Christopher Goldscheider, un reconocido violista de la Royal Opera House (ROH), sufre desde hace cinco años la peor pesadilla de un músico: perder la audición.
Todo comenzó en 2012, cuando la orquesta practicaba la pieza Die Walkure (Las Valquirias), de Wagner, y los niveles de ruido excedieron los 130 decibelios, más o menos lo mismo que la turbina de un avión.
Aunque llevaba en ese momento tapones para los oídos, el estrépito fue tan fuerte que la audición de Goldscheider se dañó de forma irreversible y, desde entonces, sufre una extraña condición llamada "shock acústico", que incluye tinitis, hiperacusia y mareos.
Ahora, el músico que compartió escenario con los Tres Tenores o Kylie Minogue, debe llevar protectores auditivos incluso para las tareas cotidianas menos ruidosas, como preparar comida.
No ha podido, incluso, ni escuchar a su hijo Ben, de 18 años, que se convirtió mientras él presentaba estos problemas en uno de los más destacados jóvenes trompetistas del país.
Pero su caso no se quedó en el daño a su carrera profesional y a su vida cotidiana.
Goldscheider plantó una demanda contra la ROH y esta semana, la justicia británica falló a su favor.
La jueza del Tribunal Supremo Nicola Davies dictaminó que había "un claro vínculo fáctico y causal" entre los niveles de ruido y la pérdida de audición del músico, por lo que la orquesta era responsable de su enfermedad.
"Si la Royal Opera House hubiera cumplido con su deber legal, el demandante no habría estado expuesto al nivel de ruido que hubo", argumentó la jueza, en alusión a un reglamento de 2006 que establece las medidas de seguridad para las personas que trabajan en ambientes ruidosos.
La ROH, por su parte, expresó que estaba "sorprendida y decepcionada" por la sentencia y opinó que el alegado "shock acústico" en realidad no existe.
Pero el fallo legal va mucho más allá.
Y es que muchos creerían que nada hay más lejano del ruido de una fábrica que una sala de conciertos.
Pero la decisión del Tribunal Supremo británico considera que los fosos de orquesta, los espacios donde los músicos tocan (y muchas veces ensayan), son tan bulliciosos y dañinos para el oído como cualquier factoría.
Por tanto, a los artistas que trabajen en ellas se les podrá requerir que utilicen protección auditiva "en todo momento", como los obreros que trabajan con maquinarias pesadas.
De acuerdo con la Asociación de Orquestas Británicas, el caso tiene "enormes implicaciones" para la industria de la música y para la salud y seguridad de los intérpretes.
"Efectivamente, dice que un espacio de trabajo orquestal no es diferente de una fábrica, por lo quelos músicos necesitarán usar su protección auditiva en todo momento", asegura Mark Pemberton, director de esa agrupación.
La decisión judicial es considerada "histórica" en Reino Unido, ya es la primera vez que un juez examina las obligaciones legales de la industria de la música con respecto a la audición de los músicos.
Desde 2006, está vigente en Reino Unido un reglamento conocido como Noise at Work (Ruido en el trabajo), que dos años después se implementó también para las industrias de la música y el entretenimiento.
Al presentar esas pautas, el Ejecutivo de Salud y Seguridad estableció que "las piezas más ruidosas se deberían tocar con menos frecuencia" e hizo referencia específica a las atronadoras obras operísticas de Wagner.
"La Royal Opera House, por ejemplo, seguirá haciendo El anillo de los nibelungos, pero programará las actuaciones de forma tal que permita a los músicos el tiempo de recuperación en lo que de todos modos es un trabajo físicamente exigente", según un documento publicado en 2007.
La guía ofreció sugerencias sobre nuevos "diseños de orquesta" para elevar los instrumentos de metales, de forma tal que se puedan tocar sin que el sonido incida directamente en las primeras filas de los otros músicos.
De hecho, uno de los argumentos del abogado de Goldscheider, Chris Fry, fue que, a pesar de eso, su cliente había sido posicionado directamente frente a la sección de metales de 18 miembros en el "estrecho" foso de la orquesta de la Royal Opera House.
Aunque todavía se desconoce la compensación que deberá recibir, el músico reclama £ 750.000 ( más de US$1millón).