Veamos si eres capaz de acertar en una pregunta que casi 150 médicos, nutricionistas y preparadores físicos respondieron mal.
La pregunta es sencilla: cuando alguien hace ejercicio y pierde peso, ¿a dónde se va esa grasa que perdió?
Tus opciones son:
a) La grasa se convierte en energía o calor
b) La grasa se convierte en músculo
c) La grasa se convierte en dióxido de carbono y agua
Si respondiste a o b, no te preocupes, eres parte de los 147 expertos que también se equivocaron en una encuesta que realizó el científico Ruben Meerman, investigador de la Escuela de Ciencias Biomoleculares de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.
La respuesta más común fue que la grasa se convierte en energía, el problema es que esto va en contra de la ley de la conservación de la materia, a la cual obedecen todas las reacciones químicas.
En cuanto a la opción b, Meerman aclara que es imposible que la grasa se convierta en músculo.
La respuesta correcta es la c, lo cual convierte a los pulmones en “el principal órgano excretor de la grasa”, según explica Meerman en un estudio publicado en la revista British Medical Journal, en 2014.
“El agua que se forma puede ser expulsada a través de la orina, las heces, el sudor, el aliento u otros fluidos corporales”.
“Si pierdes 10 kilos de grasa, 8,4 kilos se expulsarán a través de los pulmones y los 1,6 kilos restantes se convertirán en agua”, escribió Meerman a mediados de marzo en el portal The Conversation.
“En otras palabras, prácticamente exhalamos todo el peso que perdemos”.
De los 150 expertos encuestados, solo 3 respondieron correctamente.
Meerman condujo su encuesta entre especialistas australianos, pero según le cuenta a BBC Mundo, ha encontrado la misma concepción errónea en Estados Unidos, Reino Unido y varios países europeos.
“La forma en la que actualmente las universidades enseñan el metabolismo se centra exclusivamente en la energía en la molécula que se metaboliza”, le dice Meerman a BBC Mundo.
Meerman se refiere a esto como el “mantra de energía que entra–energía que sale”. En su estudio, menciona que los cursos de bioquímica en las escuelas se enfocan mucho en la producción de energía.
Las conclusiones de Meerman se basan en que además de las comidas y bebidas que ingerimos, también debemos tener en cuenta el oxígeno que inhalamos.
Por ejemplo: si a tu cuerpo ingresan 3,5 kilos de comida y de agua, más 500 gramos de oxígeno, en total son 4 kilos que deben volver a salir.
“De lo contrario, ganarás peso”, escribe Meerman.
Según él, “perder peso requiere desbloquear el carbono almacenado en las células de grasa”.
Al respirar producimos carbono, entonces, ¿si respiramos más, perderemos más de esa grasa convertida en carbono?
“Desafortunadamente no”, escribe Meerman. “Respirar más de lo necesario solo causará hiperventilación, lo cual solo te causará mareo o un desmayo”.
“La única manera de que conscientemente puedas aumentar la cantidad de dióxido de carbono que produce tu cuerpo es moviendo los músculos”.
Además de hacer ejercicio, Meerman menciona otras formas en las que producimos dióxido de carbono.
Por ejemplo, una persona de uno 75 kilos produce unos 590 gramos de dióxido de carbono en estado de reposo.
“Ninguna píldora ni poción que puedas comprar podrá aumentar esa cifra”, aclara Meerman.
Al momento de quedarse dormido, una persona exhala unos 200 gramos de dióxido de carbono. Por su parte, el solo hecho de pararse y vestirse hace que se duplique el ritmo del metabolismo. Salir a caminar, cocinar o barrer, lo triplica.
Así, según Meerman, la clave para perder peso está en “comer menos y moverse más”.
“Cualquier dieta que suministre menos combustible del que quemas, logrará que el truco funcione”, concluye.