Académicos, empresarios, periodistas, embajadores y hasta la aerolínea del país. Todos lamentaron su muerte.
Algunos hasta salieron a las calles para reclamar justicia. Pero no lo hacían por un rey o un líder religioso, sino por un ciudadano civil normal y corriente: Simegnew Bekele, jefe de obra pública.
La muerte repentina de este ingeniero ha conseguido unir a un país enfrentado entre sí por conflictos políticos y étnicos desde hace muchos años: Etiopía.
La policía encontró su cuerpo dentro de un coche la semana pasada en la capital Addis Abeba y todavía está investigando los motivos de la muerte de un hombre querido por todos.
En este tuit, Aerolínea Etíope, la mayor del país, lamenta la muerte del ingeniero a la vez que señala que "nosotros, los etíopes, siempre atesoraremos sus hazañas y su legado seguirá vivo".
Centenares de personas se lanzaron a las calles de la capital y también de la ciudad natal de Bekele, Gondar buscando respuestas a la muerte de un hombre querido por tantos.
Bekele fue el gerente del multimillonario proyecto de la Gran Presa del Renacimiento etíope, que se convertirá en la planta hidroeléctrica más grande de África.
Esta obra es tan importante para el continente que el hombre encargado de dirigirla se ganó el respeto y cariño de muchos dentro de un país donde siempre ha habido divisiones entre sus habitantes.
Desarrollado a lo largo del río Nilo, se dice que este es el proyecto de infraestructura más ambicioso del continente africano. Una vez finalizada, la presa medirá 1,8 kilómetros de ancho y 155 metros de alto y podrá triplicar la producción eléctrica del país.
"El proyecto unió a la gente", asegura Beletu Bulbula Sorsu, del Servicio Mundial de la BBC.
Una idea reforzada por Matina Stevis-Gridneff, corresponsal en África del diario estadounidense Wall Street Journal quien llegó a conocer a Bekele.
"Era alguien extremadamente patriótico y había dedicado toda su vida a mejorar su país", dijo Stevis-Gridneff al programa de la BBC Focus on Africa.
"Parece que dedicó toda su vida a aportar para el futuro de Etiopía y lo hizo con lo que pudo, con sus conocimientos en obra pública".
Pero pese a su popularidad, Bekele era un hombre humilde y discreto.
Tenía 53 años y había estudiado ingeniería civil en Addis Abeba.
Antes de ponerse al frente de la Gran Presa del Renacimiento había dirigido otros dos proyectos hidráulicos, pero fue su último trabajo el que le ocupó gran parte de su vida.
"Dio su vida por la presa", asegura Tibebeselassie Tigabu, del Servicio Amárico de la BBC, quien explica que Bekele pasó gran parte del tiempo cerca de la presa, en la región etíope de Benishangul-Gumuz, cerca de Sudán, a casi 1.000 kilómetros de su casa en Addis Abeba.
"Es un lugar difícil para vivir y estuvo allí por más de seis años", agrega.
El público lo percibía como modesto y alejado de los escándalos de corrupción, tan frecuentes en el país, explica Bulbula Sorsu.
El entierro, previsto en principio íntimo, se retrasó unos días y finalmente tuvo lugar el domingo pasado para poder ofrecerle los honores que "un héroe nacional como él merece", según rezaba un comunicado del gobierno.
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