El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este jueves la inminente imposición de aranceles a la importación de acero y aluminio.
La medida será formalmente aprobada la semana próxima y presumiblemente afectará a países como Canadá y China, que se encuentran entre los principales exportadores con acceso al mercado estadounidense.
Trump aseguró que el acero y sus derivados se gravarán con un 25%, mientras que para el aluminio se aplicará un 10%. Aunque fuentes de la Casa Blanca citadas por la agencia Reuters afirmaron más tarde que los detalles están aún por decidir.
Estados Unidos importa cuatro veces más acero del que exporta y compra esta mercancía a más de 100 países.
El presidente justificó su decisión en su cuenta de Twitter, en la que afirmó que su país sufre el "comercio injusto" de sus competidores.
"Nuestras industrias de acero y aluminio (y muchas otras) han sido diezmadas durante décadas por el comercio injusto y la mala política con países del mundo. No podemos permitir que se sigan aprovechando de nuestro país o nuestras empresas. ¡Queremos libre, justo e INTELIGENTE COMERCIO!", escribió en Twitter.
El anuncio de las nuevas tarifas aduaneras fue mal recibido en la bolsa. El índice Dow Jones, el principal de Estados Unidos, cerró su sesión diaria con una caída del 1,7%.
Sin embargo, el valor de las compañías productoras de acero estadounidense aumentó notablemente al mismo tiempo.
Se teme en los parqués la reacción del otro gigante de la economía global, China, que podría responder a los aranceles estadounidenses con la imposición de los suyos propios, lo que daría pie a una guerra comercial, el escenario más temido por expertos e inversores.
Desde que llegó a la presidencia, Trump ha denunciado reiteradamente lo que considera competencia abusiva de China, cuyas prácticas, asegura, perjudican a la industria estadounidense y a sus trabajadores.
Aún no se sabe si se aplicarán los aranceles a todas las importaciones o solo a las de algunos países, pero algunos aliados tradicionales de EE.UU., como Alemania o Canadá podrían ver sus productos también perjudicados.
1. ¿Por qué ahora?
Ya en la campaña electoral, el candidato Trump clamó contra las potencias extranjeras que "descargan enormes cantidades de acero en Estados Unidos". "Eso está matando a nuestros trabajadores del acero y a las compañías acereras", dijo entonces.
Mensajes como estos los ha repetido ya como presidente. Según él, las exportaciones de bajo coste chinas están dañando la viabilidad de la industria de Estados Unidos, que es el mayor importador mundial de acero.
Con el anuncio de este jueves, Trump avanza hacia la ejecución de la política proteccionista que ha venido apuntando en sus discursos. La reciente introducción de restricciones a la importación de lavadoras fue un primer paso.
Pero China no es el único país que exporta este material a Estados Unidos, sino uno más de los 110 que lo hacen. Por volumen, el gigante asiático ocupa el puesto 11 en la lista. Por delante de ella figuran Canadá, Japón o Corea del Sur, estados todos con estrechas y cordiales relaciones con Washington.
La imposición de aranceles ya la sugirió el secretario de Comercio, Wilbur Ross, en un informe elaborado a pedido del presidente. Trump quería saber "si las importaciones de acero amenazan con deteriorar la seguridad nacional".
2. El mensaje de Trump
Trump prometió reconstruir la industria siderúrgica nacional, que cree maltratada en los últimos años por los gobiernos que le precedieron y la competencia china.
"Cuando nuestro país no puede fabricar aluminio y acero, es como si no tuviéramos mucho país", afirmó.
"Necesitamos grandes productores de acero y aluminio para la defensa", dijo en plena visita a la Casa Blanca de Liu He, asesor económico y amigo del presidente chino, Xi Jinping.
El anuncio de este jueves se retrasó levemente, mientras circulaban informaciones que hablaban de desavenencias entre su equipo sobre las medidas que se iban a hacer públicas.
Finalmente, el presidente compareció. Una docena de ejecutivos de grandes compañías del sector, como US Steel Corp y Arcelor Mittal le estaban esperando.
3. ¿Cuál fue la reacción al anuncio?
El Departamento Federal de Energía afirma que la industria siderúrgica se está recuperando tras el desplome que siguió a la crisis financiera de 2008.
Pero ahora es mucho más débil de lo que era cuando comenzó el siglo. En el año 2000, EE.UU. produjo 112 millones de toneladas de acero, una cifra que cayó hasta los 86,5 millones de 2016.
En 2000, eran 135.000 las personas empleadas en el sector. En 2016, 83.600.
Análisis de Natalie Sherman, corresponsal de economía de la BBC en Nueva York.
La amenaza de la imposición de aranceles en el acero y el aluminio ha rondado al entorno del gobierno de Donald Trump durante meses. Los retrasos en anunciarlos hacían al presidente vulnerable a las críticas de quienes lo acusan de ladrar mucho y morder poco, a pesar de su mensaje de que pondría a "Estados Unidos primero".
Ahora ha hecho callar ese runrún y reglado una victoria a la industria acerera.
Pero el caos que ha envuelto el anuncio del jueves, en el que al parecer sus asesores intentaron disuadir a Trump del paso que dio, omite cuántos perdedores puede dejar.
Decenas de compañías en industrias, desde el sector automovilístico hasta el de la construcción, han alertado de la pérdida de cientos de miles de empleos y del incremento de los costes para las manufacturas dependientes del acero.
El secretario de Defensa, Jim Mattis, opinó que semejante movimiento tendría un coste para el país en el apoyo que recibe de aliados como Canadá y Corea del Sur.
Y la Unión Europea, China y México han dicho todos que sopesan imponer también aranceles en represalia, lo que impactaría a sectores como la agricultura estadounidense, clave en la política del país.
La última vez que Estados Unidos impuso aranceles sobre el acero en 2002, el entonces presidente George W. Bush los suprimió al cabo de dos años para evitar el peligro de una dañina respuesta similar de sus competidores.
Los directivos acereros presentes en su comparecencia del jueves le dijeron al presidente Trump que confían en su buen juicio.
Pero si, como presagian muchos analistas, el resultado de esta decisión es una guerra comercial está por ver cuántos compartirán esa opinión.
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