En la carrera a la presidencia de Costa Rica, en la que se impuso el candidato oficialista, Carlos Alvarado con más del 60% de los votos, el debate se centró en la religión y los derechos humanos.
Sin negar la importancia de estos asuntos, eso hizo que, para los analistas, las discusiones pasaran muy por encima de los principales problemas del país centroamericano.
La grave crisis fiscal es uno de ellos, además del aumento de la criminalidad o la desigualdad, según destacan los expertos consultados por BBC Mundo.
En esta nota recopilamos las cuestiones más urgentes y analizamos la situación que enfrentará el nuevo presidente de Costa Rica cuando asuma el poder el próximo 8 de mayo.
Todos los analistas consultados por BBC Mundo coinciden en que el asunto más "crítico" para el nuevo presidente de Costa Rica es la crecida del déficit fiscal (la diferencia negativa entre los ingresos y los egresos públicos) y la deuda.
"Por mucho es la principal amenaza. Hubiese pensado y esperado que hubiese sido el monotema de las elecciones: era lo que correspondía, que no se hablara de nada más", lamenta Juan Carlos Hidalgo, analista de políticas públicas sobre América Latina del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Instituto Cato, un centro de análisis con sede en Washington.
La deuda del sector público equivale actualmente al 49 % del PIB, el doble que hace diez años, y se estima que el déficit fiscal supere el 7% este 2018.
Hidalgo considera que a Costa Rica le queda "un año" para entrar en crisis si no se toman medidas, que en su opinión deben centrarse en el gasto y en los ingresos, por ese orden.
En febrero, el plenario del Legislativo costarricense aprobó una vía rápida para la reforma de impuestos propuesta por el gobierno de Luis Guillermo Solís, que abandonará su cargo en mayo.
Pero, incluso si sale adelante, para el analista no es suficiente.
"Tiene un énfasis casi exclusivo en el aumento de impuestos, en los ingresos: la historia de los últimos 30 años indica que cada vez que se aumentan impuestos para resolver una situación (ésta) mejora temporalmente, pero luego vuelve a deteriorarse".
"No hay ningún control de cantidad del gasto (….) Y el reloj está corriendo", opina.
En los últimos años, la situación de estabilidad y seguridad de Costa Rica ha empeorado, especialmente por el crimen organizado, que ha ganado terreno.
"Hoy lastimosamente Costa Rica no es el país más seguro de Centroamérica. Eso ha despertado todo tipo de alertas en las autoridades", reconoce en conversación con BBC Mundo el director de la policía municipal de San José, Marcelo Solano.
Solano repasa las cifras para describir la situación: tasa de homicidios por encima del 12 por cada 100.000 personas, un 52% de ellos atribuidos al narcotráfico; y el 70% de ellos personas menores de 30 años.
El primer trimestre de este 2018 "ha sido el más sangriento de la historia de Costa Rica" con 146 homicidios, apunta.
En 2017, se llegó a una cifra histórica: un total de 603.
En su opinión, el "enorme reto" del presidente electo será recuperar los índices de estabilidad que tenía la llamada "Suiza de Centroamérica", que se ve amenazada por el tráfico de drogas desde y hacia países como Colombia, Jamaica y México.
"Durante muchos años, Costa Rica fue una ruta de paso. Pero hoy también es bodega y consumo (de drogas)", explica.
No obstante, el director de la policía municipal capitalina trata de contextualizar el fenómeno, recordando la situación en otros países de la región -sobre todo, del triángulo norte de Centroamérica-.
Aunque la tasa de homicidios en Nicaragua es, por ejemplo, del 7 por cada 100.000 habitantes, en El Salvador llega al 60, en Honduras al 42,8 y en Guatemala al 26,1.
"Creemos que Costa Rica y el triángulo sur hemos sabido sortear de buena manera la enorme presión internacional del crimen hacia ese territorio. Estamos en una zona muy complicada", remarca.
Entre las acciones que debería tomar el presidente, Solano cree que deberían estar el fortalecimiento de la capacidad institucional de los cuerpos de policía, la mejora de la situación en anillos de pobreza alrededor de las principales ciudades o rediseñar los programas de prevención.
Pese al crecimiento de la economía, el desarrollo no ha llegado a toda la población por igual.
"Hay sectores que han sido dejados de lado en poblaciones de provincias costeras, fuera de las áreas urbanas centrales; no han sido partícipes del modelo de desarrollo", explica el politólogo Gustavo Araya, asociado a la Universidad de Costa Rica (UCR).
Araya incide en la importancia de que el nuevo presidente cambie la situación de estas personas que quedaron "excluidas del sistema" a través de la creación de empleo y la capacitación.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, el 20% de la población costarricense (unos 305.000 hogares) vive en la pobreza.
La pobreza extrema afecta al 5,7% y esa cifra llega hasta el 7,9 % en la zona rural.
La brecha entre la zona rural y urbana sigue siendo "importante", apunta el instituto. Los ingresos en zonas urbanas son 1,7 veces más altos que en hogares rurales, según sus datos.
"La desigualdad de los ingresos aumentó drásticamente en Costa Rica durante la última década, lo cual hizo que el país pasara de ser uno de los países con la menor desigualdad en América latina -posición que tuvo durante casi toda la segunda mitad del siglo XX- al promedio de la región en años más recientes", indica por su parte la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en un informe publicado a finales de 2017.
El foro, al que Costa Rica aspira acceder, describe una situación en la que las oportunidades de empleo siguen siendo reducidas entre grupos de personas poco calificadas, mujeres, jóvenes y migrantes.
Además, "una fracción significativa de trabajadores se encuentra atrapada en empleos de baja productividad y bajos salarios con malas condiciones de trabajo. Con un 30% del empleo total, el sector informal es menor que en otros países de América Central y América Latina, como México (55%) y Argentina (47%), pero sigue siendo alto según los estándares de la OCDE".
La campaña, en opinión del politólogo Gustavo Araya, ha dejado otro reto que el nuevo mandatario tendrá que afrontar: la fuerte polarización de la sociedad.
Las elecciones provocaron una fractura palpable incluso entre miembros de una misma familia, con un debate centrado en la religión y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Restablecer ese tejido social que durante este proceso electoral "quedó maltrecho" es una de las tareas más necesarias que el presidente tendrá que enfrentar, argumenta el experto asociado a la UCR.
"El país está dividido", sostiene.
El politólogo hace hincapié en la abstención para valorar el respaldo real que tendrá el nuevo líder de Costa Rica.
En este caso, la segunda vuelta acabó con una abstención de alrededor del 33% –por debajo de lo esperado- y del 39% de los votos para el perdedor, por lo que para una parte significativa de la sociedad Carlos Alvarado no fue su opción.
El nuevo mandatario parece ser consciente de ello.
"Mi deber será unir a esta República para sacarla adelante", manifestó en uno de sus primeros tuit como presidente.
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