Berlín había sido un espacio peculiar desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Era una ciudad "isla" cuatripartita, dirigida por los cuatro ocupantes, cada uno con su propio sector, pero encerrado dentro de la zona soviética y a más de 160 kilómetros de las zonas occidentales de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
En represalia por los intentos de formar el estado de Alemania Occidental separado en 1948, Stalin había explotado la posición expuesta de Berlín Occidental cortando sus enlaces terrestres hacia el oeste.
Pero Berlín Occidental eventualmente se convirtió en una espina permanente para la Alemania del Este circundante. La CIA y el MI6 la usaban como base de espionaje de avanzada; su economía atraía a decenas de miles de viajeros de Alemania Oriental.
En la noche del 13 de agosto de 1961, esta grieta en la Cortina de Hierro se cerró con una brusquedad dramática.
Desde la una de la madrugada, cordones humanos de la policía fronteriza de Alemania del Este y milicianos descendieron al límite del sector soviético para enfrentarse a la policía de Berlín Occidental y las tropas estadounidenses, británicas y francesas.
Grandes depósitos de alambre de púas, así como cercas de malla y postes de concreto, se erigieron rápidamente justo adentro del sector este, a veces hasta aprovechando farolas y vías de tranvías soldados para hacer barreras improvisadas.
Cuatro días más tarde, sin contramedidas occidentales, las autoridades de Alemania del Este comenzaron a construir una estructura más permanente de bloques de cemento y losas de hormigón: el Muro de Berlín propiamente dicho.
De un solo golpe, la RDA había puesto fin a un éxodo humano en marcha desde 1945, que había alcanzado proporciones epidémicas en el verano de 1961.
Apodado por el partido Republikflucht, o "fuga de la República", uno de cada seis del alemanes del este se habían ido al oeste, la mayoría vía Berlín.
Desde 1958, las autoridades comunistas habían estado particularmente alarmadas ante el número de médicos, profesores e ingenieros que se marchaban.
A pesar de la política de zanahoria y palo, no lograban disuadir a los desertores mientras mantenían la frontera abierta, como exigía el estado cuatripartito especial de Berlín.
Desde mayo de 1960, la Stasi, la temida policía secreta de la Alemania Oriental, había sido reclutada pero solo había podido interceptar a uno de cada cinco.
Y concluyeron: "Un cierre total de Berlín Occidental no es posible y por lo tanto no se puede dejar el combate de Republikflucht a los órganos de seguridad de la RDA solamente".
Se necesitaba una solución más radical, que implicara un aislamiento físico de Berlín Occidental, una válvula de una sola vía que mantuviera a los alemanes orientales en el este, pero que no negara el acceso del occidente al oriente.
Los alemanes del Este habían contemplado en privado esta idea a lo largo de la década de 1950, pero habían sido vetados por el hermano mayor soviético a favor de una solución diplomática.
En mayo de 1961, el líder de Alemania Oriental, Walter Ulbricht, le solicitó formalmente a Moscú que cerrara la frontera.
Pero fue solo después de la confrontación del primer ministro soviético, Nikita Jruschov, con el nuevo presidente estadounidense, John F. Kennedy, en junio, seguida por un intransigente discurso televisado de este último, a finales de julio, que el líder del Kremlin finalmente cedió.
La decisión de construir un muro llegó por lo tanto última hora, y tuvo que llevarse a cabo en secreto extremo, a fin de evitar una estampida de gente queriendo salir.
Al día siguiente del discurso de Kennedy, el 26 de julio, Jruschov le ordenó al embajador soviético que le dijera a Ulbricht que tenían que "usar la tensión en las relaciones internacionales para rodear Berlín con un anillo de hierro".
"Esto debe hacerse antes de concluir un tratado de paz".
En efecto, el líder soviético estaba cortocircuitando la crisis diplomática que él mismo había desencadenado en noviembre de 1958 al emitir un ultimátum a las potencias occidentales para que desalojaran Berlín Occidental o aceptaran un acuerdo de paz que los habría obligado a reconocer lo que consideraban un estado títere soviético ilegítimo: la llamada "República Democrática Alemana".
La soberanía de la RDA le habría dado a los alemanes orientales el control directo sobre las autopistas de tránsito entre Berlín Occidental y Alemania Occidental, así como sobre los corredores aéreos.
Alemania Oriental efectivamente habría podido comenzar un segundo bloqueo de Berlín.
El discurso de Kennedy había dejado en claro que Estados Unidos estaba dispuesto a ir a la guerra para defender Berlín Occidental, pero cualquier compromiso con un Berlín Oriental abierto había brillado por su ausencia.
Implícitamente, se le había dado mano libre a los comunistas en su sector.
Desde ese punto, "la operación rosa" -el plan para cortar Berlín Occidental- se desarrolló rápidamente bajo el más estricto secreto.
La cadena de mando normal fue eludida, y en total sólo unos 60 funcionarios de la RDA sabían de ella.
El jefe de operaciones en tierra era Erich Honecker, número dos en el partido comunista de Alemania Oriental, destinado a convertirse en líder de la RDA una década más tarde. En 1961, era el secretario de seguridad del Politburó responsable de la seguridad interna y militar.
El cierre de la frontera se llevaría a cabo desde un sábado por la noche hasta el domingo por la mañana, para evitar posibles paralizaciones en las fábricas; el partido tenía dolorosos recuerdos de las huelgas masivas del 17 de junio de 1953.
Para el 24 de julio, la sección de seguridad del partido había calculado que el cierre total requeriría 27.000 días-hombre de trabajo y casi 500 toneladas de alambre de púas.
Los pocos elegidos del ministerio del Interior se reunieron en la escuela de formación del Volkspolizei, en las afueras de Berlín, bajo las órdenes de Willi Seifert, comandante de las tropas del interior, pero también exrecluso de Buchenwald, por lo tanto con amplia experiencia "desde dentro" de instalaciones de máxima seguridad.
Poco a poco, los materiales para las cercas fueron secretamente trasladados a la capital desde otras regiones fronterizas y unidades policiales. Pero no se trataba solo una acción policial.
A finales de julio, el jefe del Estado Mayor de las fuerzas soviéticas, el teniente general Ariko, se reunió con su homólogo de Alemania Oriental, el mayor general Riedel, para discutir la coordinación del "anillo de hierro" de los tanques soviéticos y alemanes orientales que proporcionaría una fuerza de disuasión a 1,6 kilómetros detrás las unidades de policía.
El ejército comenzó la planificación conspirativa en Schloß Wilkendorf, al noreste de Berlín, donde el ministro de Defensa Heinz Hoffmann, Riedel y otros 11 oficiales trazaron los planes para una avanzada en el más estricto silencio de radio, detallando hasta la necesidad de amortiguar los tanques.
Mantener en secreto la operación también era importante pues había mucha especulación sobre cuánto sabía Occidente de antemano.
Los estadounidenses tenían un superespía del Kremlin, Oleg Penkovsky, que el 9 de agosto supo de la acción inminente pero no pudo transmitir la información hasta después del evento.
Las estimaciones previas de inteligencia de la CIA, ya en otoño de 1957, por ejemplo, habían predicho el posible cierre de fronteras. El Comité Conjunto de Inteligencia británico llegó a conclusiones similares en febrero de 1959.
En 1961, sin embargo, los analistas de la CIA estaban más obsesionados con lo que sucedería si los soviéticos intentaban repetir el bloqueo de 1948 para expulsar a los aliados de Berlín occidental atacando las rutas de tránsito.
También hubo informes de acaparamiento de alambre de púas, pero estos no eran nuevos y, como con la mayoría de las evaluaciones de inteligencia, el problema era una sobrecarga de información. Las misiones militares de los aliados occidentales, que podían recoger inteligencia abiertamente, no encontraron evidencia de la acción inminente.
Como los estadounidenses informaron el 2 de agosto: "Situación en gran medida igual que hace una semana".
El 12 de agosto, los británicos también descartaron soluciones drásticas: "Los rusos probablemente estén más impresionados por los riesgos de disturbios si la ruta de escape es completamente cortada que por el daño actual a la RDA".
La evidencia que ha salido a la luz de fuentes de Alemania Occidental tampoco es concluyente.
El Bundesnachrichtendienst (BND), el servicio secreto de la República Federal de Alemania, tenía una gran red de informantes anticomunistas en la RDA.
Esa red recaba información de inteligencia militar. Su jefe, Reinhard Gehlen, afirmó en sus memorias que el BND había informado de la acción antes de que ocurriera.
Su informe de julio de 1961 efectivamente indicaba que el cierre de las fronteras del sector era considerado como una posibilidad real e inminente.
A pesar de estos indicadores aparentemente amenazadores, hubo informes contradictorios.
La inteligencia interna de Alemania Occidental, Verfassungsschutz, le dijo al canciller, Konrad Adenauer, que, aunque "la isla de Berlín Occidental se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para el régimen comunista", unas restricciones de viaje más contundentes serían "intolerables para toda la población".
Por lo tanto, parece probable que la comunidad de inteligencia sabía que el cierre de Berlín era una opción que el Este estaba sopesando y planificando activamente, pero no estaba segura de una fecha exacta.
"La lección estratégica y táctica más importante de la exitosa acción del 13 de agosto", como registraron sus contrapartes en la Stasi, "es la importancia de mantener en secreto el momento en el tiempo, como un requisito previo decisivo para más golpes exitosos contra el enemigo, en el momento correcto y en el lugar correcto".
Antes de una reunión de los principales líderes del bloque oriental, el 1 de agosto, Ulbricht habló con Jruschov durante dos horas por teléfono en una conversación descubierta hace pocos años en Moscú.
Después de algunas bromas sobre el estado de la colectivización de la RDA, Khrushchev repitió su llamado a poner "un anillo de hierro alrededor de Berlín".
"Creo que nuestras tropas deberían poner el anillo, pero sus tropas deberían controlarlo".
Ulbricht estaba claramente muy preocupado por un embargo económico occidental contra la RDA y gran parte de sus comentarios se referían la situación económica de Alemania Oriental.
Los dos finalmente terminaron hablando de la seguridad:
Jruschov: Leí informes originales de los servicios secretos occidentales que estiman que las condiciones para un levantamiento han madurado en la RDA. Ellos están usando sus propios canales para evitar que las cosas lleguen a un levantamiento porque eso no logrará nada. Están diciendo: no podemos ayudar y los rusos aplastarán todo con tanques. Por lo tanto, están pidiéndole a la gente que espere hasta que las condiciones sean adecuadas. ¿Es eso realmente cierto? No estoy seguro y estoy basándome solamente en los informes occidentales.
Ulbricht: Tenemos información de que, de forma lenta pero segura, reclutando desertores y organizando la resistencia, el gobierno de Bonn está preparando las condiciones para un levantamiento que tendrá lugar en el otoño de 1961. Vemos los métodos que usa el enemigo: la iglesia organiza el retiro de los agricultores de los colectivos, aunque con poco éxito; hay acciones de sabotaje… Un levantamiento no es realista, pero hay acciones posibles que podrían causarnos un gran daño internacional.
Sin embargo, incluso en esta etapa, Ulbricht parecía estar contemplando medidas graduales que requerían preparación política.
"Realízalo cuando quieras", respondió el líder del Kremlin. "Podemos coordinarlo en cualquier momento".
Sin embargo, estaba más inclinado a la conspiración que su homólogo de Alemania Oriental: "Antes de la introducción del nuevo régimen fronterizo no deberías explicar nada, ya que eso solo aumentaría el movimiento de refugiados y podría conducir a una estampida… Te daremos una, dos semanas para que puedas prepararte económicamente".
Jruschov luego planteó el estado de las cuatro potencias de Berlín: ¿debería la frontera rodear el Gran Berlín en lugar de solo los sectores occidentales?
Sin embargo, Ulbricht se mantuvo firme; el cerco pasaría por el centro de la ciudad: "Por encima de todo, tiene que suceder rápido".
Jruschov confiaba en que Occidente no reaccionaría de forma exagerada: "Cuando implementes estos controles, todos estarán satisfechos. Además, van a tener una muestra del poder que detentas".
Ulbricht: "Sí, entonces lograremos la estabilización".
A pesar de la conversación, una cuestión de guerra y paz requería el respaldo político del Pacto de Varsovia. Aunque para cuando llegó la reunión del 3 al 5 de agosto, la suerte ya estaba echada.
Ya en el primer día, en lo que probablemente fue una reunión privada con Jruschov, el líder de la RDA había elaborado los elementos esenciales de lo que estaba por venir, y para entonces tenían una fecha: 13 de agosto.
"Bromeamos entre nosotros porque en Occidente se supone que el 13 es un día desafortunado", recordó Jruschov más tarde. "Bromeé que para nosotros y para todo el campo socialista sería un día muy afortunado".
El 12 de agosto, alrededor de las 4 p.m., Ulbricht firmó la inminente acción y luego invitó a los funcionarios del gobierno y del partido a su residencia rural en el lago Dölln, al norte de Berlín, para dar un paseo y cenar.
Hablando con el embajador soviético, el líder del partido de Alemania del Este, en un raro estallido de humor, bromeó diciendo: "No los dejaré ir hasta que la operación termine. Por si acaso".
Los líderes reunidos estaban un poco desconcertados por la ronda de bromas e interludios musicales, hasta que alrededor de las 9.30 p.m., Ulbricht, repentinamente los convocó a una sesión de emergencia del Consejo de Ministros para aprobar las medidas por venir.
Cuando los invitados se separaron hacia la medianoche, el camino de regreso a Berlín ya estaba lleno de tanques rusos.
La operación rosa había comenzado.
"Un muro es no muy agradable, pero es muchísimo mejor que una guerra", dijo John F. Kennedy.
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Patrick Major, el autor de este artículo, es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Reading. Sus libros incluyen "A la sombra del muro: Historias verdaderas del pasado dividido de Berlín" y "Detrás del muro de Berlín: Alemania Oriental y las fronteras del poder".
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