Peligró hasta el último momento, pero finalmente parece que se producirá.
La cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un se acerca y, ante las grandes expectativas generadas, diversos expertos en política echan la vista atrás, hacia la época de la Guerra Fría, para recordar algunas historias de éxitos y errores en términos de diplomacia.
Entre ellas, las cumbres entre presidentes estadounidenses y líderes soviéticos o chinos.
Trump no es Kennedy o Reagan, ni Kim es Gorbachev o Mao, destacan los analistas; pero algunas de las negociaciones que mantuvieron en un momento tan turbulento de la Historia presentan ciertos paralelismos.
Si hay una reunión con la que se traza algún tipo de paralelismo esa es la que mantuvieron el presidente John F. Kennedy y el líder de la Unión Soviética Nikita Khrushchev en 1961, según Nikolai Sokov, quien trabajó para el ministerio de Exteriores de la desaparecida Unión Soviética (URSS) y participó en las negociaciones con Estados Unidos sobre las armas nucleares de Rusia.
Aquel encuentro, celebrado en Viena, fue un fracaso para muchos historiadores: el joven presidente estadounidense llegó poco preparado tras sólo cuatro meses en el cargo, con muchas expectativas y una posición muy rígida; y acabó viéndose arrastrado por el experimentado Khrushchev, de 67 años.
En esas conversaciones, la tensión entre las dos superpotencias se elevó hasta el punto de que el líder soviético advirtió: "Si Estados Unidos quiere comenzar una guerra por Alemania, que así sea", según recordó un funcionario del Departamento de Estado.
En una entrevista posterior con un periodista del diario The New York Times, Kennedy reconoció: "(Khrushchev) me destrozó".
El fracaso de la cumbre dio lugar a la crisis de los misiles de Cuba, el muro de Berlín y la guerra de Vietnam, algo "que no anima demasiado" si se compara ahora con la cumbre entre Trump y Kim, dice en conversación con BBC Mundo el exfuncionario de la URSS Nikolai Sokov.
Por eso, Sokov, que ahora es investigador del Centro James Martin de Estudios de No Proliferación Nuclear en California, insiste en que una de las claves está en ajustar las expectativas.
"La cumbre puede ser exitosa con una agenda limitada, o puede fracasar por llevar una agenda muy ambiciosa", explica.
Sokov, no obstante, considera que no hay que sobrestimar la experiencia del pasado, pero remarca varias condiciones que pueden favorecer el éxito: "Una buena preparación o saber el resultado al que se va a llegar".
"Yo personalmente, estaría muy satisfecho con un resultado limitado: sería lo más eficiente. Si acordaran simplemente mantener el contacto, continuar las negociaciones… sería el mejor resultado".
Otra de las históricas reuniones que salen a colación al hablar del encuentro entre Kim y Trump es el viaje que realizó Richard Nixon a China en 1972 y la reunión que allí mantuvo con el fundador de la República Popular, Mao Zedong.
Fue la primera vez que un presidente estadounidense en el cargo pisaba el país asiático tras décadas de hostilidades entre ambos. La enemistad era tal que el equipo de Nixon no tenía ni siquiera claro si Mao se reuniría con el líder estadounidense hasta que llegó China.
El hecho de que China ya contara con armas nucleares ayudó a que Estados Unidos "aceptara la existencia de una China comunista", recuerda Jeffrey Lewis, académico del Instituto Middlebury de Estudios Internacionales de Monterey, California.
"Las armas nucleares fueron parte de la razón por la que Estados Unidos reconoció que (China) era un país importante y que no podía continuar ignorándolo".
"Creo que esa es una de las lecciones que Corea del Norte ha aprendido", añade en conversación con BBC Mundo.
Lewis apunta que entre el encuentro de Mao y Nixon y el de Trump y Kim, no obstante, hay una gran diferencia: para que sucediera el viaje de Nixon se produjeron "largas y serias conversaciones entre funcionarios muy competentes", como el exsecretario de Estado Henry Kissinger, promotor del acercamiento con los chinos.
"(El actual secretario de Estado) Mike Pompeo no tiene nada de experiencia", destaca.
Entre otras lecciones que se desprenden de aquel importante viaje, se encuentra una "paradoja", en opinión de Lewis.
"En Estados Unidos, tendemos a pensar ingenuamente que las armas nucleares son malas y que la gente que las quiere tiene que ser mala, pero en realidad las personas en China que las querían eran las mismas que querían mejorar la relación con EE.UU. (…) Tenemos que estar preparados para la idea de que los norcoreanos que quieren desarrollar armas nucleares son también aquellos que quieren buenas relaciones con EE.UU.".
Si se hace una búsqueda rápida a las crónicas periodísticas de la época, parte del relato de la reunión que mantuvieron Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev en Islandia en 1986 recuerda inevitablemente a la relación entre Kim y Trump en la actualidad.
Reagan, entonces, llegó al encuentro después de haber tildado a la URSS del "imperio del mal"; mientras Gorbachev había considerado que Reagan era un "mentiroso", entre otras cosas… una batalla dialéctica similar a la que vimos este año entre el propio Trump y Kim Jong-un.
"En aquel momento, la gente estaba muy preocupada porque Reagan estaba siendo muy agresivo con los soviéticos (…) había miedo de una III Guerra Mundial", recuerda Peggy Grande, exasistente ejecutiva y confidente de Reagan tras dejar la presidencia, y quien considera que Trump está siendo inteligente en seguir el ejemplo de su predecesor.
En esa reunión en Reykavik, Reagan llegó con poca información sobre lo que Gorbachev quería sacar del encuentro, según se desprende de documentos oficiales de la época recogidos por el diario Washington Post.
"Gorbachev ofreció al sorprendido Reagan concesión tras concesión, incluido el desmantelamiento de cientos de armas nucleares", recuerda el escritor David E. Hoffman en un artículo de opinión en el Post, en el que explica cómo ambos "improvisaron" el desmantelamiento de sus arsenales nucleares, en el caso de Reagan sin haber consultado a algunos funcionarios clave de su gobierno.
El presidente estadounidense estaba "maravillado", señala Hoffman; pero entonces el líder soviético le pidió que pusiera un límite a la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) ─el escudo antimisiles que los medios de comunicación bautizaron como "guerra de las galaxias"-.
Y Reagan dijo no, zanjando el encuentro.
¿La lección? "Conoce las intenciones de tu adversario y sus capacidades antes de sentarte con él. Eso es para lo que tenemos agencias de inteligencia, diplomáticos y académicos", insta Hoffman, que ganó un premio Pulitzer con su libro "La mano muerta: la historia no contada sobre la carrera armamentística de la Guerra Fría y su peligroso legado".
Pese a que ambos líderes se fueron poco contentos a casa, su reunión islandesa fue vista posteriormente como un éxito, pues abrió el camino para que poco después acordaran acabar con todos los misiles nucleares y convencionales de alcance corto e intermedio, así como sus lanzaderas; un paso clave para el fin de la Guerra Fría.
Por eso, Peggy Grande, que conoció a Gorbachev en encuentros que mantuvo con Reagan posteriormente, considera que "hay que recordar que el camino a la paz no es recto, lineal o predecible".
"No lo era entonces, en los años 80, ni lo será ahora. Entonces, el mundo se sorprendió incluso con el hecho de que Reagan se sentara a la mesa con Gorbachev y nunca imaginó que eso llevaría a la eliminación de toda clase de armas nucleares, y al final a la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética y a la libertad para buena parte de Europa oriental".
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