El último día que Diana López vio a su padre con vida fue en su cumpleaños número 10.
Ese 6 de enero de 1997, ella estuvo junto a sus papás, su abuela, hermanos, primos y tíos.
Había varios pasteles por lo numerosa que era su familia, refrescos y música.
Unas semanas después, el 22 de febrero, su padre Luis López Peralta sería asesinado por un disparo en el cuello.
Para la historia de Colombia puede que sea uno más de tantos homicidios por razones políticas y sociales, pero para Diana es un episodio que marcó su vida durante más de 20 años y que todavía no logra cerrar.
Un capítulo que no solo le significó el dolor y la impotencia por el asesinato de un padre, sino que afectó a su salud, la llevó a tomar decisiones que definirían su futuro –como estudiar periodismo– y la obliga a vivir todos los días con escolta y chaleco antibalas.
Un ciclo que, como esta mujer de 31 años le cuenta a BBC Mundo, comienza y termina en esa linda fiesta por su décimo año cumplido.
El último de sus cumpleaños felices.
En su niñez, Diana López vivió con su madre y abuela materna en una pequeña población en el norte de Colombia llamada La Paz.
Su padre vivía a pocas horas de allí y era concejal de la ciudad de Barrancas, en el departamento de La Guajira.
Luis López visitaba a su hija dos o tres veces por mes y en 1997 tenía la intención de convertirse en alcalde de su municipio, desafiando al poderoso caudillo de toda la región Juan Francisco Gómez, alias Kiko.
"Mi papá denunciaba las corruptelas de la administración de Kiko Gómez, que en ese momento era alcalde. Por ello unos sicarios acaban con su vida", concluye la mujer más de 20 años después de lo sucedido.
Hasta ese incidente, la infancia de Diana se dividía entre la escuela, sus clases de guitarra y acompañar a su abuela a hacer las compras y diligencias.
Con sus pocos años todavía estaba muy lejos de adivinar los profundos problemas que atravesaba su población con la llegada del paramilitarismo, pero ya sabía por cuáles calles no debía caminar porque lo habían prohibido.
Ella llegaba a enterarse de los asesinatos que se multiplicaban en su región y los enfrentamientos con la guerrilla, pero para ella los paramilitares eran solo "gente mala que asesina a las personas".
No entendía por qué.
Una llamada a las 10 de la mañana de ese 22 de febrero en la que le avisaron que su padre había recibido un disparo la obligó a buscar explicaciones y estrellarse de golpe con la realidad.
Luis López no murió de inmediato tras recibir el disparo en el cuello.
Lo llevaron desde Barrancas hasta Valledupar, capital de La Guajira, para tratar de salvarle la vida con una traqueotomía.
Falleció en el quirófano mientras Diana, todavía en shock, se encontraba en la sala de espera de la clínica.
Esa mañana ella ni había desayunado y llevaba una blusa naranja.
Esperaba en su casa a uno de sus profesores de guitarra y en la tarde su papá debía visitarla.
"Todo fue muy rápido, yo no tuve tiempo de nada. Empezó a llegar la gente a abrazarme. Ese día llevaba una blusa color naranja y mi mamá me tuvo que llevar a un almacén a comprarme ropa negra", recuerda la periodista.
López asegura que a su papá "lo mataron dos veces" porque no recibió socorros médicos inmediatos en Barrancas y recién fue atendido tres horas después del atentado.
"Ahora sé, por mis propias averiguaciones de periodista, que la hemorragia le pudo haber sido detenida en el hospital de Barrancas. No obstante, fue transportado en el carro de la alcaldía y no en la ambulancia municipal, de manera que mi papá fue perdiendo grandes cantidades de sangre por el camino", señala ella, quien cree que esa negligencia fatal fue como un segundo asesinato (del que también responsabiliza a Kiko Gómez).
Luis López Peralta iba a cumplir 40 años tres días después.
Diana se encontraba practicando guitarra porque quería llevarle una serenata en esa fecha especial.
"Yo no quise ver a mi papá en el ataúd. Preferí quedarme con la imagen de la última vez que lo vi", cuenta la mujer.
Ella seguía tan impactada por todo lo que pasaba que ni siquiera había logrado desahogar su dolor llorando a su padre.
Un dolor que desde entonces la acompaña con más o menos fuerza, pero que nunca la abandona.
"Uno no asimila en el momento qué está pasando. Fue un impacto muy fuerte entender que a la gente la matan por buscar hacer justicia. Cuando a una persona la matan es un dolor que nunca sana. Es irreparable", concluye.
Al velorio fue mucha gente que ella no conocía, aunque sí distinguió a alguien que en ese momento no le provocó ninguna sospecha. Era Kiko Gómez.
El entonces alcalde fue a darle el pésame a la familia e incluso llegó a pronunciar unas palabras.
Calificó al papá de Diana como un "compañero de luchas".
Sin embargo, ese no era el único golpe que la niña recibiría en ese fatídico febrero de 1997.
Un día después del entierro de Luis López, la abuela falleció también después de estar mucho tiempo con problemas de salud.
Y recién después de todo eso fue que finalmente pudo llorar.
El año del asesinato de Luis López, Juan Francisco Gómez fue reconocido por el Congreso de la República como "el mejor alcalde del país" y recibió la Orden de la Democracia Simón Bolívar.
Mientras Diana atravesaba por la adolescencia, la carrera política de Kiko Gómez no paraba de ascender al punto de ser electo gobernador de la Guajira entre 2011 y 2015.
Para esa elección, Diana López ya era una joven que había optado por estudiar periodismo para buscar que el asesinato de su padre no quedara en la impunidad.
"En la adolescencia yo estuve muy deprimida por la ausencia de él. Siempre tuve el deseo de que se hiciera justicia", recuerda ella.
Su familia había conocido por diversas fuentes que la orden de matarlo la dio Gómez e incluso les aseguraron que una vez, en una fiesta, dijo: "Yo maté a ese hijueputa por sapo".
Sapo es como le dicen algunos en Colombia a los delatores y es considerada una alta traición entre las mafias.
"Yo siempre creí que la muerte de mi papá se iba a quedar impune. Yo no era nadie. Por eso escogí periodismo como mi carrera. Era para salir de toda la desazón que yo sentía", cuenta la mujer.
Después de terminados sus estudios secundarios, López se mudó a Barranquilla para inscribirse a la carrera de comunicación social y periodismo porque sentía que con eso "podía hacer algo".
Terminados sus días en la universidad, eligió Bogotá como su próximo destino para, desde allí, tratar de buscar justicia.
En la capital colombiana conoció a otro periodista interesado en ello, Gonzalo Guillén, quien había recorrido La Guajira recopilando información sobre los cientos de víctimas de las mafias de la región.
"Quien empuja para que esto salga a la luz es Gonzalo Guillén, un periodista, quien investigó a Gómez cuando era gobernador", explica López.
El experimentado periodista, ahora jubilado, después de recabar decenas de testimonios y numerosa documentación, indicó a BBC Mundo que optó por enviar toda la información a la fiscalía para que se iniciara una investigación sobre Kiko en lugar de solo preparar un reportaje.
"Encontré 131 muertes atribuibles y atribuidas a Kiko Gómez en la primera etapa de trabajo con las víctimas y sus familiares. La situación era tan terrible que hice un memorial y se lo mandé al fiscal general de la nación porque seguían apareciendo nuevas amenazas", cuenta Guillén,
Así fue como se abrieron los procesos judiciales contra Gómez, entre ellos uno por el padre de Diana López.
El 12 de octubre de 2013, por instrucción de la Fiscalía General de la Nación, el entonces gobernador de La Guajira fue detenido.
Unos meses después, a través de un decreto, el presidente Juan Manuel Santos aceptaría la renuncia al cargo que Kiko Gómez envió desde la cárcel La Picota de Bogotá.
Ya con el proceso en marcha, en 2015, el llanto de la madre de Diana no logró convencerla de alejarse del juicio.
La señora estaba aterrada con que a su hija le pasara algo por acusar a un político tan poderoso.
De un día para el otro, el teléfono de la joven periodista comenzó a recibir toda clase de intimidaciones.
Frases como "yo no sé perder" o "le voy a probar que conmigo no se juega" llegaban a su celular.
Nunca se llegó a detectar quien le mandaba las amenazas, pero a ella le quedan pocas dudas de que se trataba de gente de Kiko Gómez.
Intimidada y sin el apoyo de la mayoría de su familia, optó por seguir buscando pruebas y buscando testigos para demostrar que el exgobernador era quien ordenó el asesinato de su padre hace casi dos décadas.
"Me inmiscuí completamente en la investigación. Ayudé a traer familiares míos para declarar. Yo también di mi testimonio. Así empezó todo", recuerda López.
Sin embargo, mientras más sabía de la forma en la que su padre fue asesinado más le costaba seguir adelante.
"Yo volví al momento en el que lo mataron. Volvía a sentir ese dolor", relata visiblemente afectada.
Es desde entonces que a veces Diana sufre desmayos, algo de lo que no ha logrado recuperarse todavía.
También tuvo que acudir a un terapeuta para sobrellevar lo duro que fue reabrir el episodio más doloroso de su vida.
A pesar de todo ello, en criterio de Gonzalo Guillén, el aporte de López fue decisivo para lograr que declararan culpable de la muerte de su padre a Kiko Gómez.
"Me sorprendió mucho que, en medio de la gigantesca cobardía que hay en La Guajira, ella haya sido tan valiente", cuenta el periodista Gonzalo Guillén.
Añade que las indagaciones que realizó ella fueron decisivas para sustentar la acusación contra Kiko Gómez.
"Todo eso fue muy útil para el juicio. Descubrió una serie de cosas que ni siquiera llegaron a ver los fiscales", concluyó.
La defensa del exgobernador alegó que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fueron las que ordenaron la muerte del padre de Diana.
Por ello, la parte acusadora tuvo que tomar contacto con los miembros de la ahora exguerrilla, que negó el hecho.
El 27 de junio de 2017, 20 años y unos meses de la muerte de Luis López, Juan Francisco Gómez fue hallado culpable por una juez en Bogotá y en la actualidad cumple una condena de 55 años por ese y otros dos asesinatos.
Las condenas en contra del político se encuentran en etapa de impugnación.
Diana López recuerda que el día que supo que declararon culpable a Kiko Gómez sintió una avalancha de emociones. Paz, miedo, emoción, alegría…
En el momento que le avisaron, la mujer se encontraba haciendo una fila para recibir atención médica.
Entró al consultorio tan desbordada por las lágrimas que el doctor pensó que sufría de algún dolor físico muy intenso.
"Después corrí al juzgado a verificar en la sentencia que fuera por el crimen de mi papá. Quedé en shock", relata.
Una copa de vino en el bar de un amigo fue su manera de celebrar que había logrado su anhelo de conseguir justicia para su padre.
No importaba que a partir de ese momento para ella iniciara una nueva vida muy distinta de la que llevaba, obligada a estar siempre acompañada por dos escoltas y a movilizarse en un auto blindado y con un chaleco antibalas.
Ella no tiene idea de hasta cuando tendrá que vivir así, pero sabe que el peligro no ha pasado.
Un estudio sobre si necesitaba protección hecho por el Estado colombiano concluyó que el riesgo que corre a partir de la sentencia a Kiko es extraordinario por su situación de víctima, periodista y acusante.
Diana cuenta que para ella "es raro" tener que cohibirse de ciertas cosas, pero esa es su nueva vida por el momento.
"Yo casi nunca salgo a rumbear ni a sitios en los que no pueda ingresar mi esquema de seguridad".
Un día después de la declaratoria de culpabilidad, Diana acudió a un médico especialista que le había recomendado su terapeuta y vivió lo que ella señala como el momento más especial de su vida.
Tan fuerte que se le quiebra la voz mientras lo narra a BBC Mundo y le vuelve a sacar lágrimas en los ojos.
"Me hizo regresar al último día en que vi a mi papá. No con ninguna técnica de hipnosis ni nada, solamente con la mente. Me dijo ‘ve al último día en que viste a tu papá’", cuenta la mujer.
Y así fue como Diana López viajo de vuelta al 6 de enero de 1997, a su último cumpleaños feliz con su padre y su abuela. Al principio y al final de toda esta historia.
Volvió a recordar ese día, como lo había hecho tantas otras veces en estos 20 años, pero en esta ocasión sucedió algo diferente.
Aunque llora, Diana sonríe y cuenta con alegría esa experiencia que vivió hace apenas unos meses.
"Yo me fui al último día que estuve con mi papá y por primera vez en mi vida recordé ese momento sin llorar. Vi la ropa con la que él estaba. Lo vi a él. Vi todo lo que pasó ese día, vi a mi familia. Sentí tranquilidad y paz de que se hubiese hecho justicia por la muerte de él".
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