Detrás de una persona que elige el asesinato como forma de trabajo en México hay situaciones de pobreza, violencia y, en ocasiones, perfiles psicopáticos, que se combinan con factores socioculturales que enaltecen la actividad delictiva, indica una investigación realizadapor la doctora en psicología Arcelia Ruíz Vázquez, cuyos resultados fueron difundidos por Conacyt.
Mediante pruebas psicométricas realizadas a personas presas en el Centro de Readaptación Social de Acapulco, Guerrero, y consultorías con expertos en psicología criminal, la doctora Ruíz elaboró la Radiografía del sicario mexicano, en la que explica rasgos predominantes entre quienes se dedican a esta actividad, que ha cobrado auge durante los últimos cinco años, en los que los homicidios han aumentado 28.48%.
De acuerdo con cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2013, en México se cometieron 18 mil 106 homicidios dolosos, y para 2017 se registraron 25 mil 316.
El estudio arrojó que existen cuatro perfiles predominantes de sicarios en el país: marginal, antisocial, psicopático y sádico.
Los sicarios de perfil “marginal”, explicó la investigadora, son aquellos que usualmente tienen un origen en ambientes rurales de extrema pobreza, y buscan en el crimen organizado una opción económica ante sus carencias personales, por lo que en principio aceptan realizar labores como el cultivo y recolección de drogas, para posteriormente incursionar en otras actividades “de mayor rango”.
Entre las actividades denominadas “de mayor rango” está el cuidado de casas de seguridad, además de ser acompañantes en extorsiones y ejecuciones, lo que de acuerdo con la doctora Ruíz, logra “desensibilizarlos y entrenarlos lo suficiente para sus primeros asesinatos”.
En cuanto a rasgos de personalidad, estas personas comparten la motivación criminal del crecimiento económico y posteriormente manifiestan “una necesidad de aceptación y reconocimiento social”, indicó.
De acuerdo con la especialista, aquellos sicarios que se encuentran en el perfil “antisocial”, se caracterizan porque su origen tiene lugar en ambientes delictivos de las zonas conurbada de las ciudades, “donde el pandillerismo y la comisión de delitos son una constante que incluso llega a ser aceptada y alentada por la sociedad próxima”.
“Este perfil se distingue por tener una familia disfuncional donde hay comisión de delitos, violencia, consumo de drogas o abusos en la niñez. Este tipo de sicario incursiona en la vida criminal a muy temprana edad, uniéndose a pandillas y cometiendo delitos de bajo rango”, agregó.
La doctora Ruíz Vázquez indicó que este perfil presenta conductas antisociales desde la infancia y adolescencia, que se manifiestan con expulsiones de la escuela, riñas, problemas con la autoridad o comisiones de delitos de menor gravedad.
Cuando llegan a la adultez, apuntó, el trastorno antisocial de la personalidad se consolida, haciéndose presente la comisión de delitos mayores “e intensificándose los rasgos de intolerancia a la frustración, impulsividad, hedonismo, temeridad y la búsqueda de satisfacciones inmediatos”.
La investigadora destacó que este tipo de sicarios son los que más comúnmente se encuentran en los centros penitenciarios, “debido a que características en su personalidad, como la impulsividad, ostentación y bravuconería suelen comprometer las actividades de los grupos criminales, por lo que pueden ser asesinados o delatados a las autoridades para que los encarcelen”.
Según el análisis, el 85% de la población vicarial entrevistada tiene su origen en la necesidad económica y el reconocimiento social, y el 15% restante corresponde a los perfiles psicopático y sádico.
Ruíz Vázquez explicó que en el perfil psicopático “son una constante los rasgos de frialdad emocional, ausencia total de remordimientos, crueldad y falta de empatía que, aunado a sus desarrolladas habilidades cognitivas y capacidad de liderazgo, lo convierten en un sicario líder de células criminales y de alto riesgo”.
La especialista aseguró que este conjunto de características hacen a este perfil peligroso, pues su motivación primaria es el poder adquisitivo, “pues ve esta actividad como una fuente más de ingresos”.
En el caso de los sicarios sádicos, estos comparten características con el perfil psicopático, pero con la distinción de que “su motivación criminal se basa en la necesidad de ejecutar el asesinato con inminentes rasgos de sadismo, por lo que buscará producir el mayor sufrimiento posible a sus víctimas”, pues disfruta el proceso de ejecución.
El análisis realizado por la psicóloga también reveló que hay factores culturales, como el enaltecimiento de la actividad criminal, que pueden ser detonantes para ver el sicariato como modelo de vida a seguir.
Otros de los factores de riesgo en los perfiles sicariales son los factores ambientales como la disfunción familiar, pobreza, fracaso escolar o auge de la narcocultura, “ya que predispone a que jóvenes de clases menos privilegiadas opten por participar en actividades delictivas para alcanzar, aunque sea por un breve periodo, satisfacción con bienes materiales o reconocimiento social que no se adquiere en la legalidad”, explicó.
Actualmente, la especialista trabaja en la creación de un programa de prevención de actividades delictivas, con el que buscará que la población infantil y juvenil “sea más crítica en cuanto a su entorno y conozcan otras opciones de crecimiento social que no incluyan involucrarse en el crimen organizado”.
Por ello, dijo, se centrará en el desarrollo de habilidades emocionales, afectivas y cognitivas que les permitan enfrentar factores de riesgo en su núcleo social y ser agentes de cambio en su entorno.
La investigación surgió como parte de un trabajo en el doctorado interinstitucional en psicología, en el que participan la Universidad de Guadalajara, la Universidad de Guanajuato, la Universidad de Colima, la Universidad Autónoma de Aguascalientes y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.