Suena demasiado bueno para ser cierto: uno trae sus ahorros a Argentina, los cambia a pesos y los invierte en un bono local. Un año después, tiene un 40% más.
Al menos esa es la teoría con la nueva tasa de interés del 40% y contando con que esa plusvalía no se la coman la inflación (la segunda mayor del mundo tras Venezuela) y alguna posible devaluación.
Y es que después de una serie de turbulentos días, Argentina empieza esta semana con el precio oficial del dinero más alto del mundo, seguido de lejos por Surinam (25%), Venezuela (21,7%) y Haití (20%).
El viernes, el Banco Central argentino subió por tercera vez en una semana la tasa de interés con el objetivo de mitigar la devaluación del peso, que perdió 15% de valor en 10 días debido a la fuga de capitales hacia Estados Unidos.
La estrategia del Central parece haber tenido éxito: el lunes, el dólar arrancó estable y las voces que el viernes vaticinaban una nueva crisis económica fueron acalladas.
Al menos por ahora.
Desde que llegó al gobierno en diciembre de 2015, el presidente Mauricio Macri le dio un giro al manejo de una de las economías más inestables de la región (la tercera más grande).
Su estrategia —que cuenta con promesas tan ambiciosas como llegar a la "pobreza cero"— ha sido abrir y ajustar la economía de a pocos para que haya equilibrio fiscal y vuelvan las inversiones tras una década de proteccionismo.
Por eso, entre otras cosas, saldó cuentas con Wall Street para poder volver a emitir deuda; aumentó a cuenta gotas las tarifas de los servicios públicos; reestructuró el gasto público; acabó con el control de cambios y desreguló el mercado financiero.
Uno de los ejes del plan, destinado a aniquilar la segunda inflación más alta del mundo después de Venezuela, fue fijar tasas altas de interés para promover el ahorro y darle atractivo a una moneda, el peso, que ha sufrido cualquier cantidad de golpes desde que remplazó, en 1992, al también atribulado austral.
En estos dos años, Argentina se convirtió un interesante destino de inversiones financieras. La gente empezó a ahorrar en pesos, aparecieron los créditos hipotecarios y sacar una tarjeta de crédito pasó de ser casi imposible a ser más o menos fácil.
Pero en el momento que el gobierno —al poner un impuesto a la renta financiera la semana pasada— quiso bajarle las revoluciones a lo que muchos llamaron la "fiesta financiera", y los capitales emprendieron rumbo a Estados Unidos. La estrategia tuvo que ser reacomodada.
Así se llegó a la insólita cifra del 40%.
"La medida por ahora ha sido efectiva y en ese sentido fue razonable, pero el problema es lo que queda ahora", le dice a BBC Mundo Martín Alfie, economista de la consultora Radar.
"Esto (la tasa) encarece el crédito, genera incertidumbre y hace que se empiece a pensar que la inversión financiera es más rentable que otra inversión", agrega Alfie.
"Pero además hay que ver cómo se desarma".
El Banco Central y el gobierno han dicho que la tasa del 40% es transitoria, pero los analistas temen que las condiciones para volverla a bajar, que dependen del convulso contexto internacional, no se den en el corto plazo.
"Se corre el riesgo de que los capitales que entran ahora se vuelvan a ir después, tan rápido como llegaron, cuando bajen la tasa", opina el analista.
Pero además de los riesgos, esta tasa de interés tiene efectos concretos sobre muchos argentinos que dependen del crédito para poder trabajar.
Unos, explica Alfie, son los pequeños y medianos empresarios, que representan el 70% del empleo.
Muchos de ellos usan a través de los bancos la figura del descuento de cheque para cobrar por adelantado pagos pautados para dentro de unos meses.
Con una tasa de interés demasiado alta, esta figura puede ser un tiro en el pie para el pequeño empresario, que en este momento también está pasando dificultades debido a la inflación y los aumentos de tarifas.
"Hay que ver cómo se traslada esta nueva tasa de interés a las otras tasas; cómo va a afectar a quienes refinancian sus tarjetas de crédito a plazos", explica Alfie.
"Pero es que en esto el remedio es malo, pero la enfermedad hubiese sido peor", asegura en referencia a lo que hubiera pasado si no suben la tasa de interés: se disparan el dólar y la inflación, y cunde el pánico.
"Es el costo que hay que pagar (…). Ahora dependemos de esos capitales internacionales para la estrategia que escogió el gobierno y en ese sentido se optó por la medida razonable", concluye.
Esos capitales internacionales manejados por banqueros alrededor del mundo probablemente ahora se vuelquen a Argentina para aprovechar el 40% de interés.
Como son inversiones en pesos, se arriesgan a que en el futuro el dinero invertido pierda valor por una nueva devaluación y por la inflación.
Las medidas tomadas el viernes por el gobierno, que incluyen un fuerte recorte del gasto público, pueden enfriar la economía y desacelerar el crecimiento.
Pero los analistas coinciden en que se evitó la tormenta. La pregunta es si habrá otra. Y que no la haya suena demasiado bueno para ser cierto.