Nota del editor: esta entrada fue publicada originalmente en ClickNecesario.com, el 10 de agosto de 2016.
Seguro recuerdas los árboles y ardillas felices de Bob Ross y sus pinceladas y paisajes fueron parte de tu vida. Es fácil recordar también su voz suave y adormilada, su flaqueza distintiva y un gran cabello afro. Pero, como siempre, hemos vivido en el error, porque ese afro no era verdadero.
En los años 80, Bob Ross empezaba su carrera como pintor después de servir a la milicia estadounidense durante 20 años. En esos tiempos, Bill Alexander, su mentor en el arte, se preparaba para retirarse y quería que Ross se quedara con sus clases. Bob aceptó y viajó por el país enseñando la técnica de su maestro: Alla Prima (porque las pinceladas se aplican directamente, sin boceto, ni dibujo previo).
El éxito no vino de manera fácil y Bob Ross se las empezó a ver difícil y para ahorrar dinero y tiempo en cortes de cabello, decidió mejor hacerse un permanente.
Normalmente, este mal look hubiera muerto de manera fácil, pero Bob Ross empezó a tener éxito y su marca necesitó una imagen para venderla. Ya conocido con el afro, las reglas del marketing indicaban que debía conservarse la familiaridad de la marca. Y así fue que tuvo chinos para toda su vida.
Aunque el afro le molestaba, Bob Ross ya había pasado por tiempos difíciles y no iba a comprometer el éxito de su negocio por un peinado. El muy listo siguió haciéndose un permanente tantas veces como fue necesario para conservar la imagen que le dio fama y fortuna.
Y si no nos crees, aquí está Bob Ross al natural y feliz, como su misma técnica hubiera querido:
Todavía nos preguntamos cómo es que se ahorra dinero y tiempo con un permanente, pero nunca cuestionaremos los motivos de Bob Ross para ser libre como las nubes felices de sus cuadros.
Con info de Mental Floss.
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