Más que escuelas, parecen auténticos bunkers.
Paredes gruesas, rejas, sistemas de vigilancia, cerraduras de alta tecnología, amplios espacios para refugios, guardias armados y hasta pizarras y mochilas antibalas…
Numerosos centros educativos de Estados Unidos han cambiado hasta su arquitectura en los últimos 20 años para ser "más seguros", según explica a BBC Mundo el sargento DJ Schoeff, vicepresidente segundo de la Asociación Nacional de Oficiales de Recursos Escolares (NASRO, por sus siglas en inglés).
Los cambios han tenido lugar por una tragedia que no deja de repetirse: los tiroteos masivos y los incidentes violentos que tienen lugar en ellas.
Y es que, desde 2012 se han registrado 239 episodios de "tiradores activos" en instalaciones educativas de Estados Unidos, según datos del Gun Violence Archive, una organización no gubernamental que contabiliza estos incidentes violentos.
El último de ellos tuvo lugar el miércoles, cuando Nikolas Cruz, un antiguo estudiante de la escuela Marjory Stoneman Douglas, en el sur de Florida, se coló en las instalaciones y comenzó a disparar con un rifle AR-15 a los alumnos que intentaban salir.
Dejó al menos 17 muertos y unos 14 heridos.
Los tiroteos se han vuelto tan frecuentes en las escuelas en Estados Unidos que, en la mayoría de ellas, incluida la Stoneman Douglas, se realizan simulacros anuales en los que los estudiantes practican cómo reaccionar ante una situación similar.
"Las escuelas tienen además planes de emergencia y el personal recibe entrenamiento para saber cómo actuar ante una contingencia. Hay también una primera línea de respuesta en los edificios y un oficial armado para responder a cualquier situación", explica Schoeff.
De acuerdo con el sargento, todo comenzó con la masacre de Columbine, Colorado, en 1999, en la que murieron 13 alumnos y 24 resultaron heridos.
A partir de entonces, explica, se extendió la política de "tolerancia cero" por la que las armas fueron estrictamente prohibidas dentro de los centros educativos en todos los niveles de enseñanza, junto a otras medidas de seguridad.
"Antes, las escuelas no tenían ni siquiera planes de crisis o proyectos de preparación o evacuación para situaciones de este tipo", asegura.
Desde entonces, comenzó a modificarse incluso el diseño y la arquitectura de las instalaciones, que empezaron a tener una única puerta para permitir el acceso de los estudiantes, quienes, en ocasiones, deben utilizar identificaciones o incluso pasar por un detector de metales para acceder.
En 2012, tras la nueva masacre en la escuela elemental Sandy Hook, en la que murieron 20 niños y 6 adultos, las medidas se recrudecieron.
Según datos oficiales, el gobierno federal invirtió solo en el año posterior a esa matanza unos US$45 millones para colocar oficiales de policía para vigilar los centros educativos.
Pero las medidas de seguridad no quedaron allí y fueron aumentando con los años.
Esto dio paso a una industria hasta entonces incipiente: la de la seguridad escolar.
Empresas y organizaciones como ALICE Training, Safe and Sound Schools o la propia NASRO, se han convertido en algunas de las principales corporaciones en proveer servicios de entrenamiento, respuesta o equipamiento para hacer frente a eventuales situaciones de este tipo.
Al punto que la empresa de análisis de datos financieros IHS Markit estimó que el mercado de equipos de seguridad en el sector educativo en Estados Unidos alcanzó los US$2.680 millones durante 2017.
Fue un proceso gradual y costoso.
Después de Sandy Hook se estimó que la expansión de las medidas de seguridad escolar, solo en el estado de Florida, podría costar US$100 millones al año y un total de US$3.200 millones en el resto del país, según datos de la Asociación de Abogados de Estados Unidos.
Las medidas han llegado al punto que en 2013 una universidad en Maryland compró pizarras antibalas y, en noviembre de 2017, una escuela de Florida comenzó a vender mochilas con el mismo propósito.
Mientras, también el pasado año, el Departamento de Seguridad Interior presentó un controvertido simulador que enseña a profesores y a personal de emergencias a responder ante un tiroteo masivo.
Tami Griffith, investigadora del Army Research Lab, una de las diseñadoras del proyecto, explicó a la BBC que esto respondía a que si, hasta hace unos años, los simulacros en las escuelas se enfocaban más en la posibilidad de incendios, en los últimos tiempos, los que prevén un tiroteo masivo han ido en aumento.
Diversos colectivos y organizaciones civiles han cuestionado el funcionamiento y la operatividad de estos protocolos de seguridad, y el caso de Florida reforzó sus opiniones.
Donna Korn, miembro de la junta escolar de la Marjory Stoneman Douglas, consiera que los simulacros realizados en el centro no fueron efectivos cuando se tuvieron que enfrentar a un tiroteo real.
El presunto atacante, de 19 años, activó la alarma contraincendios, como solía hacer antes de ser expulsado de la escuela, para provocar que sus antiguos compañeros salieran de las aulas y aprovechar el caos para disparar contra ellos.
El sheriff del condado de Broward, Scott Israel, explicó por su parte que la escuela tenía un oficial armado que no pudo encontrar al sospechoso durante el ataque.
A la luz de lo ocurrido, el presidente Donald Trump anunció el jueves que su país reforzaría las medidas de protección en los centros educativos "porque ningún niño o maestro debería estar en peligro en una escuela de Estados Unidos".
Sin embargo, para algunos colectivos este tipo de medidas están lejos de poner fin a estas tragedias.
En el Centro Legal para la Prevención de la Violencia de las Armas (LCPGV, por sus siglas en ingles), una organización no gubernamental que estudia estos temas, consideran que los sistemas de seguridad en las escuelas no prevendrán el problema de fondo de los tiroteos: la facilidad para comprar armamento en Estados Unidos.
Según el abogado de la familia, Nikolas Cruz, el acusado por el tiroteo compró el rifle semiautomático con el que perpetró la masacre de forma legal hace un año, cuando fue mayor de edad.
Y es que en Estados Unidos, un arma de ese tipo puede ser comprada incluso por internet.
De acuerdo con el LCPGV, mientras el Congreso no regule el tema del acceso a las armas de fuego, cualquier medida para evitar los tiroteos en las escuelas o en cualquier lugar será insuficiente.
Jennifer Zedallis, directora asistente del Centro de Justicia Criminal de la Universidad de Florida, considera también que más allá de reforzar las medidas de seguridad se deberían ahondar en las razones para que ocurran este tipo de sucesos.
"Son el resultado de que vivimos en una cultura de violencia de armas. Creo que ante todo deberíamos tener una mayor comprensión sobre las motivaciones y causas subyacentes de estos hechos de violencia no provocada. Mientras no entendamos eso, no creo que haya soluciones a la vista", explica a BBC Mundo.
Los poseedores de armas, por su parte, defienden su derecho a defenderse.
La Asociación Nacional del Rifle y otros grupos se han opuesto en repetidas ocasiones a regulaciones que aumenten los controles argumentando que éstas violan los derechos de los poseedores de armas, recogidos en la Constitución.
En el espectro político, estos días se refleja esta clara división.
En su mensaje tras el tiroteo, el presidente Trump no mencionó la palabra "arma" ni una sola vez y el control de las armas no está ni siquiera en su "radar", a diferencia de su predecesor, destaca el periodista de la BBC en Norteamérica, Anthony Zurcher.
"Mientras los demócratas no tardaron en proponer una mayor regulación de las armas tras lo ocurrido en Parkland, sus esfuerzos (…) se toparán con un muro de oposición en el Congreso, controlado por los republicanos", augura.
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