Aunque en algunos estados del país los casos de corrupción han sido más escandalosos, en cada rincón de México existe “una forma muy desprolija de asumir el ejercicio público, como una cosa de oportunismo, explica Miguel Pulido, coautor del Atlas Ilustrado de la Corrupción.
Junto con Carolina Rocha, Pulido trabajó en la realización de una representación gráfica que permitiera ubicar, en cada entidad, los casos de corrupción que, en palabras del autor, “arrebata vidas, quita educación y niega futuros” todos los días.
De acuerdo con Carolina, la idea de explicar gráficamente la corrupción a lo largo del país se le ocurrió mientras reflexionaba sobre los recientes escándalos de corrupción en Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz, así como en los exgobernadores prófugos por desvío de recursos.
Inicialmente, dijo, tomó la imagen de un mapa de México de internet, y con un editor de imágenes le escribió los nombres de algunos exgobernadores acusados de corrupción, lo que le hizo darse cuenta de la importancia de realizar un ejercicio más amplio y profundo del tema.
Fue entonces cuando acudió con Miguel Pulido, a quien le comentó la idea y aceptó que en conjunto desarrollaran este proyecto, que resume los casos más polémicos sobre corrupción en el país durante los últimos 18 años.
Para los autores, la corrupción ha existido desde hace más de un siglo en el país; sin embargo, en los últimos años los mecanismos para el desvío de recursos se han sofisticado.
“Las empresas fantasma, por ejemplo, nos muestran que la forma de saquear actualmente está dotada con una inteligencia financiera y la posibilidad de dispersar recursos a gran velocidad con el uso de instrumentos financieros”, explicaron los autores.
Sin embargo, destacó Pulido, no en todos los estados existe una estructura política de oposición ni medios de comunicación que visibilicen los actos de corrupción.
“En estados como Colima, Aguascalientes, Yucatán o Campeche, uno tiene la idea de que no hay escándalos de corrupción, que están fuera del foco de discusión, pero te acercas con fuentes locales y lo que se concluye es que en cada rincón, cada región y cada estado hay diferentes formas de llevar a cabo este tipo de actos”, dijo.
El hecho de que haya estados en donde la corrupción es más visible, como Veracruz, Quintana Roo o Chihuahua, de acuerdo con la coautora, se explica porque “en algunos lugares los contrapesos son menores desde la lógica del control político, además de que el trabajo periodístico no fomenta la discusión pública de los casos”.
En el caso de Quintana Roo, los autores abordaron la corrupción desde la construcción de grandes complejos hoteleros que llevaron a la destrucción de la reserva natural, hasta los vínculos con el narcotráfico de algunos funcionarios y el esquema de desvío de recursos por el cual el exgobernador Roberto Borge se encuentra actualmente preso.
Otro ejemplo de los más escandalosos es el del estado de Veracruz, en el que documentaron malversación de recursos por parte de los exgobernadores Fidel Herrera y Javier Duarte, actualmente preso acusado de desvío de recursos públicos a través de empresas fantasma y desaparición forzada.
En palabras de Miguel Pulido, “los casos no se alcanzan a comprender en su justa dimensión y la de sus efectos. La gente se queda con la idea de un personaje villano, como si este fuera un corrupto solitario, sin un entendimiento de que es mediante una estructura que se realiza el saqueo”.
“Esa falta de memoria se produce porque siempre hay un escándalo nuevo que tapa al anterior. Entonces vamos nombre tras nombre, villano tras villano, y eso vuelve muy ligera la discusión sobre la corrupción”, abundó.
Ambos autores coincidieron en que para terminar con la corrupción, “lo primero es dejar de normalizarla y de celebrarla, porque de otra forma no se rompe la cadena de impunidad”.
Para Carolina Rocha, la corrupción “no tiene que ver con partidos –porque los corruptos brincan de unos a otros -, sino con las reglas del juego”.
“Si queremos terminar con este fenómeno, tenemos que encontrar la forma de que se cumplan las reglas y que se castiguen las conductas que lastiman a la sociedad en vez de celebrarse. Hasta que algo así no suceda, no podremos hablar verdaderamente de un combate a la corrupción”.