Nota del editor: Desde el 23 de julio, Animal Político presenta materiales periodísticos para conocer los hechos, nombres y momentos clave del movimiento estudiantil del 68 que se vivió en México.
Ciudad de México, 22 de septiembre de 1968.- En la madrugada de este domingo, 500 elementos del 43 batallón de infantería y nueve unidades blindadas del Ejército entraron en la Vocacional 7, ubicada en Tlatelolco, para controlar la situación, luego de que un millar de granaderos se enfrentaran a lo largo de más de seis horas –de las 19:00 a cerca de las 2:00– con estudiantes y vecinos en las inmediaciones del plantel.
A la 1:45 los granaderos se retiraron de la vocacional 7, cuando los combates ya iban a amainando, y minutos después llegó una unidad blindada del Ejército, integrada por 10 carros ligeros de combate y siete transportes de tropa, con la instrucción de patrullar la zona únicamente.
El saldo oficial fue de 17 jóvenes heridos, dos patrullas incendiadas y 16 autobuses dañados. El Heraldo de México informó de tres muertos; tres granaderos heridos de bala y más de 20 heridos; cinco lesionados por arma de fuego, cientos de detenidos más 51 autobuses secuestrados y con diversos daños.[1]
Otros medios y el CNH estiman que hay unas 576 personas detenidas.[2]
En el recuento se deben contar los intoxicados por gas lacrimógeno, así como dos incendios: uno en el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores y otro en un departamento de la Unidad Habitacional Nonalco Tlatelolco.
El pasado viernes 20, dos días después de la ocupación militar de Ciudad Universitaria, se registraron varios choques violentos entre estudiantes y elementos de la policía en el Distrito Federal. Los más graves ocurrieron en la Unidad Profesional de Zacatenco y en la vocacional 7.
Este fin de semana, de nuevo la violencia se extendió en los alrededores de la Plaza de las Tres Culturas. Un enfrentamiento de graves proporciones se inició en la Unidad Habitacional Nonalco Tlatelolco alrededor de las 17:00 del sábado –de acuerdo con lo reportado por el periódico Excélsior–, porque granaderos que se transportaban en varios camiones dispersaron a un grupo de estudiantes que se encontraba, alrededor las 14:00, en la avenida Prolongación de San Juan de Letrán, frente a la Vocacional 7, entre las calles de Nonoalco y Manuel González.
Los jóvenes se movieron del lugar sólo para reorganizarse; poco después regresaron para contraatacar con bombas molotov, palos y piedras. Los policías contestaron y lanzaron gases lacrimógenos; incluso se escucharon disparos de arma de fuego.
Durante la refriega, decenas de estudiantes tomaron 16 camiones de pasajeros, les poncharon las llantas y levantaron barricadas con ellos, detrás de las cuales lanzaban todo tipo de proyectiles contra los granaderos. Los jóvenes que estaban más cerca de la Vocacional 7 incendiaron dos patrullas.
El Día consignó que más de una veintena de policías “fueron alcanzados por piedras y palos que les fueron lanzados desde las ventanas y azoteas de los edificios”. El teniente coronel Armando Frías –jefe del Cuerpo de Granaderos cuya destitución era parte del pliego petitorio– “inclusive fue lesionado en el brazo derecho (…) En su desesperación los policías dispararon bombas de gases que fueron a romper gran cantidad de cristales del edificio de Relaciones Exteriores y provocaron un incendio, sofocado oportunamente por los bomberos”.[3]
En cambio, el incendio en un departamento de la unidad se debió a que fue alcanzado por una bomba molotov.
A la batalla pronto se sumaron habitantes de Tlatelolco en contra de los uniformados, a los que arrojaron piedras, palos, botes de basura e incluso agua hirviendo desde departamentos y azoteas de los edificios de la unidad.
De acuerdo con Raúl Álvarez Garín, líder del Consejo Nacional de Huelga, numerosas brigadas de escuelas del Politécnico se trasladaron a Tlatelolco “para auxiliar a los compañeros en la defensa de su escuela”.
En los últimos días, explicó, los estudiantes han ido mejorando sus métodos de lucha, se han ido “sofisticando rápidamente”. En este caso, hubo “ataques reales y simulados a puntos diversos para distraer, dislocar y romper el cerco de la policía; fuerzas combinadas de estudiantes con los jóvenes de las colonias aledañas, especialmente de Tepito, la Lagunilla y la Guerrero, lanzaban ataques por la retaguardia de los policías; se establecieron comunicaciones permanentes con otras escuelas”.
Hasta la fabricación de bombas molotov ha mejorado, junto con el “uso de hondas, transporte de ayudas y hasta enfermería y ambulancias propias”, reveló.[4]
En la tarde del sábado, “los granaderos desesperados agredían sin discriminación alguna incluyendo a los vecinos de Tlatelolco”, comentó Álvarez Garín.
Luis González de Alba, representante de la Facultad de Filosofía y Letras en el CNH, relató que las balas atravesaban fácilmente las paredes, “hechas de material plástico”. Dijo que a los edificios cercanos los bombardearon “con descargas de gases”. Los habitantes respondieron a los atacantes: las mujeres calentaron agua que arrojaron hirviendo desde las ventanas y en las calles vecinas vehículos del DDF fueron quemados.[5]
Según El Día, “la anarquía y la desmoralización de los policías” llegó hasta el propio teniente coronel Frías, “quien en un momento dado, cuando hizo acto de presencia un general del Ejército, le entregó el mando”. En numerosas ocasiones, continuó el reporte, “los jefes policiacos y los periodistas tuvieron que intervenir para que los detenidos inermes no fueron golpeados por los granaderos, que se encontraban exacerbados”.[6]
La niña Rebeca Ceja Mata, de tres años de edad, resultó herida por el agente de tránsito número 1432, “que disparó hasta nueve veces sobre la casa donde se encontraba la menor. El agresor no fue detenido”.
En medio de la batalla, Benjamín Uriza Barrón, teniente del Ejército y miembro del equipo ecuestre olímpico, llegó a un edificio de la unidad habitacional con su madre y su hermana para visitar a un familiar. Poco más tarde disparó contra un grupo de granaderos cuando vio que estaban golpeando “brutalmente” a sus familiares, incluida su mamá.
Tres policías resultaron heridos y uno murió en el lugar de los hechos. El teniente se entregó a las autoridades.[7]
A tres días de la ocupación militar de Ciudad Universitaria, el clima en la ciudad se ha enrarecido, con una fuerte presencia en las calles de granaderos y soldados, enfocados en contrarrestar las actividades del movimiento estudiantil, que persisten a pesar de todo.
Desde el lunes 21 se recrudecieron las agresiones y los enfrentamientos entre estudiantes y policías, sobre todo en las escuelas del centro y norte de la capital. “No toquen a Barros Sierra”, advirtieron alumnos del politécnico entrevistados en Tlatelolco. “En la ESIME se exhibía una manta significativa: “Defenderemos la autonomía universitaria hasta que caiga el último politécnico”.[8]
La relación de enfrentamientos que se han dado estos días y su duración “es verdaderamente impresionante”, resaltó Álvarez Garín. “Y se explica por la organización y combatividad” del movimiento estudiantil.[9]
El líder del CNH se refirió a incidentes que han ido de menos a más. Por ejemplo:
En esas condiciones, el CNH se volvió a reunir –semi clandestinamente– en Zacatenco, con la asistencia de casi la totalidad de sus miembros. En un comunicado que envió después a los medios, señala:
“La toma militar de la Universidad constituye un grave error político del gobierno mexicano; esta medida se ha revertido contraproducentemente hacia las propias autoridades incapaces de comprender el significado histórico de nuestro movimiento… Con todo y la ocupación de los centros educativos y la brutal represión, el estudiantado redobla su combatividad… Frente a un poder público cada vez más reaccionario y desprestigiado, se levanta una lucha cada vez más popular y decidida”.[10]
Por otra parte, Luis González de Alba reveló que el rector Javier Barros Sierra podría estar ponderando su renuncia.
“Algunos miembros del Comité de Lucha de Filosofía y Letras, reunidos en una casa particular, fuimos informados de la determinación del rector. El rector ya tiene el texto de su renuncia. A pesar de que el informe procede de una fuente respetable dudamos de que el rector se vea obligado a tomar esa determinación”.[11]
[1] Jardón, Raúl, 1968: El fuego de la esperanza, Siglo XXI Editores, México, 1998, p. 82.
[2] Diego Ortega, Roberto, “1968: El ambiente y los hechos. Una cronología”, Nexos, 1 septiembre 1978. En https://www.nexos.com.mx/?p=3199
[3] Ídem.
[4] Álvarez Garín, Raúl, La estela de Tlatelolco, Ed. Ítaca, 2002, México, p. 77.
[5] Luis González de Alba, Los días y los años, Ed. Planeta, México, 1971, pp. 155 y 156.
[6] Jardón, Raúl, op. cit., p. 82.
[7] Álvarez Garín, Raúl, op. cit., p. 77.
[8] Ídem.
[9] Ídem.
[10] Jardón, Raúl, op. cit., p. 83.
[11] Luis González de alba, Los días y los años, Ed. Planeta, pp. 155 y 156