[contextly_sidebar id=”cK64OHj5GBpb9uNcszB5LF3xH7QQimdN”]Es calificado como un “cambio radical” en la política exterior del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Además, es la primera vez que Estados Unidos golpea directamente instalaciones del gobierno sirio desde que comenzó el conflicto civil en este país.
El ataque con 59 misiles Tomahawk ordenado por Trump contra una base militar siria cercana a Homs en la noche de este jueves suscitó reacciones en todo el mundo.
Pero, ¿qué consecuencias podría tener tanto en Siria como en el escenario internacional más amplio?
BBC Mundo analiza tres posibilidades:
La ofensiva con misiles en respuesta a un supuesto ataque químico del ejército sirio contra civiles puede amenazar el precario equilibrio establecido por el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, en su manejo de la crisis siria.
Obama “eligió definir el vital interés de Estados Unidos en Siria de forma estrecha: derrotar a Estado Islámico sin verse más envuelto en otro lodazal en Medio Oriente”, escribe en la BBC el ex vicesecretario de Estado de Estados Unidos, Philip J. Crowley.
Hasta este ataque con misiles, Estados Unidos (junto con Reino Unido y Francia) había llevado a cabo incursiones aéreas contra Estado Islámico en Siria, pero había evitado golpear directamente a las fuerzas del presidente Bashar al Asad.
Pero Donald Trump ha roto con esta postura y ha decidido agredir al que es el principal aliado de Rusia en la región, por lo que esto puede perjudicar las relaciones entre Washington y Moscú, ambos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.
Siria es considerada clave para los intereses estratégicos de Rusia: es precisamente en ese país donde Moscú tiene su mayor base militar fuera de sus fronteras.
Por otra parte, Rusia ha sido fundamental para la supervivencia de Al Asad desde que en 2015 lanzó una campaña aérea para “estabilizar” al gobierno sirio, que había recibido varias derrotas de manos de la oposición armada.
Por todo esto, el primer ataque de Estados Unidos contra Al Asad desde que comenzó la guerra en Siria ha generado ya una contundente respuesta por parte de Rusia.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que “este paso que ha dado Washington inflige un daño significativo en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, que ya estaban en una situación lamentable”.
Y eso a pesar de que Estados Unidos notificó a las fuerzas rusas previamente al bombardeo y evitó atacar partes de la base militar en las que había presencia rusa.
El ataque, además, se produce sólo días antes de la reunión entre el Secretario de Estado de Estados Unidos, Rex W. Tillerson, y el presidente ruso Vladimir Putin, el primer encuentro cara a cara entre un miembro del gobierno de Trump y el líder ruso.
Hasta ahora “se esperaba que el encuentro estuviera dominado por la investigación sobre los ciberataques rusos y la interferencia en la elección presidencial en favor de Trump”, explica el diario estadounidense The New York Times.
Tras este nuevo acontecimiento, es probable que aumente la tensión en las relaciones entre Washington y Moscú.
Una posible segunda consecuencia es que, paradójicamente, el ataque contra Al Asad pueda socavar el principal interés de Estados Unidos en la región: derrotar al autodenominado Estado Islámico.
“Si Siria colapsa, podría convertirse en un refugio para los terroristas islámicos, precisamente la situación que Trump quiere evitar”, escribe el periodista de The New York TimesDavid Sanger.
El poder de Estado Islámico se ha visto mermado en los últimos meses, de forma que el grupo yihadista ha perdido casi un cuarto del territorio que controlaba en Irak y en Siria durante el último año.
Así que no está claro si los combatientes “podrían beneficiarse de una Siria todavía más dividida”, en palabras de Sanger.
Pero la experiencia de otros escenarios en los que Estado Islámico ha ocupado el espacio dejado por situaciones de vacío de poder es un aviso sobre lo que podría ocurrir en Siria.
Si Estados Unidos se ve involucrado directamente en el conflicto interno sirio, su lucha contra Estado Islámico podría verse gravemente debilitada.
Entre otras razones, porque hasta ahora los aviones de Estados Unidos y la coalición internacional han sobrevolado el espacio aéreo sirio casi sin impedimento.
Pero, como recuerda Andrew Exum, vicesecretario asistente de defensa de Estados Unidos para la política de Medio Oriente en The Atlantic, “tanto Rusia como el régimen sirio están bien posicionados para arruinar esto”.
Pueden afectar los vuelos en el este de siria y cuentan con armas avanzadas de defensa antiaérea.
Moscú, por su parte, esperaba poder establecer una cooperación con Trump para luchar conjuntamente contra el grupo yihadista, pero tras el ataque la perspectiva de esta colaboración se empaña.
Peskov, el portavoz del Kremlin, aseguró que el ataque genera “serios obstáculos para la creación de una coalición internacional para luchar contra el terrorismo”.
La decisión de Trump supone también un cambio radical con respecto a su retórica previa y también en relación a la política en la región de su predecesor, Barack Obama.
Tras establecer una “línea roja” respecto del uso de armas químicas en Siria, Obama luego decidió no actuar militarmente contra el gobierno de Al Asad, a pesar de responsabilizarlo de un ataque químico con más de 1.400 muertos.
“Les diré que el ataque contra los niños de ayer tuvo un gran impacto sobre mí, un gran impacto”, dijo Trump sobre el supuesto ataque químico.
“Mi actitud hacia Siria y Al Asad ha cambiado mucho… Estamos hablando ahora de un nivel totalmente distinto”.
Sin embargo, el secretario de Estado Rex Tillerson negó posteriormente que haya habido un cambio en la política de Estados Unidos hacia Siria.
“De ninguna manera extrapolaría esto [el ataque] a un cambio en nuestra política o en nuestra política en relación a nuestras actividades militares en Siria hoy”, dijo Tillerson, según reportó de la agencia Reuters.
Entonces, ¿ha sido este ataque un golpe aislado?
Las declaraciones del portavoz del Pentágono, el capitán de la Armada Jeff Davis, parecen sugerir esto.
“La intención fue disuadir al régimen de hacer esto de nuevo [atacar con armas químicas] y es claramente nuestra esperanza que esto haya tenido ese efecto”, dijo Davis.
Lo mismo afirma Jonathan Marcus, analista de asuntos diplomáticos de la BBC: “No hay ninguna indicación de que Estados Unidos quiera sacar al presidente Al Asad por medios militares”.
Pero, según el corresponsal de la BBC en Estados Unidos, Anthony Zurcker, una pregunta clave es “si el presidente sirio usa armas químicas o lleva a cabo ataques convencionales que provocan gran cantidad de víctimas civiles, ¿escalará Estados Unidos su intervención militar o se replegará, con el riesgo de proyectar debilidad?“.
La gran diferencia entre 2013 y ahora, cuando Obama amenazó con ataques aéreos contra Al Asad, es que hoy en día los riesgos de amplificar el conflicto son “mucho mayores”, escribe Greg Jaff en el diario estadounidense The Washington Post.
Y la razón es -de nuevo- Rusia, con sus tropas en el terreno y sus sistemas de defensa antiaérea capaces de tumbar un avión estadounidense.
“Es mucho más difícil ahora”, declaró al Post el general retirado John Allen, quien coordinó la campaña contra Estado Islámico en Siria e Irak durante el gobierno de Obama.
“Estados Unidos tiene que hacerse esta pregunta: ¿cuán enojados queremos estar en relación con este tema? ¿Estamos suficientemente indignados moralmente que estamos preparados a tomar acciones incluso con la posibilidad de que haya fallecidos de nacionalidad rusa?”, lanzó Allen.
Finalmente, el principal interrogante es si este evento -y cambio de actitud-, como lo describe el corresponsal de la BBC en Washington Anthony Zurcher, es un hecho aislado o marca el inicio de un Trump menos aislacionista en su política exterior.
Todavía no hay respuestas definitivas a estas preguntas.