La víspera del día que lo mataron, Martin Luther King Jr. se topó en el aeropuerto de Memphis con Frank Smith, un viejo conocido con quien había compartido sus luchas en contra de la segregación y la opresión de las personas negras.
En la charla, Luther King le pidió a Smith que lo acompañara en las manifestaciones del día siguiente en la ciudad.
"Le dije que no podía", le cuenta Smith a BBC Mundo. "Le conté que me había mudado a Washington D.C. y que había colgado mis zapatos de marchar".
Al día siguiente, jueves 4 de abril de 1968, Luther King caía muerto a las 6 de la tarde.
Al enterarse de la noticia, Smith se apresuró a buscar un pasaje para regresar a Washington junto a su esposa. Logró viajar el viernes al medio día.
"Desde el avión podías ver la ciudad ardiendo", recuerda Smith su llegada a la capital del país. "Era una escena aterradora".
La ciudad bullía desde la noche anterior, cuando la comunidad afroamericana se tomó las calles para descargar su rabia y dolor por el asesinato de quien, un año antes en esa misma ciudad, les había compartido su sueño de que las personas no fueran discriminadas por el color de su piel.
Los disturbios habían comenzado a eso de las 8 de la noche en entre las calles 14 y U, una zona habitada por negros y llena de clubes de jazz, tiendas y teatros.
Aunque la protesta comenzó de forma pacífica, rápidamente se tornó violenta y los manifestantes comenzaron a lanzar piedras y a saquear y quemar tiendas y viviendas.
Escenas similares se vivían en casi 200 ciudades del país, pero la mayor destrucción se dio Washington.
En total serían cuatro días de caos que marcarían la historia de la capital de Estados Unidos.
"La gente tenía mucha rabia", dice Smith. "Era como si hubieran matado a alguien de tu familia, como si hubieran matado una parte de ti".
Para protegerse, las personas colgaban carteles o pintaban sus casas y almacenes con el aviso "Soul Brother" (Hermano del alma), para indicar que estaban en el mismo bando y no fueran a ser atacados.
Los bomberos intentaban apagar los incendios pero también eran atacados, al igual que la policía y los militares en medio de una revuelta enfurecida.
"Como todos los demás, yo también tenía rabia", dice Smith. "Pero no había enemigo al que atacar, la policía y los soldados eran lo más cercano a ese enemigo".
El entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, sobrevoló la ciudad en helicóptero y tuvo la panorámica del distrito en llamas.
Para lograr retomar el control, fue necesaria la llegada de 13.000 soldados, la mayor ocupación de una ciudad estadounidense desde la Guerra Civil, según The Washington Post.
El saldo de la jornada fueron 13 muertos y 7.600 personas arrestadas.
Una 2.000 personas quedaron sin hogar y casi 5.000 perdieron su trabajo, según cifras del Instituto Smithsonian.
Las pérdidas se calculan en unos US$174 millones a día de hoy.
"La sublevación causó que muchas personas se mudaran a otros barrios o a los suburbios, sobre todo personas blancas", recuerda Smith, quien hoy dirige el Museo Afroamericano de la Guerra Civil.
Pero sobre todo fue "un despertar para la comunidad negra", dice.
Smith dice estar seguro de que Martin Luther King Jr. no hubiera querido ver gente quemando y destruyendo la ciudad, pero en el largo plazo tuvo un efecto positivo, pues para él, el levantamiento abrió el camino para que los negros pudieran ejercer mejor sus derechos, como comprar casas en determinadas zonas de la ciudad o acceder a mejor empleos.
"Los levantamientos fueron iluminadores", le dice a BBC Mundo Erin Chapman, profesora de historia afroamericana en la Universidad de Georgetown, en Washington.
"Dejó claro que aunque los movimientos de los derechos civiles habían tenido avances en las leyes, éstos en realidad no habían cambiado la situación de los afroamericanos en su vida diaria".
"Muchos de estos problemas siguen sin resolverse", dice Chapman, refiriéndose a temas como la violencia policial, la discriminación y la pobreza que afecta a los afroamericanos.
50 años después de los levantamientos de Washington, Smith vuelve a recordar esos hechos que lo marcaron a él, a la ciudad y a su país, y revive la última vez que vio a Martin Luther King, ese día cuando se despidieron en el aeropuerto de Memphis.
"Nunca cuelgues tu zapatos de marchar", recuerda Smith. "Esas fueron las últimas palabras que me dijo".
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