Es una de las noticias más importantes en China en años. Y tendrá implicaciones para el resto del mundo.
El gobernante Partido Comunista de China (PCCh) propuso este fin de semana eliminar una cláusula de la Constitución que prohíbe a un presidente estar en el cargo más de diez años, un total de dos mandatos consecutivos.
La medida, que se da por hecho que va a ser aprobada por el Legislativo, permitirá que Xi permanezca en el cargo más allá de 2023, cuando debía retirarse.
Disidentes y observadores de la política china consideran esta decisión un "paso hacia" la tiranía, mientras el gobierno defiende la acción como un herramienta para mantener la "estabilidad".
En BBC Mundo te explicamos este importante giro y sus posibles consecuencias.
Desde 1982, la Constitución de China limita el tiempo que un funcionario puede ocupar un cargo, incluido el presidente y el vicepresidente. En este último caso, les limita a diez años de gobierno en dos mandatos consecutivos de cinco años.
Yuwen Wu, editora de Asia Oriental del Servicio Mundial de la BBC, explica que ese límite se impuso como resultado de un prolongado debate en el país tras la turbulenta época de la Revolución Cultural, impulsada en 1966 por Mao Zedong.
"La Revolución Cultural hizo mucho daño al país", subraya.
"Tras ello, el país decidió que no era buena idea que un líder permaneciera en el poder tanto tiempo, porque cometería errores", apunta la editora.
"Diversos líderes antes de Xi se han retirado tras sus diez años de mandato. Lo que ahora propone el partido es eliminar esas restricciones para que el actual líder o cualquiera en el futuro pueda estar en el poder más tiempo".
No hay nada que indique que la medida no recibirá el respaldo del Parlamento, la Asamblea Nacional Popular (ANP), que comenzará su sesión anual en apenas una semana.
Celia Hatton, editora de Asia Pacífico de la BBC, recuerda que Xi Jinping alteró el sistema de poder desde el principio.
La campaña de corrupción que impulsó a su llegada a la presidencia eliminó, convenientemente, a sus rivales políticos, permitiéndole así concentrar mayor poder.
Xi también impulsó la mayor campaña contra la disidencia desde finales de los años 90 desde su llegada al poder, según defienden organizaciones de derechos humanos.
Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lu Kang, defendió la medida ante las críticas y señaló en rueda de prensa que la revisión de la Carta Magna "era un asunto del pueblo chino".
Los medios oficiales, estrictamente controlados por el régimen, mantuvieron esa misma línea.
El diario Global Times, conocido por su tono belicista, citó a Su Wei, un miembro del gobernante Partido Comunista, diciendo que China necesitaba un "liderazgo estable, fuerte y consistente desde 2020 a 2035".
La misma publicación, no obstante, precisó en un editorial que los cambios en la Constitución no significaban que "el presidente chino" permanecería en su cargo de por vida.
Algunos expertos occidentales mostraron su preocupación por la decisión de China, como es el caso de Susan Shirk, estadounidense especialista en asuntos chinos.
En opinión de Shirk, Xi está preparando el camino para dirigir China como "un autócrata un líder personalista de por vida".
"No tengo ningún problema en llamarle dictador", manifestó la analista en declaraciones al periódico The Guardian.
Yuwen Wu opina que el mundo "debería vigilar a China cuidadosamente y permanecer alerta".
"Xi Jinping tiene mucha ambición. Quizá el mundo no tiene nada de lo que preocuparse, mientras China se mantenga en el camino del desarrollo pacífico y cumpla con las convenciones internacionales", señala Wu.
"Pero no sabemos cómo serán las cosas de aquí a 10 años, cuando China sea más fuerte, no sabemos cómo gestionará los conflictos".
Entre ellos, se encuentran las tensiones en el Mar de China Meridional y la relación del país asiático con sus vecinos en la región, incluido su apoyo al régimen norcoreano.
Wu también menciona una de las iniciativas que marcan el mandato de Xi: la nueva Ruta de la Seda, un programa de millonarias inversiones en infraestructuras para conectar Euroasia.
Xi Jinping es el líder más poderoso de China desde Mao y ha fomentado el culto a su persona: su fotografía se exhibe en múltiples puntos del país y la retórica oficial ha conseguido que se popularice su apodo "Papá Xi".
Su campaña anticorrupción, además de minar a sus oponentes políticos, "le ha granjeado gran popularidad", explica Wu.
"Los ciudadanos sienten que tiene agallas", añade.
Sus intenciones de permanecer en el poder ya se pudieron entrever en el XIX Congreso del Partido Comunista, celebrado el pasado otoño, cuando, rompiendo una regla no escrita de la formación, Xi no presentó a ningún posible sucesor.
Además, consiguió que la formación incluyera en su Constitución un nuevo referente teórico a su nombre, equiparándole así con líderes históricos como Deng Xiaoping y Mao Zedong.
En cuanto se anunció la medida, los censores activaron su maquinaria y cualquier comentario que pudiera ser crítico desapareció de las redes sociales.
Expresiones como "no estoy de acuerdo", "proclamarse emperador" o "mandato electoral" fueron borrados en internet, según las páginas web especializadas China Digital Times o Free Weibo.
No obstante, durante dos horas se pudieron ver algunas opiniones negativas en la página web del diario del Ejército chino.
Según Wu, "algunas personas cuestionaron la falta de debate sobre la propuesta e incluso sugirieron que China podría estar yendo hacia atrás".
El Ejército ha sido uno de los sectores más afectados por las reformas anticorrupción de Xi: por primera vez en la historia del país, se procesó a ex altos mandos castrenses.
En Hong Kong, región con mayores libertades, los ciudadanos sí pudieron expresar su opinión abiertamente.
Joshua Wong, uno de los líderes de la Revolución de los Paraguas de 2014, volvió a ser una de las voces más críticas al señalar que el cambio "significa que China volverá a tener un dictador como jefe de Estado".
La "era del emperador Xi", comentó en varias publicaciones en su cuenta oficial de Twitter, acompañando sus tuits con una imagen de Winnie the Pooh, con quien los usuarios chinos suelen identificar al presidente.
Como en otras ocasiones en las que el líder puede ser criticado, el nombre del famoso osito también fue víctima de los censores: cualquier comentario con su nombre desapareció de internet.