La poesía cubana perdió una voz.
Carilda Oliver Labra, la reconocida poetiza que escandalizó y enamoró a partes iguales a Cuba, murió este martes a los 96 años de edad en su natal Matanzas, la provincia en el este de La Habana que fue el espacio geográfico más recurrente de sus versos.
La prensa oficial cubana, que dio a conocer la noticia, no especificó las causas de la muerte y agregó que sus restos fueron cremados.
Doctora en Derecho, Premio Nacional de Literatura en 1998, profesora de pintura, dibujo y escultura, promotora cultural, amante sucesiva confesa, Oliver se convirtió desde mediados del siglo pasado en un mito que trascendió su propia obra poética.
Entre poemas "atrevidos", declaraciones "encendidas" y romances que dieron vuelta a la isla, la vida de Oliver estuvo marcada por el desenfreno, la irreverencia ante los prejuicios y la libertad de elección que escandalizarían a la conservadora sociedad cubana de mediados del siglo XX.
Su poética, de estilo conversacional, se movió en un diapasón de temas que no alcanzaron la popularidad y reconocimiento que aquellos en los que el amor, la sensualidad y los desvaríos de la pasión eran motivos de encendidos adjetivos o provocadores declaraciones.
La muerte, que la sorprendió este miércoles, fue uno de los temas más presentes en muchos de sus poemas.
"Busco el morir distinto, y voy herida/ por la pena vulgar que nadie sabe./ Y así me marcho, sonriendo a todos,/ luminosa de gracia y desventura,/ con el secreto horror hasta los codos;/ callándome en el verso y en la prosa,/ para que escriban en mi tierra dura:/ esta mujer ha muerto de dichosa", escribió.
El mito de su poesía comenzó en 1949 cuando -según contó en una ocasión- buscaba una palabra que rimara con el verso que daba inicio a uno de sus sonetos.
Pero entre las múltiples variantes, a la escritora se le ocurrió para el final de la estrofa un sustantivo casi prohibido en la literatura cubana de esa época.
Me desordeno, amor, me desordeno,
cuando voy en tu boca, demorada
y casi sin por qué, casi por nada
te toco con la punta de mi seno.
El "sensual" resultado levantó la polémica, los prejuicios y la admiración a la par, y desde entonces el texto se convirtió en un referente popular de la poesía erótica en la isla, al punto que su primer verso es citado en en Cuba en casi cualquier circunstancia, incluso por personas que no conocen el poema.
Para colmo de irreverencias, Oliver lo incluyó en un poemario titulado Al sur de mi garganta, una velada sugerencia genital que le valió críticas del ala más conservadora, pero que la hizo ganar un año después el Premio Nacional de Poesía.
Gabriela Mistral, que la conoció entonces, la llamó "la mejor sonetista de América" y sus versos comenzaron a ser publicados fuera de las fronteras de Cuba.
Fue en esa época -y como parte de la admiración colectiva del momento- donde escribió su conocido "Canto a Fidel Castro" que luego se musicalizaría y se pasaría reiteradamente por la televisión cubana.
La poetisa consideraba allí al entonces líder guerrillero como un "tigre repetido", "respetado por las piñas", un "clavel en la guerra", "novio de todas las niñas".
Sin embargo, como muchos poetas y escritores de entonces, llegado Castro al poder, los libros de Oliver estuvieron prohibidos y sus obras no se volvieron a publicar hasta 1979.
A partir de entonces fue reconocida nuevamente por las autoridades, sus poemarios volvieron a las librerías y recibió a través de los años múltiples reconocimientos, medallas, diplomas y homenajes, el último de ellos la pasada semana.