Vladimir Putin mantiene la mirada fija en un balón de futbol blanco y negro que vuela hacia él a lo largo de una espaciosa oficina del Kremlin, antes de devolverlo hábilmente de un cabezazo. Del otro lado de la sala, Gianni Infantino, presidente de la FIFA, el organismo rector internacional del futbol, espera el pase. Al recibirlo, patea el balón, pasándolo de un pie a otro, antes de devolverlo al presidente ruso. Ambos hombres, vestidos de traje y corbata, forman parte de un video promocional para la Copa del Mundo de este verano, que por primera vez se llevará a cabo en Rusia.
En mayo pasado, unas semanas después de la filmación del video, Putin e Infantino se reunieron de nuevo, esta vez en Sochi, en la costa rusa del Mar Negro, donde inspeccionaron el Primer Estadio Olímpico. Este centro deportivo, de 48,000 asientos, es uno de los distintos estadios que Rusia ha construido o renovado para el torneo, que se llevará a cabo del 14 de junio al 15 de julio en 11 ciudades de ese país. Se calcula que el gobierno ha gastado 19,000 millones de dólares en la justa, lo que la convierte en el Mundial de Futbol más costoso de la historia.
Este enorme gasto no se debe a que Putin sea un gran aficionado al futbol; de hecho, no le interesa particularmente. En lugar de ello, y en opinión de algunas personas, espera utilizar la Copa del Mundo para mejorar la imagen internacional de Rusia. Es una tarea difícil, especialmente ahora que el Kremlin ha sido acusado de cometer crímenes de guerra en Siria y Ucrania, de envenenar a espías en el Reino Unido, y de intervenir en las elecciones de Estados Unidos y otros países occidentales. Sin embargo, Putin no pudo haber elegido una mejor plataforma para difundir su mensaje: el torneo es el evento deportivo más visto en todo el mundo.
“Putin desea presentar a Rusia como un país fuerte, no solo en el sentido militar, capaz de organizar eventos de escala internacional”, afirma Andrei Kolesnikov, analista político del Centro Carnegie Moscú, un grupo de analistas con sede en Rusia. “El Mundial de Futbol también será un intento de suavizar su reputación de hombre de hierro”.
El Kremlin ha utilizado los eventos deportivos internacionales como propaganda desde hace mucho tiempo. Durante décadas, la Unión Soviética promovió el éxito de sus atletas en los Juegos Olímpicos como prueba de la supuesta superioridad del sistema socialista.
Algunos de esos esfuerzos fueron benignos, pero otros fueron más siniestros. Por ejemplo, justo antes de las Olimpiadas de Moscú de 1980, las autoridades soviéticas detuvieron a muchos disidentes, personas discapacitadas y otras a las que juzgaban como “indeseables”, y las obligaron a salir de la ciudad mientras se desarrollaban los juegos.
Décadas después, Putin dio un giro actual a la propaganda de la era comunista cuando Rusia fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014. El Kremlin invirtió miles de millones de dólares (nadie sabe exactamente cuántos) en esos juegos que, según muchos informes, están entre las Olimpiadas más caras de todos los tiempos. Los políticos de la oposición arremetieron contra lo que, en su opinión, fue una enorme corrupción del Kremlin. Pero Putin elogió a los juegos de Sochi como una muestra de la “nueva” Rusia que había surgido tras la caída de la URSS.
El plan funcionó. Los atletas rusos encabezaron el medallero, los medios de comunicación del mundo elogiaron las ceremonias de apertura y clausura de los juegos, y a pesar de algunas notas negativas publicadas antes del evento, Rusia disfrutó del brillo de una cobertura mediática positiva. El Servicio Federal de Seguridad (SFS) del país también celebró lo que, dijo, fue una operación conjunta con Estados Unidos y otros países occidentales para evitar ataques planeados por militantes islamistas. Ni siquiera las acusaciones posteriores de un dopaje en masa patrocinado por el Kremlin lograron opacar los resultados, al menos en lo que concierne a la mayoría de los rusos.
Ahora, mientras los mejores futbolistas del mundo y alrededor de 600,000 turistas extranjeros se dirigen a Rusia para la Copa del Mundo de 2018, Putin espera obtener un éxito similar. “Este era el sueño de muchas generaciones, y este momento está a punto de ocurrir”, dijo el 30 de mayo Arkady Dvorkovich, director del Comité Organizador Local del Mundial de Rusia. “Los Juegos Olímpicos de Sochi demostraron cómo podemos recibir a los invitados, pero esta situación es mucho mayor a escala global”.
Sin embargo, esa escala conlleva mayores riesgos y más posibles problemas, desde ataques de militantes islamistas hasta abusos de derechos humanos. Y el Kremlin está haciendo todo lo que puede para asegurarse de que nada salga mal.
El combatiente yihadista apunta un arma automática al aire mientras una bomba explota cerca de ahí, envolviendo un estadio de la Copa del Mundo en columnas de humo. En el fondo, el presidente ruso está de pie, en un podio, en la mira del rifle de un francotirador. “Putin: tú, infiel, pagarás el precio por matar musulmanes”, se lee en el mensaje de este cartel en línea, publicado en abril por partidarios del grupo Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). En otras aterradoras imágenes que circulan en línea, se muestra a varios yihadistas decapitando a algunas de las estrellas más importantes del futbol, entre ellas, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. “Su sangre llenará el estadio”, se lee.
Durante el último año, ISIS ha sufrido derrotas militares incapacitantes en Irak y Siria. Sin embargo, el grupo yihadista ha utilizado las redes sociales y servicios de mensajería encriptados para alentar a sus seguidores a atacar a los espectadores del Mundial de Futbol. Distintos analistas afirman que la seguridad en los estadios será estricta, pero las atestadas zonas de aficionados alrededor de los estadios serán mucho más difíciles de vigilar y podrían ser vulnerables a ataques de “lobos solitarios” inspirados por el Estado Islámico. Este tipo de agresiones, que requieren poca planificación, han ocurrido en Londres y Mánchester, Reino Unido; en Barcelona, España, y en Rusia, donde han matado a decenas de personas.
El simple hecho de que ISIS afirme que desatará el caos en la Copa del Mundo no significa que lo hará, pero a los analistas de seguridad los preocupa que el evento sea un blanco demasiado atractivo para que los militantes de ISIS se resistan, especialmente, dada la pérdida de territorio del grupo. “Un ataque exitoso [en Rusia] daría un tremendo impulso propagandístico al Estado Islámico y a sus combatientes y partidarios”, señaló en un reciente informe Matthew Henman, director del Centro Jane’s de Terrorismo e Insurgencia de la empresa de análisis IHS Markit con sede en Londres.
Uno de los riesgos principales: yihadistas rusos curtidos en batalla con experiencia en la producción de artefactos explosivos improvisados que han vuelto de Siria e Irak. De acuerdo con funcionarios de seguridad de Rusia, alrededor de 4,000 ciudadanos rusos, principalmente de la región del Cáucaso Norte, donde se ubica Chechenia, han combatido al lado de ISIS en Oriente Medio.
Aunque los ataques islamistas en Rusia tienen su origen en el volátil Cáucaso Norte, los combatientes leales a ISIS tienen la capacidad de atacar mucho más allá de esa área. Una de las ciudades sede del mundial que se encuentra en riesgo es Nizhny Novgorod, situada a poco más de 400 kilómetros de Moscú. El 4 de mayo, un militante de ISIS hirió a tres oficiales de policía en un tiroteo ocurrido en ese lugar.
El combatiente yihadista fue muerto por los servicios de seguridad tras atrincherarse en un departamento a solo 14 kilómetros del estadio en el que países como Argentina, Inglaterra y Suecia habrán de jugar. En febrero y en noviembre pasado, las fuerzas de seguridad de Rusia también mataron a tiros a militantes de ISIS que planeaban realizar ataques en la ciudad.
Las ciudades sede de la Copa del Mundo ubicadas en el sur de Rusia también están en riesgo, afirma Grigory Shvedov, redactor en jefe de la agencia noticiosa en línea Caucasian Knot, que monitorea la actividad de militantes islamistas en Rusia. Shvedov afirma que los ataques recientes de ISIS contra iglesias ortodoxas rusas en el Cáucaso Norte indican que el grupo yihadista se prepara para atacar objetivos sensibles. Volgogrado, que limita con la región del Cáucaso Norte, es una región cuya seguridad resulta particularmente preocupante.
En noviembre pasado, dos oficiales de policía fueron hospitalizados con heridas de cuchillo tras un ataque inspirado por ISIS en esta región del sur de Rusia, donde se jugarán partidos de las selecciones de España y Rusia, así como de Arabia Saudita e Irán. Cuatro años antes, en diciembre de 2013, un par de bombardeos suicidas ejecutados por militantes islamistas mataron a 34 personas en Volgogrado. Esos ataques fueron realizados por el Emirato del Cáucaso, un grupo yihadista ahora extinto cuyos antiguos miembros han jurado lealtad a ISIS.
Dadas estas posibles amenazas, el Kremlin incrementa sus operaciones de antiterrorismo. Los servicios estatales de seguridad “liquidarán” a 12 células militantes y arrestaron a 189 sospechosos entre enero y abril de este año, afirma Alexander Bortnikov, director del SFS. El SFS también ha ordenado el cierre de plantas químicas y otras fábricas de alto riesgo durante el evento, que tendrá un mes de duración.
Sin embargo, funcionarios de seguridad rusos insisten en que el torneo se llevará a cabo de manera segura, y señalan su éxito en la prevención de ataques durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. Empero, existen grandes e importantes diferencias entre Sochi y la Copa del Mundo. “Los Juegos Olímpicos de Sochi se realizaron en un momento en el que el Estado Islámico no estaba activo en Rusia”, dice Shvedov. “Actualmente, por desgracia, está extremadamente activo, especialmente en la región del Cáucaso Norte”.
ISIS no reivindicó su primer ataque en Rusia sino hasta 2015, cuando atacó un sitio turístico del sur de ese país y mató a una persona. Desde entonces, el grupo ha reivindicado una serie de bombardeos y tiroteos, entre ellos, 20 ocurridos en el Cáucaso Norte, de acuerdo con Caucasian Knot.
El Mundial de Futbol también les da a los yihadistas un número mayor de posibles blancos que los Juegos Olímpicos de Sochi, afirma Mark Galeotti, experto en los servicios de seguridad rusos del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga. “Sochi fue, esencialmente, un solo punto por vigilar”, dice. “Sin embargo, en la Copa del Mundo habrá demasiadas personas en demasiados sitios. Si alguien quiere realizar un ataque terrorista, no necesita atacar un estadio, solo requiere atacar, digamos, un depósito de autobuses cerca de ese estadio. Y de repente, eso se convertiría en un ataque contra el mundial”.
Los yihadistas no son los únicos que esperan utilizar la Copa del Mundo para promover su causa. Conforme se acerca el comienzo del torneo, los críticos de Putin esperan que los reflectores del mundo se enfoquen en lo que ellos denominan extensos abusos a los derechos humanos, que incluyen la violencia patrocinada por el Estado contra oponentes políticos.
El Kremlin parece asustado por esos planes. En un aparente intento de evitar manifestaciones frente a la prensa internacional, las autoridades rusas han prohibido las protestas en las ciudades sede hasta el 25 de julio. Los analistas afirman que el gobierno hace su mejor esfuerzo para asegurarse de que no haya muestras públicas de disenso ni siquiera antes de que esa ley entre en vigor: Alexei Navalny, líder de la oposición, fue encarcelado durante un mes el 15 de mayo por cargos relacionados con protestas. Sergei Boyko y Ruslan Shaveddinov, dos miembros de la organización anticorrupción de Navalny, fueron encerrados a finales de ese mes durante el mismo periodo; Kira Yarmysh, secretaria de prensa de Navalny, recibió una sentencia de 25 días. ¿Su delito? Tuitear sobre las protestas.
“La Copa del Mundo será una celebración del imperio eterno de los servicios de seguridad de Putin”, afirma Maria Alyokhina, miembro de Pussy Riot, la banda punk y colectivo artístico anti-Putin. “Las personas que vengan deberían darse cuenta de que vienen a un país en el que las personas son golpeadas en las protestas, torturadas en la cárcel y en las estaciones de policía, y en el que hay muchísimos presos políticos”.
Entre esos supuestos presos políticos: Oleg Sentsov, director de cine ucraniano. Un tribunal militar ruso lo condenó a 20 años de prisión en 2015 por acusaciones de terrorismo, aunque él afirma que se trata simplemente de una venganza por oponerse a la anexión de Crimea por parte del Kremlin. Sentsov llevó comida a soldados ucranianos a quienes las tropas rusas habían sitiado en sus bases durante la invasión.
Los fiscales afirman que él y Alexander Kolchenko, su coacusado, provocaron pequeños incendios en la oficina de Crimea del gobernante partido Rusia Unida de Putin y en la puerta de entrada de una oficina del Partido Comunista. También lo acusaron de planear la destrucción mediante explosivos de una estatua de Vladimir Lenin en Sebastopol, la capital de Crimea. Ambos hombres negaron los cargos.
Los críticos afirman que las pruebas contra ellos eran débiles. El principal testigo de la fiscalía retiró su testimonio diciendo que había sido torturado por investigadores para hacer afirmaciones incriminatorias. El tribunal también desestimó las declaraciones de Sentsov de que había sido golpeado por las fuerzas de seguridad y afirmó, en cambio, que sus golpes y rasguños eran resultado de su afición por el sexo sadomasoquista.
Amnistía Internacional equiparó a la audiencia en el tribunal con “los juicios simulados de la era estalinista”, mientras que muchos directores cinematográficos internacionales, entre ellos, Ken Loach, Mike Leigh y Wim Wenders, firmaron una carta abierta a Putin pidiendo la liberación de Sentsov. Grupos de derechos humanos afirman que casi 700 ucranianos están encarcelados en Rusia o en la ocupada Crimea por acusaciones motivadas políticamente. El Kremlin insiste en que no hay ningún preso de esa naturaleza.
El 14 de mayo, un mes antes de la ceremonia de apertura del Mundial de Futbol en Moscú, Sentsov comenzó una huelga de hambre indefinida, pidiendo “la liberación de todos los presos políticos ucranianos encarcelados en el territorio ruso”. Otros activistas también intentan destacar sus causas.
En mayo, 14 grupos de derechos humanos firmaron una carta abierta a la FIFA, instándola a presionar a Rusia para garantizar la liberación de Oyub Titiev, director de la organización de derechos humanos Memorial en Chechenia. Aunque no se realizarán partidos en esa región, la FIFA ha aprobado a Grozny, su ciudad capital, como base de entrenamiento de la selección de Egipto.
La policía chechena detuvo en enero a Titiev, de 60 años, supuestamente por estar en posesión de 170 gramos de cannabis. Ahora podría enfrentar hasta diez años de prisión. Sus partidarios dicen que los cargos fueron fabricados bajo las órdenes de funcionarios leales a Ramzan Kadyrov, el líder checheno. Anteriormente, Apti Alaudinov, el viceministro del interior checheno, había instado a los oficiales de policía a atrapar a los “enemigos” de Kadyrov mediante tácticas similares.
“Plántenles algo en el bolsillo”, dijo, en comentarios transmitidos por la televisión chechena. Poco antes del arresto de Titiev, hombres enmascarados incendiaron la oficina de Memorial en Ingushetia, una república del sur de Rusia que limita con Chechenia. No fue posible contactar a un vocero de Kadyrov para pedir sus comentarios.
Fundada en 1989 por disidentes soviéticos, Memorial ha obtenido el reconocimiento internacional por sacar a la luz la represión de la era soviética y los abusos del presente. Sin embargo, este grupo de derechos humanos señala que el catalizador de estos ataques fue probablemente el hecho de que Kadyrov haya perdido su cuenta de Instagram en diciembre pasado. “El cierre de la cuenta de Kadyrov tiene que ver con su imagen”, afirma Oleg Orlov, uno de los fundadores de Memorial. “Cuando se siente ofendido, todo deja de importarle; cualquiera que se interponga en su camino debe ser destruido”.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó a Kadyrov en diciembre por supuestos abusos contra los derechos humanos, entre ellos, su participación en asesinatos extrajudiciales. Facebook, empresa propietaria de Instagram, señaló que esta decisión significaba que estaba legalmente obligada a cerrar sus cuentas de redes sociales, en las que había amenazas contra los críticos del Kremlin; tenía más de tres millones de seguidores únicamente en Instagram. “Kadyrov y su círculo interno nos hicieron responsables de esto porque somos una de las poquísimas fuentes de información sobre abusos de derechos humanos en Chechenia”, dice Orlov.
La FIFA, que adaptó una política de derechos humanos apenas en 2017, señala su preocupación por el arresto de Titiev, pero ha rechazado las solicitudes de retirar su base de entrenamiento de la capital chechena.
Los miembros de Memorial esperan que la atención internacional hacia el caso de Titiev logre avergonzar a Putin y haga que ordene a las autoridades chechenas que lo liberen. Los analistas señalan que el exoficial de la KGB es la única persona en Rusia capaz de tener alguna influencia sobre Kadyrov, quien suele deshacerse en elogios al demostrar su amor por el líder del Kremlin. “La Copa del Mundo es muy importante para el Kremlin”, afirma Katya Sokirianskaia, quien alguna vez dirigió la oficina de Memorial en Chechenia. “Si las organizaciones internacionales, especialmente la FIFA, llevan el caso de Titiev a niveles altos, esperamos que Putin intervenga y libere a nuestro colega”.
Si bien algunos críticos del Kremlin esperan utilizar la Copa Mundial para manifestar sus quejas, otros desean arruinar todo el torneo de Putin llamando a un boicot internacional para el evento. Sin embargo, a unos días de la patada inicial, ni uno solo de los países que habrán de participar ha retirado a su selección nacional. Ni siquiera Londres, que ha acusado a Putin de ordenar un ataque contra Sergei Skripal, un exoficial ruso de inteligencia militar que espió para el MI6, ha querido perderse la mayor competencia de futbol en el mundo (el Kremlin niega estas acusaciones). En lugar de un boicot directo, el gobierno del Reino Unido ha rehusado enviar una delegación oficial al mundial. La familia real británica también ha desdeñado el torneo.
Hasta ahora, solo Islandia se ha unido a Inglaterra a rehusarse enviar una delegación gubernamental a Moscú para la ceremonia de apertura del torneo. Y es probable que a Putin no le preocupe. “Está acostumbrado a tener malas relaciones con Occidente”, afirma Kolesnikov, analista del Centro Carnegie Moscú. “Él puede arreglárselas sin delegaciones. Lo que importa es que vengan los futbolistas”.
Lo que importa también es que los aficionados, particularmente los rusos, tengan un buen comportamiento en las gradas. En años recientes, partidarios de la extrema derecha han desplegado esvásticas en los estadios, y en 2010, miles de hooligans y ultranacionalistas provocaron disturbios cerca de la Plaza Roja tras el asesinato de un aficionado, cometido por un residente de la región rusa del Cáucaso Norte, de mayoría musulmana. Los directivos del futbol ruso han dado algunos pasos para hacer frente al racismo. En 2017, nombraron a Alexei Smertin, excapitán de la selección rusa, como su enviado contra la discriminación.
Pero los problemas persisten. En marzo, aficionados rusos dirigieron cánticos racistas a Ousmane Dembélé, N’Golo Kanté y Paul Pogba de la selección francesa durante un partido amistoso contra Rusia en San Petersburgo. La FIFA multó al país con 30,000 dólares. “Incidentes ocurridos en meses recientes muestran cómo el racismo sigue siendo una parte muy arraigada en la cultura de los aficionados en Rusia”, dice Pavel Klymenko, que contribuye a monitorear ejemplos de discriminación de los aficionados para la red Futbol contra el Racismo en Europa.
De igual forma, los hooligans adquirieron una aterradora reputación en Rusia desde que causaron destrozos durante la Eurocopa de 2016 en Francia. Sin embargo, la mayoría de los expertos piensan que las fuerzas de seguridad no permitirán que se repitan esas violentas escenas; la Copa del Mundo es demasiado importante para Putin.
Varias fuentes del movimiento hooligan señalan que la policía ha advertido a los alborotadores conocidos que podrían enfrentar largas temporadas en prisión si hacen cualquier cosa que dañe la imagen internacional del país (las fuentes pidieron mantenerse en el anonimato debido a que se trata de un tema delicado).
“Pienso que evitarán los problemas en el torneo”, dice Vladimir Kozlov, autor de Football Fans: The Past and Present of Russian Hooliganism (Aficionados al futbol: el pasado y el presente del movimiento hooligan en Rusia). “Si los aficionados van a las afueras de Moscú en busca de aventuras, es posible que les pateen el trasero, pero eso no tendrá nada que ver con el movimiento hooligan”.
Con todo lo que se dice alrededor del torneo en relación con los yihadistas y la geopolítica, en ocasiones es fácil olvidarse de que se trata de un evento deportivo. A los rusos los emociona que las máximas estrellas del futbol vayan a jugar a su país, pero las probabilidades de que su selección nacional gane el torneo son prácticamente nulas. Rusia es uno de los equipos peor clasificados de cuantos participarán en la copa, y no ha avanzado más allá de las primeras rondas desde la caída de la Unión Soviética. “¿A quién vas a apoyar cuando Rusia sea eliminada?”, es una broma común entre los aficionados al futbol de Moscú.
El Kremlin no puede influir en lo que sucede en el campo, pero con un poco de ayuda de la FIFA, no deja nada al azar en otras áreas. Está cuidando hasta el menor detalle. ¿Un ejemplo? El video promocional de Putin e Infantino, el presidente de la FIFA, pateando un balón. Aunque la habilidad para el futbol de Infantino luce impresionante, algunas personas insinúan que una inteligente edición de video ha exagerado grandemente las capacidades de Putin (la FIFA no respondió a una solicitud de comentarios sobre el video).
“Todo esto se trata de demostrarle al mundo que Rusia puede llevar a cabo con éxito un evento de esta magnitud”, dice Viktor Shenderovich, un conocido escritor y aficionado al futbol de Rusia. “El futbol tiene una importancia secundaria. Para Putin, la propaganda es primero”.