil del 68 que se vivió en México.
Ciudad de México, 1 de septiembre de 1968.- Ante el pleno del Congreso de la Unión, el presidente Gustavo Díaz Ordaz hizo una extensa alusión al movimiento estudiantil, al que descalificó como una conspiración para “sembrar el desorden, la confusión y el encono”, y lanzó una advertencia nada velada sobre el uso de la fuerza militar para acabar con “los desmanes”:
“Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero todo tiene su límite y no podemos permitir ya que siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”.[1]
Durante su mensaje con motivo del IV Informe de Gobierno, el presidente argumentó que su gobierno ha tratado de entablar un diálogo, pero que sus intenciones de encontrar una salida pacífica se ha topado con la cerrazón de quienes pretenden instaurar el caos en el país, e impedir la celebración de los próximos Juegos Olímpicos.
Por ello, invocó sin rodeos al artículo 89 de la Constitución, que faculta al presidente de la República a hacer uso de las fuerzas armadas para garantizar la paz interior:
“Agotados los medios que aconsejen el buen juicio y la experiencia, ejerceré, siempre que sea estrictamente necesario, la facultad contenida en el artículo 89, fracción VI, de la Constitución que, textualmente, dice: ‘Las facultades y obligaciones del Presidente son las siguientes: Disponer de la totalidad de la fuerza armada permanente o sea del ejército terrestre, de la marina de guerra y de la fuerza aérea para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación’”.[2]
Ante el continuo aplauso de la clase política –casi en su totalidad, perteneciente al PRI–, invitados especiales y representantes de gobiernos extranjeros, el presidente de la República no dejó dudas del sentido de su mensaje: “No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos”.[3]
Díaz Ordaz insistió en que ha buscado salidas pacíficas a la situación que se vive en el país. “Invité a ver con objetividad los hechos y de afrontarlos con serena ecuanimidad, convocando al diálogo”, expresó y no ocultó su desazón por la respuesta que recibió luego de que el pasado 1 de agosto, durante una gira en Jalisco, convocó a encontrar una salida al conflicto.
“Una mano está tendida: es la mano de un hombre que a través de la pequeña historia de su vida ha demostrado que sabe ser leal. Los mexicanos dirán si esa mano se queda tendida en el aire”, dijo Díaz Ordaz ante un auditorio de industriales en Guadalajara.[4]
La respuesta de los estudiantes no tardó en llegar: “La prueba de la parafina a esa mano tendida”.[5]
En su cuarto informe presidencial, rendido ante los legisladores y constantemente interrumpido por los aplausos, Díaz Ordaz mostró su enojo por la respuesta estudiantil. “Algunos, que no advirtieron que nada pedía para mí y que tomaron el gesto amistoso hacia ellos como signo de debilidad, respondieron con calumnias, no con hechos; con insultos, no con razones; con mezquindades, no con pasión generosa”.[6]
E hizo énfasis en lo que personalmente le atañía: “La injuria no me ofende; la calumnia no me llega; el odio no ha nacido en mí”.
El presidente dedicó poco más de 10 cuartillas de su discurso a repasar la situación del país, que atribuyó a “fuerzas del interior y externas”. Es evidente, sostuvo, que “en los recientes disturbios intervinieron manos no estudiantiles”. Y elaboró un poco más de lo que consideró una conjura con elementos internacionales.
Denunció los “evidentes y reiterados propósitos de crear un clima de intranquilidad social, propicio para disturbios callejeros o para acciones de mayor envergadura, de las más encontradas y enconadas tendencias políticas e ideologías y de los más variados intereses”.[7]
Díaz reiteró que en los “recientes disturbios” es notoria la presencia de “quienes se propusieron sembrar el desorden, la confusión y el encono, para impedir la atención y la solución de los problemas, con el fin de desprestigiar a México”, e impedir la realización de los Juegos Olímpicos.
A un mes de que integrantes del Ejército destrozaran con un bazucazo el portón colonial de la Preparatoria 1 de la UNAM, de que el rector Javier Barros Sierra encabezara una marcha para protestar por la agresión contra la Universidad e izará la bandera nacional a media asta en señal de luto por la violación de la autonomía universitaria, y de que el Consejo Universitario hiciera una manifestación de censura por la violencia oficial contra la institución, el presidente Díaz Ordaz abordó el tema en su informe.
Dijo que era respetuoso de la autonomía y desdeñó las acusaciones de que la irrupción militar y policiaca en planteles universitarios, así como el acoso a estudiantes y profesores, constituyera una violación a la misma.
“Debo agregar que considero, y que con este criterio coincide el de destacados abogados, que si se examinan los hechos recientes con serena objetividad y rigor técnico, jurídicamente no hubo violación a la autonomía universitaria”.[8]
También se refirió a algunos de los puntos del pliego petitorio planteados por el Consejo Nacional de Huelga (CNH): anunció que sometería a consulta la pertinencia jurídica de eliminar el delito de disolución social y que no aceptaba que hubiera “presos políticos” en México.
“No admito (que) existan ‘presos políticos’. Preso político es quien está privado de su libertad exclusivamente por sus ideas políticas, sin haber cometido delito alguno”.[9]
Y de ésos, argumentó, no hay ninguno. Es más, alardeó el presidente, “si se me hace saber el nombre de alguien que esté preso sin proceso judicial en el que se hayan cumplido o se estén cumpliendo las formalidades esenciales del procedimiento, acusados de ideas, no de actos ejecutados, se girarán las órdenes de inmediata e incondicional libertad”.[10]
Su discurso adquirió tonos de censura moral para varios actores: “Se ha llegado al libertinaje en el uso de todos los medios de expresión y difusión; se ha disfrutado de amplísimas libertades y garantías para hacer manifestaciones, ordenadas en ciertos aspectos, pero contrarias al texto expreso del artículo 9 constitucional”.[11]
“Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero todo tiene su límite y no podemos permitir ya que siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”, advirtió Díaz Ordaz.
Y concluyó con un esbozo de su misión como presidente: “Tenemos la ineludible obligación de impedir la destrucción de las fórmulas esenciales, a cuyo amparo convivimos y progresamos… Sé que tendré que enfrentarme a quienes tienen una gran capacidad de propaganda, de difusión, de falsía, de injuria, de perversidad. Sé que, en cambio, millones de compatriotas están decididamente en favor del orden y en contra de la anarquía”.[12]
[1] Gustavo Díaz Ordaz, IV Informe de Gobierno. En www.diputados.gob.mx/sedia/sia/re/RE-ISS-09-06-13.pdf.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Jacinto Rodríguez Munguía, La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder, Debate, México, 2007.
[5] Sergio Aguayo Quezada, El 68. Los estudiantes, el presidente y la CIA, Ediciones Proceso, México, 2018.
[6] Gustavo Díaz Ordaz, op. cit.
[7] Gustavo Díaz Ordaz, op.cit.
[8] Idem.
[9] Díaz Ordaz, op. cit.
[10] Idem.
[11] Idem.
[12] Idem.