De todas las metas que pueden ocupar a un presidente de Estados Unidos, hay una que parece desvelar peculiarmente a Donald Trump: deshacer el legado de su antecesor, Barack Obama.
[contextly_sidebar id=”YiOycfNarbSNFfr4HiW9AkFslpFcWE4R”]Desde que asumió la presidencia el 20 de enero, Trump ha buscado eliminar o modificar sustancialmente decisiones emblemáticas de Obama en temas que van desde la política ambiental hasta la salud pública, pasando por los acuerdos con otros países.
Uno de los ejemplos más nítidos de esto ocurrió la semana pasada, cuando el mandatario endureció la política de EU hacia Cuba, tras la histórica decisión de Obama de normalizar las relaciones bilaterales y acabar con medio siglo de hostilidades.
Esta carrera de Trump contra la huella de su antecesor es considerada atípica por especialistas.
“Está obsesionado con borrar las políticas de Obama”, dice Joshua Sandman, un profesor de ciencia política en la Universidad de New Haven y experto en comportamiento presidencial, en diálogo con BBC Mundo.
“Es extraordinario. La mayoría de los presidentes que asumen después de alguien de diferente partido o ideología son más sutiles, trabajan con el Congreso más cuidadosamente para tratar de revertir políticas”, agrega Sandman.
“Trump lo está haciendo de una forma muy agresiva y cruda, y por eso no está construyendo el nivel de apoyo que necesita para hacer los cambios como los hizo (el expresidente Ronald) Reagan”.
Previo al anuncio del viernes pasado sobre Cuba, Trump anunció su decisión de retirar a EU del acuerdo climático de París para combatir el calentamiento global, al que Obama se había unido junto a la gran mayoría de los países del mundo.
La determinación de Trump de eliminar pactos internacionales suscritos por Obama quedó clara desde la campaña electoral, en la que acusó al expresidente demócrata de haber hecho “malos acuerdos” con otros países.
Ya en su primera jornada completa de trabajo en la Casa Blanca, Trump firmó una orden ejecutiva para sacar a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) que Obama había impulsado y firmado con otras 11 naciones, que juntas suman el 40% de la economía mundial.
En política interna, Trump está urgiendo a senadores de su Partido Republicano a aprobar un proyecto de ley que reemplace la distintiva reforma sanitaria de su antecesor, conocida como Obamacare.
El actual mandatario también logró que sus aliados en el Congreso revirtieran diversas reglas aprobadas por el gobierno de Obama en temas como aborto, control de armas, privacidad en internet o regulaciones medioambientales y financieras.
Para esto, recurrieron como nadie antes a un instrumento denominado Ley de Revisión del Congreso, que les permitía en los primeros meses de gobierno derogar disposiciones del presidente anterior.
Trump “constantemente parece hacer comparaciones entre él y el presidente Obama, lo que resulta un poco extraño”, señala Lynn Ross, quien trabajó durante años en el gobierno federal de EE.UU. y enseña formulación de políticas del Poder Ejecutivo en la Universidad de Georgetown.
“No he visto a presidentes anteriores haciendo eso”, dice Ross a BBC Mundo.
Sin embargo, los especialistas descartan que Trump haya conseguido aún eliminar algunos hitos del legado de Obama.
Un ejemplo que destacan es el cambio de política hacia Cuba, que en la práctica tiene menos alcance que lo dicho por Trump en su discurso del viernes.
“Estoy cancelando el acuerdo completamente desequilibrado del gobierno anterior con Cuba”, afirmó Trump en Miami. “Estoy anunciando una nueva política”.
Pero sus medidas están lejos de anular las relaciones diplomáticas que Obama restableció con la isla, o de prohibir los lazos aéreos o marítimos entre ambos países.
Lo que hizo Trump fue revisar algunos puntos específicos de la relación bilateral, para reducir los pagos de estadounidenses a empresas controladas por los militares cubanos o aumentar las restricciones de viajes individuales a la isla.
“No está revirtiendo la iniciativa completa de Obama en Cuba, y mantiene una embajada abierta”, advierte Sandman. “Está haciendo lo suficiente para satisfacer al electorado conservador que tiene que satisfacer”.
Algo similar ocurre con el cambio climático: pese a la decisión de Trump de salirse del acuerdo de París, hay expertos que creen que difícilmente revertirá el impulso que adquirió la lucha contra el calentamiento global o los avances recientes para la creación de energía limpia.
Incluso en política migratoria, Trump dio más libertad a los agentes federales para detener y expulsar de EU a extranjeros indocumentados, pero es bastante discutible que ya le haya arrebatado el apodo de “deportador en jefe” que Obama recibió al expulsar del país a 2.5 millones de inmigrantes.
Pese a la retórica antiinmigrante de Trump, su gobierno anunció la semana pasada que mantendrá, al menos por ahora, un programa implementado por Obama para permitir estudiar y trabajar en EU a extranjeros que llegaron al país sin papeles siendo niños, los llamados dreamers.
Basta ver las dificultades que el presidente ha tenido para que los republicanos se pongan de acuerdo en cómo sustituir el Obamacare, pese a que tienen mayoría en ambas cámaras.
Ross recuerda que el mandato de Obama coincidió además con cambios sociales que siguen vigentes, como la legalización de la marihuana en diversos estados o un fallo de la Corte Suprema protegiendo el derecho al matrimonio de parejas del mismo sexo.
Y sostiene que herramientas como las órdenes ejecutivas que ha usado Trump tienen limitaciones que le impiden desmantelar por completo políticas de Obama, mientras escribir nuevas regulaciones lleva tiempo.
“Ni siquiera diría que (el legado de Obama) está deshecho hasta la mitad”, dice Ross. “Hay muchas cosas de ese legado que permanecen intactas”.