Patrik Hermansson pensaba que no habría más eventos dramáticos aquel día.
Había llegado temprano al parque Emancipation de Charlottesville, en el estado de Virginia (EE.UU.), el 12 de agosto de 2017.
Allí se unió a un grupo de extrema derecha y activistas Alt-right que protestaban contra la retirada de una estatua de Robert. E. Lee, un líder del bando confederado durante la guerra civil estadounidense.
Se vio a sí mismo en medio de una manifestación furibunda cuando las autoridades declararon la cita ilegal y la policía empezó a desalojar el parque.
Le contó a los periodistas de la BBC Mike Wendling y Will Yates que fue testigo de peleas y atacado con gas pimienta por un manifestante antifascista.
Luego, se desplazó a pie hasta otro punto en las afueras, donde pensó que ya era hora de descansar.
"Me cambié de ropa y caminé de regreso a la ciudad", cuenta.
"Justo estaba comprando comida cuando vi pasar una gran marcha".
Los manifestantes protestaban contra la reunión de supremacistas blancos y Alt-right. Patrik se paró a mirar.
Allí fue cuando un carro se lanzó contra la multitud.
"Se abrió paso entre la gente y se detuvo a una distancia de entre cinco y 10 metros de mí", recuerda.
"Y todo sucedió después de eso".
Una mujer, Heather Heyer, murió atropellada por ese vehículo y 35 personas resultaron heridas.
El conductor se enfrenta a varios cargos, entre ellos, el de asesinato.
Ese acto de violencia en Charlottesville hizo que se pusiera el foco sobre la emergente subcultura del Alt-right: una colección amorfa de nacionalistas, tradicionalistas, obsesionados con la raza, comprometidos simpatizantes de Donald Trump y otros personajes reunidos por la red.
Son un subgrupo de la extrema derecha más amplia y a menudo se autoproclaman una nueva vanguardia política.
Aunque sus críticos aseguran que no son más que fascistas que han aprendido a utilizar las redes sociales.
Patrik Hermansson se encontrada bien ubicado para reflexionar sobre lo sucedido en Charlottesville y el impacto que tuvo.
Por aquel entonces ya llevaba un año infiltrado en el Alt-right europeo y estadounidense.
"En realidad, es un proceso simple", afirma Hermansson en referencia a la misión que cumplió para el grupo antirracista Hope not Hate.
"Empiezas creándote una identidad nueva basada en lo que crees que les gusta y que les interesa tener en su organización".
"Luego te acercas como haría cualquier otro chico interesado en la extrema derecha: por Internet".
Hope not Hate publicó hace poco un estudio que concluía que los grupos ultraderechistas tradicionales se encontraban en su punto más bajo en lo que a número de miembros se refiere.
Pero que están siendo reemplazados por las redes que se tejen a través de Internet.
El máximo responsable de política antiterrorista en Reino Unido advirtió poco antes de dejar el cargo que la amenaza del terrorismo de extrema derecha estaba creciendo y que en un año se habían desbaratado cuatro planes.
En su intento de infiltrase en estos grupos, Patrik se hizo pasar por un estudiante de intercambio en Londres.
"Quería un perfil académico porque sabía que estaban interesados en contar con gente que tuviera estudios entre sus filas".
Su origen sueco también le ayudó.
Entre los grupos que frecuentó había muchos neonazis admiradores de fascistas de los años 30 y 40 que idolatran a suecos, a quienes consideran una versión "no corrompida" de la raza aria.
"Creían que la gente de Escandinavia es más pura racialmente", afirma.
"Y claro que eso era un mito en esa época y lo es aún… pero la gente me decía sin tapujos: ‘Oh, ustedes son la raza original’", cuenta Hermansson.
A sus primeros contactos por Internet le siguieron con rapidez encuentros cara a cara.
El primero se dio en una pequeña concentración a favor del Brexit en la capital inglesa en otoño de 2016.
Poca gente, como mucho unos pocos centenares, acudió a la cita, según se puede ver en lo que registró la prensa.
Entre ellos, pocos eran radicales.
"No fue un acto muy extremo", recuerda Patrik.
Pero entre los asistentes había perfiles muy radicales, como el organizador de un grupo que Patrik había estado investigando: el London Forum.
Esta organización da la bienvenida a sus reuniones a negadores del holocausto y teóricos de la conspiración.
"El London Forum comprende una variedad de gente a la que le importa su país y su futuro demográfico y que desea hacer patente su desacuerdo con la agenda de la sociedad multirracial y multicultural impuesta casi ubicuamente que amenaza con destruir nuestra identidad de manera irreversible", dijo un portavoz en un comunicado.
No hay indicios de que este grupo haya estado involucrado en ningún acto terrorista.
Patrik se convirtió en el profesor de sueco de su contacto en el London Forum y esos primeros encuentros lo llevaron al espectro más amplio de la extrema derecha.
"Alguna gente piensa que lo más difícil es el miedo, pero raramente te asustas", dice el activista.
"El estrés es lo que tienes que soportar a diario. Tienes dos teléfonos y dos vidas que no puedes combinar de ninguna manera".
Según Patrik, la gente de los grupos de ultraderecha con la que interactuó tenía muchas posiciones, desde aquellos que hablaban de forma abierta de ríos de sangre, genocidio y la glorificación de Hitler a lo que él llama "versiones más ligeras".
"Aquellos que ven la violencia como necesaria pero que no necesariamente creen que sea algo bueno", explica.
"Hay muchas variantes", subraya sin embargo Hermansson.
Lo invitaron a a asistir a reuniones en Estados Unidos, donde acabó en una barbacoa con ultraderechistas e incluso hizo de conferenciante en un evento.
"Estuve en esa compleja situación de cómo dirigirme a un centenar de supremacistas blancos en una forma en la que yo me sintiera cómodo".
"Hablé en términos muy generales de cómo la izquierda oprime a la derecha y cómo se está infiltrando en ella", recuerda.
"Fue muy irónico… Simplemente jugué con esa idea de que los derechistas son las víctimas".
Luego, llegó Charlottesville.
"Nunca había estado tan enojado en mi vida", dice Patrik.
"Durante un año había oído estas ideas y discursos violentos, estas llamadas a la acción y mucha gente, entre ellos yo mismo, le quitábamos importancia", afirma.
"Decíamos: ‘Sí, esta gente habla con mucha violencia y tienen ideas agresivas, pero no pasarán a la acción."
"Pero te das cuenta después de un rato de que son tantos y que, pese a que la mayoría no va a actuar de acuerdo a sus ideas, siempre habrá unos pocos que estén locos y el final lógico cuando uno piensa como ellos es exactamente lo que sucedió en Charlottesville"
En un informe reciente, el Centro Legal para la Pobreza Sureña (SPLC por sus siglas en inglés), atribuyó más de 40 asesinatos y más de un centenar de heridos a gente involucrada en el Alt-right.
La mayoría de estos episodios violentos ocurrieron en 2017.
Patrik terminó su experiencia en el alt-right poco más de un mes después de lo sucedido en Charlottesville.
Un relato de lo que vivió durante este tiempo se publicó en el diario estadounidense New York Times.
Como era de esperarse, sus revelaciones desataron una reacción violenta por parte de quienes habían confiado en él.
"Ya que participé en tantos grupos y que me habían puesto en contacto con una gran variedad de personas, la gente empezó a desconfiar el uno del otro… y con razón", afirma.
"Empezaron a escribir cartas de perdón y entradas de blog alegando que no llegué a las esferas más altas y todos esos mecanismos que cualquiera en una situación similar pondría en marcha".
"A mí, [me enviaron] amenazas. Porque sabían que sí había accedido a su núcleo. Hablé en sus foros y aprobé a sus nuevos miembros".
Patrik todavía trabaja como investigador para Hope not Hate y asegura que es "reconfortante" mirar de lejos a la gente a la que una vez estudió de cerca y con una identidad falsa.
"Aprendí mucho", dice. "Estoy más motivado y mi temporada de infiltrado me resulta útil para lo que hago ahora".
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