Después de una segunda visita sorpresiva a Pyongyang del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, ya están listos los planes para la histórica reunión que celebrarán Donald Trump y Kim Jong-un en Singapur el 12 de junio.
Para preparar la reunión, Kim liberó a tres estadounidenses detenidos en Corea del Norte. Y Trump se retiró del acuerdo nuclear con Irán.
Un riesgo de la decisión del presidente estadounidense, que él ya había concebido hace varios meses, es que envía un mensaje equivocado al líder norcoreano de que no puede confiarse en Estados Unidos porque no es capaz de honrar sus compromisos.
Esto no es tan importante como parece. Para empezar, Pyongyang confía poco en Washington, y la propia Corea del Norte tiene un largo historial de engaños.
Pero el razonamiento de Trump para retirarse del acuerdo de Irán -de que era "defectuoso en esencia" debido a que no había logrado resolver cada uno de los problemas con Irán- establece una prueba de que Trump va a fracasar en sus conversaciones con Kim.
Irónicamente, es probable que Trump persiga con Pyongyang el mismo tipo de estrategia limitada que el expresidente Barack Obama estableció con Teherán.
Si existe una solución amplia para Corea del Norte, lograrla tomará años y deberá pasar por varias fases difíciles. Se requerirá paciencia estratégica, precisamente lo que Trump no ha podido mostrar con la decisión que tomó sobre Irán esta semana.
Al rechazar el acuerdo de Irán, Trump equiparó el derecho de Irán a un programa nuclear civil como el trayecto hacia un arma nuclear.
La única solución aceptable es la total desnuclearización.
Bajo los estándares de Trump, Pyongyang necesitará ofrecer una divulgación completa de todo su complejo nuclear, desmantelarlo, entregar sus misiles y permitir a los inspectores nucleares entrar a todas partes y tener acceso a todas horas a las instalaciones militares, indefinidamente.
Corea del Norte nunca ha hecho ninguna de estas cosas.
Convertirse en una potencia nuclear de facto es el único logro de la familia Kim durante sus siete décadas de gobierno. Es difícil comprender por qué el joven Kim estaría dispuesto a renunciar a esto.
Y si está dispuesto a negociar, el precio será alto. No renunciará a sus capacidades nucleares por adelantado.
Así, lograr una solución amplia no es algo realista por ahora. Lo mejor que puede hacer Trump es un enfoque gradual, exponer toda la serie de preocupaciones, resolver un problema y después continuar trabajando sobre ello, el mismo enfoque que los líderes europeos recomendaron -y que Trump rechazó- en el contexto de Irán.
La reunión inicial entre Trump y Kim durará un día, o dos como máximo. Un logro razonable sería un acuerdo marco amplio que guíe las futuras negociaciones.
El complejo nuclear norcoreano es significativamente más grande que el de Irán.
Si Pyongyang acuerda realmente la desnuclearización -un gran interrogante- tomará años producir un punto de referencia creíble para la divulgación de sus armamentos y capacidades de investigación, su desmantelamiento y el establecimiento de un régimen permanente y agresivo de verificación.
Ya que el problema nuclear es la parte más complicada, un primer acuerdo podría ser un tratado de paz que ponga fin formalmente a la Guerra de Corea.
Esto serviría como una útil medida para restaurar la confianza. A medida que las fuerzas armadas se retiren de la frontera coreana, el riesgo de que se intensifique el conflicto se reduciría mucho.
Además, Estados Unidos podría forzar a Corea del Norte a poner fin a sus actividades cibernéticas ilícitas, desde robos de bancos hasta hackeos como el ataque a Sony Pictures Entertainment en 2014.
Si Pyongyang desea tener mejores relaciones con sus vecinos y una mayor inversión económica, tendrá que mejorar su historial de derechos humanos y la transparencia de su gobierno.
Esto podría incluir dar una explicación sobre los ciudadanos japoneses secuestrados durante la Guerra Fría y abrir su vasto sistema de prisiones políticas.
Esta podría ser la tarea más difícil para el régimen norcoreano. Trump indicó esta semana que el pueblo iraní merece un mejor gobierno. También el pueblo norcoreano.
El presidente debe decirlo, pero su apoyo a los derechos humanos es selectivo.
Trump descartó lo que el acuerdo de Irán sí logró en realidad. Éste detuvo la marcha hacia otra guerra en Medio Oriente, ofreció una ventana valiosa hacia la actividad nuclear de Irán, volvió a abrir un canal diplomático importante entre Washington y Teherán y creó tiempo para que los dos países manejaran mejor su relación.
Cualquier acuerdo progresivo con Corea del Norte potencialmente tendrá beneficios similares, incluso si inicialmente no logra resolver cada problema entre los dos países.
La política de Trump de "máxima presión" no equipara su personalidad pomposa. Lo más probable es que haya un acuerdo de algún tipo que el presidente se encargará de presentar como un importante logro de política exterior.
Y ¿qué respondería sobre la clara inconsistencia entre sus políticas hacia Irán y Corea del Norte?
El acuerdo de Irán era defectuoso porque fue negociado por Obama. Por definición, cualquier acuerdo de Trump es mejor y, por supuesto, será merecedor del Premio Nobel de la Paz.
P.J. Crowley es ex subsecretario de Estado de Estados Unidos y autor de Red Line: American Foreign Policy in a Time of Fractures Politics and Failing States (Línea Roja: La política exterior estadounidense en momentos de fracturas políticas y Estados fallidos).
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