"¡Acelere!"
Era el grito entre lágrimas de una mujer con su bebé en brazos.
El tiempo pasaba cada vez más rápido y la meta parecía alejarse.
Según los cálculos de los venezolanos que se habían montado en los buses del corredor humanitario facilitado por Ecuador, llegarían a la frontera antes de la medianoche del viernes.
De esa manera lograrían ingresar a Perú antes de que entrara en vigencia la exigencia del pasaporte.
Sin embargo, en cierta parte de la ruta entre Quito y la ciudad fronteriza de Huaquillas, se dieron cuenta que estaban tardando más de lo usual.
Fue cuando comenzaron los gritos, las lágrimas y la desesperación.
Los venezolanos que iban en los buses sentían que el gran objetivo se les escapaba de las manos por un puñado de horas después de semanas de travesía.
Cuando llegaron, a las 4:00, les confirmaron el peor de sus temores. Sin pasaporte no había paso.
Se estima que fueron más de 500 los venezolanos que no lograron ingresar a Perú dado que no contaban con pasaporte.
Sin embargo, unas horas después de que entró en vigencia la disposición peruana, este sábado, BBC Mundo constató que en el puesto de control migratorio de Huaquillas, lado ecuatoriano, ya no quedaban más que unas decenas de ellos.
Son aquellos que esperan ser recibidos en Perú en calidad de asilados, lo que les permitiría ingresar y permanecer en ese país al menos un año.
Preparan café caliente en ollas y comparten piezas de pan que les entregaron organizaciones de ayuda humanitaria instaladas en el lugar.
Existe buen ánimo entre ellos, pero admiten que la incertidumbre sobre su futuro los asfixia cada vez más.
Duermen en carpas y lo seguirán haciendo, según ellos, "todo lo que sea necesario" hasta que se pueda solucionar su situación.
Llegar hasta las puertas mismas de Perú les costó toda clase de sacrificios y no quieren rendirse estando tan cerca.
"Yo espero que nos permitan entrar. Esa es nuestra esperanza, que nos den el asilo", afirma José Olivera, un joven de 23 años.
Ser recibidos en esa calidad es una de las tres opciones que les quedan a los venezolanos que no llegaron a tiempo.
Las otras dos son quedarse en Ecuador y entrar a Perú como ilegales esquivando controles migratorios.
Ninguno de los consultados considera retornar a Venezuela como una opción.
Olivera señala que muchos de sus compañeros de viaje optaron por buscar una ruta alternativa para entrar a Perú.
Los buses ecuatorianos llegaron cuatro horas tarde y los venezolanos que viajaban en ellos descendieron entre lágrimas y frustración.
Cuando les confirmaron que no los dejarían entrar, comenzó a circular un dato: no muy lejos existen otros pasos que llevan a la ciudad peruana de Aguas Verdes.
"Para allá se fue la mayoría", indica Olivera, mientras toma un sorbo de café.
En las últimas horas, el gobierno peruano informó que redobla esfuerzos para evitar que coyotes, personas dedicadas al tráfico de personas, trasladen venezolanos a su territorio.
Ese fenómeno ya se produjo en la frontera entre Colombia y Ecuador cuando, la anterior semana, el gobierno ecuatoriano determinó exigir pasaportes a los migrantes.
Las autoridades de ambos países desconocen aún si la mayoría de los venezolanos que llegaron tarde decidieron retornar a Huaquillas o tomaron la opción de la ilegalidad.
Se estima que hasta el momento son 350.000 los venezolanos en Perú.
Daniel León lleva 20 horas sentado frente al puesto migratorio.
También llegó tarde, pero tomó una opción distinta a la ilegalidad o a la solicitud de asilo.
El joven de 21 años optó por quedarse en Huaquillas, la esperanza de ingresar a Perú se terminó para él.
"Tampoco tenía nada seguro allá, entonces mejor quedarse acá", cuenta el nacido en Caracas.
Lleva tanto tiempo sentado en ese lugar porque un "conocido" que ya lleva meses viviendo en esta ciudad le dijo que podía quedarse con él y le ayudaría a conseguir trabajo.
"En Perú tengo familia, pero aquí es posible que tenga trabajo", señala León.
Su caso no es el único.
Huaquillas es una ciudad pequeña, pero con intenso movimiento durante el día.
Los comercios se multiplican debido a ser un paso fronterizo y en muchos de esos lugares se encuentran venezolanos contratados, posiblemente por menos dinero que el que se paga a los ecuatorianos.
También están en las calles vendiendo caramelos o refrescos.
En los últimos meses, para la población de esta ciudad se volvió algo normal ver a grupos de migrantes de Venezuela avanzar por sus calles cargando maletas enormes y hasta mascotas rumbo al paso fronterizo.
A veces viajan tan cargados que todo lo que llevan no entra en un taxi.
Para no pagar un segundo, prefieren seguir a pie.
Ya es de noche y el "conocido" de Daniel León no le contesta los mensajes que le envía por Whatsapp.
Él se aferra a la esperanza de que va aparecer "en cualquier momento", pero la incertidumbre lo atormenta.
Como a tantos venezolanos que llegaron hasta acá.
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