Sentado en un banco en la calle Queen, una de las principales avenidas comerciales de la ciudad de Auckland, en Nueva Zelanda, Larry Woods pasa la tarde lustrando zapatos.
Vestido con un traje impecable y sombrero bombín, este estadounidense de sesenta y tantos años ofrece a sus clientes sacarle el brillo a sus zapatos sin necesidad de pagar un solo peso.
Pero éste no fue siempre el oficio de este hombre nacido en Los Ángeles y criado en San Francisco, al que todos conocen como "Mr. Sunshine".
En los años 80, ni siquiera tenía necesidad de lustrarse los suyos: Wood era poseedor de una inmensa fortuna.
Todo comenzó en San Francisco. Allí conoció a una neozelandesa que se convirtió en su primera esposa.
Cuando los padres de su mujer se enfermaron, la pareja se mudó a Nueva Zelanda, donde participaron en la empresa familiar que manejaba un exitoso negocio de venta de vitaminas.
La empresa finalmente se vendió y Woods recibió a cambio US$3,6 millones.
Esta suma lo convirtió de la noche a la mañana en millonario y, su vida, según le contó a la BBC, cambió radicalmente.
"Me compré dos Rolls-Royce, tenía dos choferes… Iba de fiesta, bebía".
"El dinero me volvió blando y débil porque podía tener todo lo que quería", dice.
Woods recuerda que, en ese momento, dejó de respetar a la gente.
"Cuando tienes tanto dinero crees que todos tienen que hacer lo que tú les dices. Eso es algo que hace el dinero".
"Puede hacerte arrogante", añade.
"Te hace creer que eres mejor que los demás, porque tienes más bienes materiales".
Pero no fue sino hasta que ocurrió un encuentro fortuito con un anciano chino en una verdulería, que Woods se dio realmente cuenta de en qué persona se había convertido tras ganar su fortuna.
Solía ir casi todos los días a una tienda de comestibles atendida por una mujer china y su madre.
Un día encontró a un hombre de unos 85 años y no a las mujeres.
Desconcertado, Woods lo trató muy mal.
Pero cada vez que dejaba un producto rudamente en el mostrador, el anciano respondía con un humilde "gracias".
"Cuando me estaba yendo me sentí tan estúpido. Le dije: ‘Lo siento’ y decidí que eso nunca volvería a pasar y cambié", recuerda Woods.
Woods se divorció finalmente de su esposa, se deshizo del resto de su fortuna y comenzó una nueva vida en la que incluso llegó a ser bailarín de striptease.
Angustiado tras una serie de traspiés y sin un peso, se desahogó en una consulta médica.
Fue el mismo médico quien lo ayudó a reflexionar y reencaminarse, confiesa Woods.
"Él me dijo: ‘Sabes Larry, hay tres maneras de hacer las cosas: puedes hablar sobre ellas, pensar sobre ellas o hacer algo’".
Woods se dio cuenta de que él era un hombre de acción.
Así fue como arrancó, hace 13 años, con la idea de lustrar zapatos.
La lustrada es gratis, pero lo que le da dinero es la venta de una pomada de cera para lustrar zapatos y otros objetos de cuero, que a US$14 por pote le da lo suficiente como para vivir.
Woods trabaja y entretiene a sus clientes. Alegre y extrovertido, sabe cómo robarle una sonrisa a la gente.
"La gente me dice: ‘Me has hecho el día’", cuenta satisfecho.
"Este hombre es una leyenda", comenta a la BBC un joven que para regularmente para que Woods le limpie su calzado.
"Mira lo que ha hecho con mis zapatos. Imagina lo que puede hacer por tu espíritu", añade.
Para muchos, dejar de vivir en una mansión para mudarse a un departamento de dos ambientes provisto por los servicios sociales significa un descenso, como mínimo.
Pero Woods no lo ve así.
Dice ser mucho más feliz ahora que cuando era millonario.
"No me hacen falta los Rolls-Royce, puedo andar en autobús. No tengo que ser alguien, solo trato de ser buena gente, eso es todo", asegura.
"Cuando me levanto me miro en el espejo y no me deprimo: ¿cómo puedo sentirme triste cuando tengo tantas otras cosas? Hay tantas cosas por las que sentirse feliz".
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