No sólo asegura que seamos capaces de juzgar las temperaturas y sentir dolor. También nos ayuda a mantenernos erguidos al sentir el suelo debajo de nuestros pies.
Y nos permite establecer conexiones emocionales con otras personas.
Por eso perder el sentido del tacto puede tener un gran impacto, como bien sabe Yvette Wong, de Liverpool, en Reino Unido.
“Con mis pies, simplemente no puedo sentir nada. Si los meto en agua caliente, no me doy cuenta. Cuando saco el pie, está rojo brillante, pero no me quema“, le cuenta a la BBC.
El acto de tomar un baño es potencialmente peligroso para alguien como Wong.
Pero hay un problema aún mayor, uno que ya la ha afectado.
“Me caigo. Me ha pasado en la calle”.
Cada año, solo en Inglaterra, alrededor de 250.000 mayores de 65 años terminan en los servicios de emergencias de los hospitales después de una caída, y un sentido del tacto deteriorado es una de las principales razones.
A Yvette Wong, solo salir a dar un breve paseo en su propia calle, sobre un pavimento que conoce, la desequilibra.
“Me siento inestable. Si no me concentro, me voy para cualquier lado”.
El mal que afecta a Wong se llama neuropatía periférica y se estima lo padecen una de cada diez personas mayores de 55 años.
Las causas son muchas y variadas, pero definitivamente aumentan a medida que envejecemos.
“Hay nervios en la piel que no solo responden a un estímulo mecánico que llamamos tacto. Los hay que responden a la temperatura, el dolor o el picazón“. Hay un nervio táctil recientemente descubierto que responde al tacto suave“, explica Francis McGlone, de la Universidad John Moores en Liverpool, uno de los principales expertos sobre el sentido del tacto.
“En general, probablemente haya 20 tipos diferentes de receptores en la piel que le informan a tu cerebro sobre los eventos en tu cuerpo”.
¿Qué sucede en estos receptores a medida que envejecemos?
“Los receptores táctiles dependen de la piel en la que están. A medida que la piel envejece, puede haber algunas diferencias sutiles en la forma en que estos receptores táctiles pueden codificar el contacto en la superficie del cuerpo”.
“Pero creo que el receptor táctil más importante está en las articulaciones y los músculos, que se ven afectados con la edad, y por eso las personas mayores se caen más a menudo”.
Entonces, esa fragilidad de la vejez es una indicación de que estos receptores en las articulaciones y los músculos no funcionan tan bien como antes.
Debemos prestarle tanta atención a nuestro sentido del tacto como a los otros sentidos.
Si perdiéramos la vista o el oído, iríamos al médico inmediatamente.
Así mismo debería ser con el tacto.
Y hay un examen muy simple que cualquiera puede hacer para averiguar en qué estado se encuentra su sentido del tacto: la prueba de Ipswich.
Te piden que cierres los ojos y te tocan las puntas del primer, tercer y quinto dedos del pie para probar si puedes sentirlos.
Si fallaras en dos de seis, eso sería una indicación de que hay alguna posibilidad de neuropatía, y serías referido a un neurólogo o endocrinólogo.
Estos especialistas a su vez prueban tus reacciones usando unos dispositivos llamados filamentos de Von Frey. Es una forma mucho más precisa de medir la sensibilidad táctil.
¿Qué podemos hacer para ayudar a proteger ese sentido del tacto a medida que envejecemos?, le preguntamos al experto, quien aconsejó:
Finalmente, hay otro aspecto del tacto que vale la pena ejercitar… tocar.
De vuelta en la Universidad John Moores, el profesor Francis McGlone nos habló acerca de un nuevo y emocionante campo de investigación.
Todos los animales sociales, todos los humanos, tienen una biblioteca de nervios en la piel que responde al tacto suave. Y no se trata de sentir con los sentidos sino con la emoción.
Es decir, las caricias envían mensajes a hacia las partes del cerebro que básicamente procesan la emoción, en lugar de las partes del cerebro que procesan la sensación.
Pero ¿qué significa eso?
Bueno, en pocas palabras, el tacto suave induce una reacción emocional, y la evidencia está en todas partes.
Hay evidencia en experimentos como lo que se llama el toque de Midas: si una camarera o camarero nos toca en el hombro cuando está tomando nuestro pedido, obtiene mejores propinas.
Y para las personas mayores que rara vez están expuestas al contacto físico suave, éste podría ser vital. Hay evidencia de eso, también.
Los ancianos que reciben caricias comen más y mejor.
Por lo tanto, existe un nervio sensible al tacto suave en todos los mamíferos sociales y debe ser tocado para promover la supervivencia y el bienestar.
La ciencia ha demostrado lo que intuitivamente hemos sabido durante mucho tiempo: el contacto humano es primordial.