La primera parte de su vida, el escritor Sergio Pitol (Puebla, México, 1933) sólo conoció su recámara.
Cuando se recuperó de la malaria que lo mantuvo postrado doce años, lo único que pensaba era en viajar.
Y lo hizo sin descanso. Soltar amarras, enfrentarse sin miedo al mundo y quemar las naves cada que fue necesario, decía de él mismo.
Este jueves el reconocido escritor, traductor, diplomático y ganador del Premio Cervantes en 2005, murió a los 85 años de edad en su residencia en Xalapa, Veracruz, en el sureste de México.
Como al inicio de su vida, Sergio Pitol estuvo obligado a permanecer postrado por una afasia progresiva que se agravó en los últimos años. Una enfermedad que le impedía moverse, le arrancó la memoria y su capacidad de comunicarse.
Fue algo difícil para quien sus alumnos y colegas conocían como un escritor errante, generoso, siempre preocupado por la difusión de la cultura y la preservación del patrimonio artístico.
Sergio Pitol fue diplomático desde 1960, consejero cultural en las embajadas mexicanas en Francia, Hungría, Polonia y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
También fue embajador en Checoslovaquia y director de asuntos culturales en la Cancillería mexicana.
El escritor Carlos Monsiváis solía decir que la especialidad de Pitol era definir a los mexicanos desde la ausencia, lejos de su país.
Pudo hacerlo gracias a su carrera diplomática que se refleja en algunos de sus libros, como "El Arte de la Fuga", "El Viaje" y "El Mago de Viena".
Para aliviarle del aislamiento forzado de su enfermedad, su familia le hacía escuchar ópera y le leían algunos libros, según explica el diario La Jornada.
Hace unas semanas en Xalapa se realizó una ceremonia para celebrar sus 85 años de vida. Una de sus alumnas, Luz Fernández, compartió algunas anécdotas con el escritor y lo describió.
Sergio Pitol era "un caballero chejoviano del siglo XIX", dijo.