El presidente francés, Emmanuel Macron, se enfrenta este martes a una guillotina política.
La Asamblea Nacional discute este martes dos mociones de censura contra el mandatario, lo que muchos medios locales presentan como la mayor crisis del actual gobierno.
Y aunque son mínimas las posibilidades de que la votación pase y una posible destitución caiga sobre la cabeza del mandatario, el debate pondrá otra vez el acento grave en un escándalo que sacude al país desde hace dos semanas al estilo de una conjura en la corte de Luis XIV.
El detonante fue un video que publicó a mediados de julio el diario francés Le Monde.
La grabación, que data del pasado 1 de mayo, muestra a Alexandre Benalla, el hasta hace poco jefe de seguridad de Macron, con un distintivo de policía y una máscara antidisturbios, mientras reparte tortas, manotazos y empujones a dos manifestantes en el céntrico Barrio Latino de París.
Parecería un video común de la represión de una protesta cualquiera en la capital de Francia, salvo por un detalle.
El principal protagonista de los tortazos y empujones era nada más y nada menos que el jefe de la escolta del presidente, quien no pertenece a ningún cuerpo policial, y del que, hasta el momento, se desconoce cómo hizo para colarse con apariencia de gendarme y repartir golpes a mansalva en la manifestación.
Pero el detalle del cuestionamiento sobre cómo el principal escolta de Macron se convirtió en la cara más polémica de la protesta se volvió una tormenta política cuando se conocieron detalles de lo que ocurrió después.
Fue entonces cuando la responsabilidad también comenzó a apuntar hacia el jefe de Benalla: el presidente.
Y es que, según trascendió, el Elíseo tuvo conocimiento de lo sucedido desde el día después de la protesta, pero no notificó a la justicia sobre el incidente, como requiere la ley francesa ante un posible delito.
En cambio, Macron decidió suspender sin sueldo por dos semanas a su escolta, aunque hace poco los medios franceses revelaron que Benalla continuó cobrando su salario y, luego, se le vio acompañando al presidente en la final del Mundial en Rusia.
No fue hasta la pasada semana, más de dos meses después, cuando fue despedido tras la difusión del video e imputado por "violencia en reunión" y "usurpación de funciones".
Pero no quedó ahí.
El caso llevó a la apertura de una investigación judicial, una parlamentaria y otra administrativa en el seno de la policía.
Macron, que guardó silencio por días, hizo finalmente un mea culpa la pasada semana y se atribuyó toda la responsabilidad de lo sucedido.
"El responsable soy yo y solo yo. Quien confió en Alexandre Benalla soy yo, el presidente de la República. Soy yo y nadie más quien estuvo al tanto y validó la orden, la sanción de mis subordinados", afirmó.
Quién es Alexadre Benalla
Acompañó a Macron durante casi todos sus viajes y presentaciones oficiales, pero hasta hace poco, la cara de Alexandre Benalla era casi desconocida para la mayoría de los franceses.
De origen marroquí, el exjefe de la escolta de Macron tiene 26 años y, según contó el domingo al diario Journal du Dimanche, se crió en un barrio pobre en Normandía, donde vivía con su madre y una hermana.
Recordó en la entrevista que nunca conoció a su padre y que sus deseos de ser escolta nacieron de ver la película El guardaespaldas.
A los 15 años, le escribió a Nicolas Sarkozy, entonces ministro del Interior, para expresarle su interés por el RAID, una unidad de élite de la policía nacional francesa. Finalmente, lo invitaron a la sede de este comando por tres días y, según dijo, eso marcó su futuro.
Más tarde, comenzó a trabajar como guardia de seguridad para el Partido Socialista (PS) francés, en el que militaba su madre, se graduó de las reservas de la gendarmería y estudió una maestría en leyes con especialidad en seguridad pública.
Entre sus primeros trabajos como escolta se unió como miembro del anillo de seguridad de Martine Aubry cuando era primera secretaria del PS, y luego pasó a la campaña presidencial de François Hollande.
Al llegar Macron a la presidencia, fue nombrado su jefe de seguridad, cargo que ya había ocupado también en la campaña del mandatario como candidato al Elíseo.
Desde entonces fue una sombra del presidente. Estaba con él donde iba, desde a montar bicicleta en un parque de París hasta acompañarlo al partido en el que Francia ganó el Mundial en Rusia 2018.
Las acusaciones trascendieron los hechos del 1 de mayo y envolvieron la presidencia francesa en un escándalo con tintes de telenovela.
Para el mandatario, detrás de lo sucedido el pasado 1 de mayo está únicamente la responsabilidad del escolta, por lo que debe tratarse como un "hecho individual".
Pero para la oposición, lo sucedido fue un "asunto de Estado", dado lo que consideran intentos del gobierno de ocultar el incidente y de "haber fracasado" después en la gestión de la crisis.
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Los informes revelaron que Benalla fue beneficiario de privilegios poco comunes para un jefe de escolta en Francia, como tener un pase de acceso permanente a la Asamblea Nacional, una llave de la residencia privada de Macron en Le Touquet, o la asignación de un carro oficial y un departamento en el centro de París.
Y como si de dos personajes de una revista del corazón se tratara, el guardaespaldas y el presidente robaron titulares que iban de la crónica roja a la rosa: desde que Macron compartió con Benalla el conocimiento de los códigos nucleares de Francia hasta otros que cuestionaban la naturaleza de la relación entre ambos.
Tan lejos llegaron que, finalmente, el propio presidente tuvo que darle la cara y hacer ciertos comentarios aclaratorios un tanto inusuales para un jefe de Estado.
"Alexandre Benalla nunca ganó 10.000 euros. Alexandre Benalla nunca supo los códigos nucleares. Alexandre Benalla nunca ha sido mi amante", afirmó el mandatario.
Lo cierto es que el rifirrafe ya comenzó a dejar sus marcas en los niveles de aceptación del gobierno.
Una encuesta de la consultora IFOP publicada este lunes reveló que la popularidad de Macron rondaba el 39%, el nivel más bajo desde septiembre de 2017, cuando se registraron las protestas contra su cuestionada reforma laboral.
No es la primera polémica que estremece en los últimos tiempos al gobierno francés.
Durante las pasadas semanas, el Palacio del Elíseo ha estado bajo la lupa por acusaciones que tildan a Macron de ser un "presidente para los ricos" o de arrogarse privilegios y lujos desmedidos durante su mandato.
Las críticas van desde las facturas por gastos de US$30.000 en maquillaje al mes, hasta un plan para construir una piscina en la casa de verano del presidente o en la reprimenda que le dio a un adolescente que lo llamó "Manu" durante un acto público.
Sin embargo, los medios franceses aseguran que el suceso con su guardaespaldas fue la gota que desbordó la copa y que podría tener repercusiones a mediano o largo plazo.
El influyente diario francés Liberation consideró que aún es muy pronto para medir el impacto del affaire Benalla sobre la popularidad o la imagen del mandatario, pero que las verdaderas repercusiones podrían notarse a nivel político en los próximos meses.
Y es que uno de los planes más relevantes del gobierno de Macron después del verano es promover la reducción de los retiros y aumentar la edad de jubilación, un proyecto que por si solo se presta al debate en Francia.
Pero no queda ahí: el mandatario se propone llevar adelante una reforma constitucional que busca reducir el número de diputados y senadores hasta en un 30% y limitar sus mandatos.
Sin embargo, los sucesos con el jefe de su escolta han sido utilizados ahora por la oposición en ambas cámaras del parlamento como justificación para mantener el número de legisladores en ese órgano, como garante de la independencia de poderes y del control sobre el Ejecutivo.
Y aunque el mandatario conserva el apoyo de la mayoría en ambas cámaras, muchos consideran que esos proyectos no correrán la misma suerte que, se estima, tendrán este martes las mociones de censura.