Dos hombres entraron a la escuela del interior del estado de Sao Paulo donde Waldirene Nogueira estudiaba inglés para llevarla a la fuerza al Instituto de Medicina Legal a más de 400 kilómetros de distancia.
Era una noche de 1976 y Brasil vivía bajo un gobierno militar.
Al llegar al Instituto de Medicina Legal (IML), en la ciudad de Sao Paulo, Waldirene fue obligada a desnudarse. Se quedó con solo unas sandalias de plataforma.
La joven, rubia de 30 años y 1,72 metros de altura, empezó a ser fotografiada. Primero de frente y luego de un lado y de otro.
Después, sometieron a Waldirene a un examen ginecológico. Le introdujeron un espéculo de metal para medir la longitud y la anchura del canal vaginal.
La joven, que trabajaba como manicurista, había interpuesto un recurso de hábeas corpus preventivo para no ser sometida a estos procedimientos. Pero la justicia paulista lo rechazó.
El objetivo del IML era verificar si Waldirene era mujer. El nombre que figuraba en su documento de identidad era masculino: Waldir Nogueira.
Cinco años antes, en diciembre de 1971, Waldirene había pasado por una cirugía para cambiarse de sexo.
Es decir, le habían extraído los órganos sexuales masculinos y construido una vagina.
La intervención fue realizada en el Hospital Oswaldo Cruz, en Sao Paulo, y se considera como la primera operación de este tipo practicada en Brasil.
El médico encargado fue Roberto Farina, en aquel momento uno de los cirujanos plásticos más importantes del país.
Dos años antes de llegar al quirófano, un equipo interdisciplinario del Hospital de Clínicas, había diagnosticado a Waldirene como transexual, condición por la que la identidad de género de una persona es diferente de su sexo físico.
"Mi vida antes de la operación era un martirio insoportable, por llevar genitales que nunca me pertenecieron. Después de la operación quedé libre para siempre, gracias a Dios y al doctor Roberto Farina", escribió Waldirene en una carta para los abogados del médico años después de someterse al procedimiento.
"Me sentí tan aliviada que me parecía que había recibido alas nuevas para vivir".
Todo salió bien.
Hasta que en 1976 el Ministerio Público de Sao Paulo descubrió la cirugía y denunció a Farina por lesión corporal gravísima, sujeta a una pena de dos a ocho años de prisión.
Las autoridades veían a Waldirene como una víctima. Dijeron que los órganos masculinos que le extirparon eran un "bien físico" tutelado por el Estado, "inalienable e irrenunciable".
"Decir que la víctima dio consentimiento es irrelevante", se leía en un informe policial sobre el caso.
"No hay ni puede haber un cambio de sexo con esas operaciones. Lo que se logra es la creación de eunucos estilizados, para mejor complacencia de sus lamentables perversiones sexuales. Tales individuos no se transforman en mujeres, sino en verdaderos monstruos", denunció el fiscal Luiz de Mello Kujawski en una petición para que se investigara el proceso.
"Yo no tenía la ley a mi favor. Me veían como puta. Hasta hoy sigo sin olvidar esas cosas", dice Waldirene, ahora de 71 años y todavía manicurista en el interior de Sao Paulo.
Nogueira no quiso ser fotografiada por miedo a revivir la "pesadilla" que soportó en el pasado.
Para preservar su identidad, BBC Brasil omitió el nombre de la ciudad donde vive.
Roberto Farina falleció en 2001, a los 86 años.
Waldirene nació en 1945. De pequeña, prefería los juegos para niñas.
"Quería ser igual a mis hermanas, ¿por qué nací de otra manera?", se preguntaba.
En la adolescencia, su feminidad se fue acentuando. No tenía barba, su voz no se hizo más grave y su cintura era ligeramente marcada. Además, pasó a interesarse por los hombres.
Los problemas con la familia también fueron aumentando. El padre intentó darle hormonas masculinas.
Hasta que Waldirene decidió irse a vivir a otra ciudad, también en el estado de Sao Paulo, y trabajar como manicurista.
Uno de sus pasatiempos en su nueva vida era recortar fotos de actrices y actores extranjeros en revistas de la época.
Fue así que conoció la historia de Coccinelle, bailarina de cabaret francesa que nació hombre y fue operada en 1958.
Waldirene empezó a desear para sí misma esa metamorfosis.
Fue entonces cuando el caso llegó a Roberto Farina, profesor de la Escuela Paulista de Medicina.
El médico ya era pionero en cirugías urogenitales, pero nunca le había cambiado el sexo a alguien.
"Adquirí literatura especializada y practiqué con cadáveres para alcanzar el conocimiento necesario para la operación de Waldir", dijo el médico en una declaración judicial.
La cirugía, practicada sin costo para Waldirene, ocurrió cerca de veinte años después del primer caso exitoso de cambio de sexo conocido en el mundo, el de la estadounidense Christine Jorgensen, operada en Dinamarca en 1952.
Una vez recuperada, Waldirene volvió a su ciudad natal como una nueva mujer, con el cabello rubio largo, un cuerpo femenino y una alegría sin precedentes.
Uno de los motivos de su retorno fue la pasión que sentía por un estudiante universitario. El romance ocurrió a escondidas. "Nadie podía saber. Hubiera sido un escándalo para él", recuerda.
Pero cuando el muchacho terminó la universidad, la historia terminó y Waldirene quedó desolada.
A finales de 1975, el médico anunció en un congreso científico que ya había realizado cerca de una decena de operaciones de cambio de sexo y tenía a otros pacientes en lista espera.
Ante la noticia, el Ministerio Público pidió que Farina fuera investigado por lesiones corporales, por estar "mutilando" a los hombres.
La policía le pidió el nombre completo y la dirección de todas las personas que había intervenido, pero el cirujano se negó a revelar esa información.
Hasta que las autoridades encontraron a Waldirene, que estaba tratando de cambiar su nombre en sus documentos. Oficialmente, ella todavía era Waldir.
Fue así que el Ministerio Público descubrió la identidad de una paciente de Farina e inició el cerco judicial.
El IML, al que Waldirene había ido a la fuerza, concluyó que era mujer. Además, apoyaron a Farina: "Creemos que la cirugía fue terapéuticamente necesaria".
Pero la investigación penal siguió adelante. El Ministerio Público de Sao Paulo no quiso comentar sobre el caso a BBC Brasil.
El proceso provocó conmoción en la comunidad científica internacional. Decenas de investigadores de diversos países enviaron cartas de apoyo a Farina.
"Sería un error procesar al doctor por seguir un procedimiento médico y quirúrgico internacionalmente respetado y aceptado", escribió en 1976 el cirujano plástico John Money, de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos.
"En ningún otro país del mundo donde se ha aplicado este tratamiento se ha acusado al médico de conducta criminal. Es un retroceso muy dañino para la imagen de Brasil", dijo el psiquiatra Robert Rubin, de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Los Ángeles, también en 1976.
Ninguno de esos argumentos convenció al juez Adalberto Spagnuolo.
El 6 de septiembre de 1978, el magistrado condenó a Roberto Farina a dos años de prisión por lesiones corporales gravísimas a Waldir Nogueira.
En la sentencia, sugirió que el paciente debió haberse sometido "a un tratamiento psicoanalítico de larga duración como intento de curación".
Spagnuolo tiene hoy 80 años y está jubilado. La BBC no logró contactarlo y el Tribunal de Justicia no quiso dar declaraciones.
Tanto la defensa como el Ministerio Público apelaron la sentencia, y el caso fue a segunda instancia. Farina esperó el juicio en libertad.
La Fiscalía pidió aumentar la pena: "Admitiéndose que él (Waldir) pueda ofrecer su neovagina a los hombres, entonces estamos obligados a concluir que ahora es una prostituta", afirmó el fiscal Messias Piva en 1978.
"Aunque mutilado, Waldir continuará siendo lo que siempre ha sido: un hombre que mantiene relaciones sexuales con otros hombres, pero la práctica de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo será siempre una aberración de la naturaleza y de la ley", dijo también.
"Farina quiere que los portadores de trastornos mentales puedan autorizar la realización de cirugías mutiladoras en sus propios cuerpos; que los homosexuales —’maricas’— entren en fila para someterse a la cirugía; que los padres de familia estén obligados a soportar hijos homosexuales y además mutilados", agregó.
La defensa quedó indignada y acusó a la Fiscalía de "demagogia, prejuicio y pasión, incompatibles con un juicio serio".
Waldirene salió en defensa de Farina, a quien consideraba su "héroe" y su "segundo padre", y recogió decenas de cartas y firmas de apoyo en su ciudad natal.
En noviembre de 1979, la justicia brasileña anuló la condena de Farina en segunda instancia.
Glaucio Farina, sobrino del médico y también cirujano plástico recuerda que su tío continuó haciendo las operaciones (de cambio de sexo) y que "decía que no podía darles la espalda a los transexuales".
En 1982, Farina publicó el libro "Transexualismo" y escribió que: "Lamentablemente, nuestras leyes, costumbres y tradiciones no tienen un mínimo de comprensión, tolerancia y consideración para los transexuales (…)".
Las normas cambiaron lentamente en Brasil.
En 1979, una enmienda a una ley estableció que la extracción de órganos no era punible cuando un dictamen médico unánime la consideraba necesaria y cuando había consentimiento del paciente.
La modificación abrió una ventana para practicar cirugías de cambio de sexo en Brasil.
En 1997, el Consejo Federal de Medicina (CFM) autorizó las operaciones de cambios de sexo en transexuales, inicialmente de manera experimental.
En 2008, la intervención fue incluida en el Sistema Único de Salud.
Desde entonces, los médicos de la red pública de salud han realizado más de 400 de estos procedimientos.
El nombre en el certificado de nacimiento de Waldirene cambió cuando ella ya tenía 65 años, en octubre de 2010, después de otra batalla judicial en la que un abogado la defendió ad honorem.
Pero ahora, ninguna persona tiene que luchar tanto.
En marzo de 2018, el Tribunal Federal Supremo (STF) autorizó que el cambio de nombre y de sexo puedan realizarse en una notaría, sin necesidad de autorización judicial.
Tampoco es necesario haber pasado por cirugía de reasignación sexual o terapia hormonal, ni presentar opiniones médicas.
La vida de Waldirene cambió completamente después del proceso contra Farina.
La chica que antes era extrovertida se sentía humillada y empezó a tener miedo de salir de casa.
Aún hoy, cuarenta años después, cuando está en un lugar público, tiene la sensación de que está siendo observada y de que la gente está hablando de ella.
El resultado es que pasa la mayor parte del tiempo sola.
Waldirene continúa trabajando como manicurista, para complementar el pensión mínima de su jubilación.
La clientela es escasa. El día de la visita de BBC Brasil, atendió sólo a una persona.
Su salón se encuentra en la casa donde vive.
"Tengo una buena ‘vidita’, pero es una ‘vidita’, no puedo tener grandes sueños", dice. "¿Hablar que la vida es bella? Imposible".
Los problemas de salud se están acumulando y se le hace difícil encontrar médicos que entiendan y acepten sus cirugías del pasado.
Waldirene nunca se casó ni tuvo una relación duradera.
Los hombres le decían: "Si puedo tener una mujer normal, ¿por qué voy a quedarme con una imitación?".
La entrevistada se queja de que ellos solo querían sexo, y nunca amistad, compañerismo o romance.
"Hoy estoy sola porque no quiero que nadie se divierta a costa de mí", afirma.
Hasta ahora Waldirene es una mujer bonita, rubia, curvilínea, casi sin arrugas, aunque cueste creerlo.