¿Cuánto valen sus pertenencias, sus recuerdos? “Es incalculable”, responde sin dudar Vivian Burguete, de 47 años. Está sentada en la esquina de su edificio, que ha sido su casa en los últimos 34 años. Llegó siendo niña, pero este 19 de septiembre, en cuestión de segundos, se ha quedado sin nada.
[contextly_sidebar id=”7SKhssfpJKBgVNAwOrElOu3t618gbr1S”]Después del temblor de magnitud 7.1 ocurrido el martes pasado, el tiempo se detuvo en el edificio ubicado en la esquina de Morena y Nicolás San Juan. Las paredes caídas dejaron al descubierto parte de la vida de sus habitantes, pero ahora en ruinas: las toallas colgadas en los baños con muros cuarteados, la ropa desordenada en las habitaciones, estantes tirados y sillones llenos de polvo.
Los primeros inquilinos llegaron a este edificio en 1975. Los 21 departamentos se convirtieron en el hogar de dos generaciones, en el que todos se sentían seguros. El inmueble de cinco pisos resistió, por ejemplo, el temblor de 1985; no tuvo ni un rasguño. El 19 de septiembre de 2017, la historia fue otra. Se vinieron abajo muros completos de los departamentos y, aunque no colapsó, resultó tan dañado que será demolido.
Por eso, los inquilinos están en la esquina contigua del edificio, haciendo guardias todo el día y la noche, para evitar la rapiña. Apenas desde el viernes tienen una planta generadora de luz, para no pasar las madrugadas en penumbras. También los resguardan militares, pero son los únicos que han ido a apoyarlos, porque ninguna autoridad de la delegación, ni del gobierno capitalino, se ha acercado a ayudarles u orientarlos.
Algunos duermen en sus autos, otros instalaron una tienda de campaña, y el resto consiguió posada con familiares, pero regresan durante el día a hacer guardias. Tienen como punto de base una carpa que les prestó una vecina, que se dedica a la renta de aditamentos para fiestas; ahí se resguardan del sol, la lluvia, y apilan las cobijas y botellas de agua, que les donan.
A diferencia de las zonas de derrumbes, aquí hay menos intervención de sociedad civil movilizada a partir de redes sociales. Sin embargo, nadie los ha abandonado. Un grupo de mormones les lleva el desayuno y otros vecinos les preparan comida, y les preguntan qué necesitan.
Aunque les han donado ropa, cobijas y alimento, lo que necesitan, dicen, es una casa.
Vivian sólo vive con su mamá, Vivián Martínez Carrasco, de 71 años, y el departamento era su único patrimonio. Ahí está todo, “está nuestra vida”, dice. Al preguntarle a cuánto ascienden las pérdidas, ni siquiera atina a dar una cifra, no sólo por los muebles, electrodomésticos o electrónicos, sino por cada cosa que necesita para subsistir como una cuchara o una taza y aún más, los recuerdos en esas paredes y hasta las fotografías familiares.
“Lo que perdimos es incalculable, lo que tenemos de recuerdo y lo que usábamos, lo cotidiano y también lo que guardábamos, como alhajas que uno hace el sacrificio de comprarlas hasta en abonos. Pueden ser cosas superfluas, pero es algo por lo que uno ha luchado. Todo está ahí perdido. Todo lo que extraño, como mi bata cuando tengo frío. Aunque parezcan pequeñeces, pero todas nuestras cosas eran queridas”, dice Vivian.
Por el momento, la madre de Vivian está viviendo con una amiga, pero en cuanto pase la primera etapa de la emergencia vendrá lo peor: buscar un lugar dónde vivir y a préstamo porque los 600 semanales que gana es insuficiente para pagar una renta y mucho menos para comprar todas las cosas que necesita.
“Es volver a empezar. Esto era nuestro único patrimonio. Ahora a ver si alguien nos puede ayudar a alojarnos, mientras nos levantamos”, dice Vivian, que es licenciada en Mercadotecnia, peor no ejerce. Los únicos familiares que tiene viven en Estados Unidos. Prácticamente están solas.
Por ahora, los inquilinos que no tienen a dónde ir, otros vecinos les permiten usar el baño, les donan ropa y les brindan lo necesario para afrontar los primeros días de la emergencia.
Sin embargo, aunque Guillermina Pérez, de 66 años, tenga alojamiento con una de sus hijas en un departamento pequeño, sabe que es provisional porque no hay espacio suficiente para vivir con sus otros dos hijos y dos nietas, como sí lo tenía en el edificio.
Ella es vendedora, pero por el momento no está trabajando y, por lo tanto, no genera recursos. El departamento se lo había comprado su hija para asegurar parte de su estabilidad económica, pero sin él, la vida será más difícil. “Hay que buscar dónde vivir, pero hay que tener para pagar renta y por ahorita, así como estamos, no podemos”.
Guillermina explica que todo “será muy difícil porque ahora tenemos que hacernos de todo lo que necesitamos: ropa, sábanas, toallas, cama, almohadas. Bueno desde una cucharita o hasta seguir pagando la computadora que sacamos a plazos”, dice Guillermina.
Los vecinos están en el desamparo por parte del gobierno local y federal. No saben cuándo será la demolición ni cómo podrían ayudarles con el fondo de desastre, aunque no esperan que puedan recuperar el monto en lo que está valuado un departamento en esa zona: 2 millones 800 mil pesos.
A diferencia del gobierno de los tres niveles, la sociedad civil sí está organizada y ayuda en todos los aspectos de necesidad. Si bien la emergencia demanda cosas inmediatas como agua y comida, hay quienes saben que lo peor vendrá después y es ahí donde se necesitará la colaboración de todos.
Amaranta Olvera sufrió una inundación en su casa en el oriente de la Ciudad de México en 2011. Sabe lo que significa perderlo todo y comenzar de cero, por eso, cuando vio esta emergencia, supo que lo peor vendrá después.
Cuando a ella le pasó, su jefa de trabajo le regaló muebles que no ocupaba y “aunque sean dos o tres muebles ayuda. Uno va sumando. Por eso, cuando vi la magnitud, personalmente, más allá de las labores de rescate, mi segundo pensamiento fue qué va a pasar con la gente que se quede sin casa”.
Desde el miércoles comenzó con la iniciativa “Muebletón” para que las personas que se quedaron sin nada pudieran recibir muebles donados. Lanzó la cuenta de tuiter @MuebletonMexico con el lema “Ayudemos a las familias que lo han perdido todo a empezar de nuevo. Un mueble a la vez” y el correo electrónico para ponerse en contacto [email protected].
Se sumaron otras tres personas y están haciendo una base de datos entre los donadores, los artículos y la ubicación para ponerlos en contacto con quienes requieran algún mueble para comenzar de nuevo.
Tanto los donadores como los que pueden recibir algún mueble llenan un formulario que servirá para coordinar las entregas.
Sin embargo, el gran faltante en este momento es el flete. Si bien piden que los donantes entreguen los muebles, no siempre será posible y, para esos casos, dice Amaranta, se necesitará el apoyo de quienes puedan hacer los traslados.
La primera entrega será para un inquilino del edificio de la calle Patricio Sanz 37, a quien le prestaron un departamento y ahora también tendrá muebles gracias a esta iniciativa.
Por el momento sólo tienen a 25 donantes inscritos, la mayoría de la Ciudad de México, aunque también hay de Hidalgo, Querétaro y Guadalajara, pero esperan que más puedan sumarse. “Apenas estamos empezando, pero en unas dos semanas, se va a necesitar más esfuerzo”.
Otros seis tuiteros crearon la cuenta @Hogar19mx con la idea de ayudar también a quienes perdieron su casa. La primera idea consistió en subir fotografías con los anuncios de departamentos y casas en renta usando el HT #Hogar19s para acercar posibilidades de vivienda a quienes lo perdieron todo.
Sin embargo, la idea dio un paso más y habilitaron un cuestionario para que la gente que renta viviendas envíe sus datos y la propiedad pueda ser considerada por quienes buscan casa después del sismo.
Lograron ya sumar 20 opciones de renta que están mapeados en una documento compartido y 18 anuncios de lugares en renta. Incluso, este domingo se concretó el primer caso y un joven consiguió departamento.
La iniciativa también llama a que los arrendatarios se sumen a la ayuda a través de la #RentaSolidaria, es decir, “invitar a quien rente a que si está en sus posibilidades rente más barato o no pida un depósito o aval”, explica uno de los impulsores de la iniciativa que prefiere permanecer en anonimato.