Ali Guarneros Luna toma un pequeño satélite con las manos y lo manipula como un cubo de Rubik. Le da vueltas y explica con verbo acelerado sus partes y para qué sirven.
[contextly_sidebar id=”i9jYzfzTYStL0d30FiGW9brDiVTufXvj”]Habla tan rápido que, por momentos, es difícil captar del todo la idea, especialmente si una no es ingeniera aeroespacial como ella.
Pero lo que sí se percibe con claridad es la pasión y el entusiasmo con el que Guarneros Luna habla sobre su trabajo, uno que le costó mucho sacrificio conseguir.
La científica lleva una chaqueta con el logo de la NASA y siete pines con imágenes de cohetes y satélites adheridos a la cinta que la identifica como empleada de la agencia espacial de Estados Unidos.
“Estos pines me pesan muchísimo, pero igual me gusta llevarlos”, dice orgullosa.
La mexicana de 44 años es una de las pocas mujeres latinas que trabajan en el Centro de Investigación Ames de la NASA, en la ciudad de Mountain View, en el estado de California.
Llegó allí en 2010 tras un periplo personal que bien podría servir para un guión cinematográfico.
La científica conversó con BBC Mundo en el marco de la temporada 100 Mujeres,que tuvo a Silicon Valley como una de sus sedes, con el fin de hacer un especial destaque de la representación de la mujer en la industria tecnológica y los desafíos que enfrenta.
Esta es su historia.
Guarneros Luna recuerda que cuando era niña le pasaron dos cosas que la marcaron para siempre.
La primera fue darse cuenta de que quería ser ingeniera espacial. Tenía 7 años.
“Mi madre nunca terminó la secundaria, pero compraba enciclopedias porque le apasionaba leer. Había una específica sobre ciencia y un día di con el capítulo sobre ingeniería aeroespacial. Ahí supe que quería hacerlo”.
Años después, cuando ya tenía 12, vivió junto a su madre y tres hermanos el devastador terremoto que causó 12.000 muertes en México, en 1985.
“Tuvimos familiares atrapados bajo las ruinas; incluso amigos y vecinos que fueron a ver al médico y no volvieron más. Fue impresionante y me traumó por años“, cuenta.
Sin haber superado la conmoción, la madre de Guarneros decidió migrar a Estados Unidos con sus hijos y sin pareja. Ali era la mayor.
“Fue muy difícil salir de México después de haber atravesado esa experiencia y tener que llegar a un país nuevo para aprender su idioma y su cultura”.
La familia Guarneros Luna se instaló en la ciudad californiana de San José, en el oeste de Estados Unidos.
Al cumplir los 18 años, la madre de Ali le pidió que comenzara a trabajar para ayudar a mantener a la familia.
“Los estudios vinieron a ser una segunda opción. Mi madre nos cuidaba pero me daba la responsabilidad como hija mayor de ayudarla con el dinero”, dice.
El anhelo de ser ingeniera aeroespacial cada vez lucía más lejano, especialmente cuando ella misma se hizo madre de cuatro y dedicó cinco años a criarlos sin trabajar ni estudiar.
Después de ese tiempo se separó de su pareja y dos de sus hijos fueron diagnosticados con necesidades especiales.
La nueva realidad hizo que Guarneros examinara su vida: “Sabía que tener una carrera me iba a permitir darles estabilidad y una mejor vida a ellos. Así que me motivé”.
Se inscribió en la Universidad de San José y en los salones de clase solía ser la mayor o la que iba acompañada de alguno de sus hijos.
Fue en ese campus que conoció a un profesor que la impulsaría a aspirar a grandes cosas.
“El profesor de ingeniería aeroespacial un día me dijo que en la NASA había una oportunidad para hacer una pasantía”, cuenta. Guarneros se animó, aunque pensó que la descartarían por tener más de 30 años.
No fue así. La mexicana entró a la NASA para una práctica de tres meses y jamás se fue.
“Nunca pensé que llegaría allí. No sólo como latina, sino por mi historia, con cuatro hijos, siendo mayor que cualquiera de los estudiantes…“, dice.
Según cifras del propio Centro Ames, las mujeres latinas representan sólo el 4% de sus empleados.
Parte del trabajo de Guarneros se concentra en desarrollar tecnologías que permitan ahorrar dinero y tiempo.
Los satélites en miniatura que construye tienen una tecnología de bajo costo, explica, que contribuye a futuras misiones espaciales y a facilitar los procesos en la Estación Espacial Internacional (EEI).
“Antes teníamos una idea, la desarrollábamos en los laboratorios y nos tardábamos años en demostrarla. Luego la poníamos en los satélites grandes o en los robots. Y si esa tecnología no funcionaba cuando llegara a Marte, pues todo ese dinero se perdía”, dice.
Los satélites pequeños sirven, entonces, para probar esa tecnología de manera más expedita: “Podemos construirlos en uno o dos años dependiendo del cohete o misión en la que lo enviaremos”.
Explorar Marte está entre los ejes más importantes del trabajo de Guarneros.
“Queremos que los humanos vayan a Marte y para eso tenemos que desarrollar tecnologías y probarlas allí”, dice.
El equipo de ingenieros que la acompañan está trabajando para aprender sobre un área específica del planeta, llamada Hellas Planitia, donde ocurren las tormentas de polvo.
Pero no solo el planeta Marte ocupa el tiempo de Guarneros. Siete años después de haber entrado a la NASA, la ingeniera quiere que otras mujeres también hagan parte de la institución.
Tal es así que en 2015 ganó el NASA Honor Award por su aporte a crear oportunidades equitativas de empleo dentro de la agencia.
“Organizamos visitas con grupos de jóvenes estudiantes y quiero que cada vez más niñas se sientan con confianza de estudiar esta carrera”.