Solamente dos de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se opusieron el martes al establecimiento de un mecanismo internacional para esclarecer el supuesto uso de armas químicas en Siria: Rusia y Bolivia.
La moción, presentada por Estados Unidos, fue posteriormente vetada por Rusia, que acusó a Washington de tratar de confundir a la comunidad internacional y querer usar el mecanismo para justificar acciones militares en contra de su aliado.
Y el miércoles, luego de que el presidente estadounidense Donald Trump le advirtiera a Rusia que un ataque con misiles "buenos, nuevos e inteligentes" era inminente, Bolivia volvió a asumir un rol protagónico, convocando a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad.
"Estamos preocupados porque cualquier acción unilateral representaría una violación de los principios y propósitos de la Carta (de Naciones Unidas)", le explicó luego a la prensa el embajador boliviano ante la ONU, Sacha Llorenti.
Y la amenaza de esa posible acción unilateral también fue la razón esgrimida por el país sudamericano para justificar su veto del martes, con Llorenti insistiendo en que el Consejo debía mantenerse unido si realmente quería hacer justicia en casos de uso de armas químicas.
"Guardamos la esperanza de que el Consejo de Seguridad asuma su responsabilidad y que a través de la unidad pueda ayudar a identificar, en caso de ser así, a los responsables de cualquier atentado a la paz y seguridad internacional", insistió también Llorenti al convocar a la nueva reunión de la entidad, que tendrá lugar este jueves.
Pero, ¿por qué alinearse tan claramente del lado de Rusia y no optar por la abstención, como hizo China, país que como Bolivia insiste en que cualquier investigación sobre lo ocurrido en Siria debe correr por cuenta de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW)?
En sus intervenciones ante el Consejo, Llorenti dio a entender que la posición de Bolivia respondía a una cuestión de principios, llegando incluso a mencionar a Churchill y Roosevelt para criticar la anunciada unilateralidad del gobierno de Trump.
El país andino -miembro no permanente del Consejo de Seguridad para el período 2017-2018- es un firme defensor del multilateralismo, descrito en el pasado por el embajador boliviano como "el pilar fundamental de la ONU".
Y Bolivia- quien le confió a otra de las grandes instancias de ese sistema multilateral la solución de su diferendo con Chile- puede argumentar que al reclamar a la OPCW simplemente está siendo coherente con esa posición.
Aunque, en sus intervenciones, Llorenti también reivindicó las credenciales antimperialistas de un gobierno boliviano que mantiene una relación cada vez más distante con Washington y cada vez más estrecha con Moscú.
Efectivamente, el presidente Evo Morales fue el primero en toda la historia del país en visitar la capital rusa, en febrero de 2009, y desde entonces a la fecha ambos países han suscrito numerosos acuerdos de cooperación.
"Tenemos aproximadamente 16 acuerdos", calculaba en enero de este año el nuevo embajador ruso en La Paz, Vladimir Sprinchan, en una entrevista en la que también destacó los lazos cada vez más estrechos en materia de comercio, energía y en el ámbito militar.
En la misma entrevista, Sprinchan confirmó que Bolivia está interesada en adquirir armamento ruso, aunque aseguró que eso todavía estaba en etapa de análisis.
Pero esa opción -que el gobierno boliviano empezó a barajar públicamente en agosto de 2009, cuando acusó a EE.UU. de bloquear una compra de aviones y helicópteros militares que pensaba destinar a la lucha contra el narcotráfico- está contemplada en el acuerdo de cooperación técnico-militar que ambos países suscribieron en septiembre de 2016.
Y ese no es el único ámbito en el que Bolivia parece estar apostando por Rusia, a veces en detrimento de EE.UU. y sus compañías.
En septiembre del año pasado, por ejemplo, los dos países firmaron un acuerdo para la construcción en El Alto de un "centro de investigación nuclear multipropósito" valorado en uno US$300 millones, como parte de una iniciativa más amplia para la generación y uso de energía nuclear en el país andino.
Mientras que la presencia de la empresa rusa Gazprom también se ha extendido en los últimos años, gracias a la firma de diferentes acuerdos para la explotación de los campos de gas bolivianos.
En el pasado, el acercamiento entre ambos países ya se había traducido en apoyo diplomático, con Bolivia criticando públicamente la expulsión de diplomáticos rusos de marzo de este año.
"Nuestra solidaridad con el Hno. pueblo de Rusia y su Pdte. Vladimir Putin, por la expulsión de diplomáticos rusos de EEUU y algunos países de Europa que acusan sin pruebas del envenenamiento del exespía Serguéi Skripal y su hija", declaró por Twitter el presidente Evo Morales.
"Estas represalias atentan contra la paz mundial", agregó en esa oportunidad.
Y todo parece indicar que mientras Bolivia continúe en el Consejo de Seguridad, Rusia puede confiar en que la tendrá de aliada, y más cuando el país sudamericano claramente ve con sospecha el actuar de EE.UU.
"Sucede que todos los imperios tienen la ilusión de que son moralmente superiores al resto de nosotros… sucede que todos los imperios se creen por encima de la ley", criticó en embajador Llorenti en el Consejo de Seguridad de la ONU.
"En este como en otros casos… el objetivo final es extender su propio poder y su dominación alrededor del mundo. Y lo que hemos visto hoy es un triste reflejo de lo que sucede en el campo de batalla, allá en Siria, y de esos intereses", fue su conclusión.
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