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5 escenas de extrema violencia en la literatura
5 escenas de extrema violencia en la literatura
10 minutos de lectura

5 escenas de extrema violencia en la literatura

07 de febrero, 2017
Por: Claudia Godoy

Nota del editor: esta entrada fue publicada originalmente en ClickNecesario.com, el 28 de octubre de 2015.

La palabra violencia puede llevarnos a pensar en las películas de Tarantino (en el mejor de los casos) o en la situación de nuestro país… raramente nos lleva a la literatura.

Es así que en épocas del terror (de verdad y de fantasía), les traemos emblemáticas muertes llenas de violencia en la literatura, para saciar sus ansias de sangre escrita con buena redacción.

Paul Owen en American Psycho, de Bret Easton Ellis

Empezamos leve, con una elección un tanto obvia: American Psycho. Patrick Bateman es un asesino serial neoyorquino en los años 80. Les compartimos cómo asesina a su colega Paul Owen. (Nótese que el diálogo anterior al asesinato suena muy hípster. Muchos disfrutarán imaginar que hacen eso cada que una persona con lentes de pasta expresa su opinión musical.)

“–En cualquier caso, tienes discos de Iggy Pop, al que aborrecía, pero ahora que es tan comercial me gusta mucho más que…

El hacha le alcanza, en mitad de la frase, en plena cara y su ancha hoja le raja de un modo sesgado la boca, haciéndole callar. Los ojos de Paul me miran, luego se le ponen en blanco involuntariamente, luego me vuelve a mirar y de repente trata de agarrar el mango con las manos, pero la sorpresa del hachazo le ha dejado sin fuerza. Al principio no sale sangre, ni se oye nada a no ser los periódicos de debajo de los pies de Paul, que patalean, se arrastran, los desgarran. La sangre empieza a salirle poco a poco por ambos lados de la boca poco después del primer hachazo, pero cuando retiro el hacha –casi arrastrando a Owen fuera de la silla al tirarle de la cabeza– y vuelvo a golpearle en la cara, partiéndosela en dos, sus brazos tratan de agarrarse al vacío y la sangre brota en dos géiseres parduscos, manchándome el impermeable. De hecho esto viene acompañado de un sonido horrible, como un siseo súbito, que procede de las heridas del cráneo de Paul, de sitios donde el hueso y la carne ya no están unidos, y a esto sigue un desagradable sonido como de pedo originado por una parte de su cerebro que, debido a la presión, asoma, rosado y brillante, por las heridas de la cara. Cae al suelo agonizando, con la cara grisácea y llena de sangre, si se exceptúa uno de sus ojos, que parpadea incontrolable; su boca es una masa retorcida roja y rosa de dientes y carne y mandíbula, la lengua le cuelga por una herida abierta a un lado de la cara, unida solamente por lo que parece una espesa cuerda morada. Le grito:

–Jodido hijoputa gilipollas. Jodido hijoputa. –y me quedo allí esperando, contemplando la grieta de encima del Onica que el encargado todavía no ha hecho que me arreglen. A Paul le lleva cinco minutos morirse del todo. Otros treinta dejar de sangrar.”

Tal vez Christian Bale nunca leyó el libro :/
Tal vez Christian Bale nunca leyó el libro :/ Giphy

Alyona en Crimen y castigo, de Fyodor Dostoievski

La novela de Dostoievski es el epítome de la paranoia de cuando haces algo mal y tú solito te delatas (entre otros rasgos literarios más intensos). Raskolnikof, nuestro asesino, es un joven de poco dinero que mata a una señito prestamista por resentido social (entre otros motivos literarios más intensos). Y así es como mata a la pobre seño Alyona (porque Rusia y sus nombres raros):

“No había que perder ni un segundo. Sacó el hacha de debajo del abrigo, la levantó con las dos manos y, sin violencia, con un movimiento casi maquinal, la dejó caer sobre la cabeza de la vieja. Raskolnikof creyó que las fuerzas le habían abandonado para siempre, pero notó que las recuperaba después de haber dado el hachazo. La vieja, como de costumbre, no llevaba nada en la cabeza. Sus cabellos, grises, ralos, empapados en aceite, se agrupaban en una pequeña trenza que hacía pensar en la cola de una rata, y que un trozo de peine de asta mantenía fija en la nuca. Como era de escasa estatura, el hacha la alcanzó en la parte anterior de la cabeza. La víctima lanzó un débil grito y perdió el equilibrio. Lo único que tuvo tiempo de hacer fue sujetarse la cabeza con las manos. En una de ellas tenía aún el paquetito. Raskolnikof le dio con todas sus fuerzas dos nuevos hachazos en el mismo sitio, y la sangre manó a borbotones, como de un recipiente que se hubiera volcado. El cuerpo de la víctima se desplomó definitivamente. Raskolnikof retrocedió para dejarlo caer. Luego se inclinó sobre la cara de la vieja. Ya no vivía. Sus ojos estaban tan abiertos, que parecían a punto de salírsele de las órbitas. Su frente y todo su rostro estaban rígidos y desfigurados por las convulsiones de la agonía. Raskolnikof dejó el hacha en el suelo, junto al cadáver, y empezó a registrar, procurando no mancharse de sangre, el bolsillo derecho, aquel bolsillo de donde él había visto, en su última visita, que la vieja sacaba las llaves. […] Se dijo que acaso la vieja no hubiese muerto, que tal vez volviese en sí… Dejó las llaves y la cómoda y corrió hacia el cuerpo yaciente. Cogió el hacha, la levantó…, pero no llegó a dejarla caer: era indudable que la vieja estaba muerta. Se inclinó sobre el cadáver para examinarlo de cerca y observó que tenía el cráneo abierto. Iba a tocarlo con el dedo, pero cambió de opinión: esta prueba era innecesaria. Sobre el entarimado se había formado un charco de sangre.”

¡Toma eso, Alyona dormida!
¡Toma eso, Alyona dormida! WordPress

Santiago Nasar en Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez

Basada en hechos reales (como dice Hollywood), la novela de García Márquez nos cuenta la historia de Santiago Nasar, a quien una señorita inoportuna le echa la culpa de haberla desvirgado. Acto seguido, su esposo y cuñado responden sensatamente y se dirigen a matarlo. Todos en el pueblo lo saben, excepto él… hasta que se entera :/

“Santiago Nasar levantó la mano para parar el primer golpe de Pedro Vicario, que lo atacó por el flanco derecho con el cuchillo recto. -¡Hijos de puta! -gritó. El cuchillo le atravesó la palma de la mano derecha, y luego se le hundió hasta el fondo en el costado. Todos oyeron su grito de dolor.

-¡Ay mi madre!

Pedro Vicario volvió a retirar el cuchillo con su pulso fiero de matarife, y le asestó un segundo golpe casi en el mismo lugar. «Lo raro es que el cuchillo volvía a salir limpio -declaró Pedro Vicario al instructor-. Le había dado por lo menos tres veces y no había una gota de sangre.» Santiago Nasar se torció con los brazos cruzados sobre el vientre después de la tercera cuchillada, soltó un quejido de becerro, y trató de darles la espalda. […] Santiago Nasar permaneció todavía un instante apoyado contra la puerta, hasta que vio sus propias vísceras al sol, limpias y azules, y cayó de rodillas. […] Se incorporó de medio lado, y se echó a andar en un estado de alucinación, sosteniendo con las manos las vísceras colgantes. Caminó más de cien metros para darle la vuelta completa a la casa y entrar por la puerta de la cocina. Tuvo todavía bastante lucidez para no ir por la calle, que era el trayecto más largo, sino que entró por la casa contigua. […] vieron entrar a Santiago Nasar empapado de sangre llevando en las manos el racimo de sus entrañas. […] Al pasar frente a la mesa les sonrió, y siguió a través de los dormitorios hasta la salida posterior de la casa. «Nos quedamos paralizados de susto», me dijo Argénida Lanao. Mi tía Wenefrida Márquez estaba desescamando un sábalo en el patio de su casa al otro lado del río, y lo vio descender las escalinatas del muelle antiguo buscando con paso firme el rumbo de su casa. -¡Santiago, hijo –le gritó-, qué te pasa! Santiago Nasar la reconoció. -Que me mataron, niña Wene -dijo. Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato. «Hasta tuvo el cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas», me dijo mi tía Wene. Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina.”

Así es, TODOS los sabían.
Así es, TODOS los sabían. Wikia

Oberyn Martell en “Tormenta de espadas” de la serie (de libros) Juego de tronos, de George R. R. Martin

Todos lloramos la muerte de Oberyn Martell en manos de La Montaña. Si ves Game of Thrones, no necesito introducir mucho el tema. Si no, digamos que en este momento de la historia todos creemos, queremos y sentimos que el bueno va a ganarle al malo. Y después, en pocos segundos, todo se va al carajo… tan parecido al #NoEraPenal (y al amor). Todos lo vimos, todos sufrimos y así es como esta escena fue concebida antes de llegar a nuestros castos ojos:

“Puso un pie sobre el pecho de la Montaña y levantó el mandoble con ambas manos. Tyrion no llegaría nunca a saber si tenía la intención de cortarle la cabeza a Gregor o de clavarle la punta por la ranura del yelmo.

La mano de Clegane se alzó de súbito y agarró al dorniense por la corva. La Víbora Roja dejó caer el mandoble en un tajo feroz, pero había perdido el equilibrio y el filo se limitó a hacer una nueva abolladura en el avambrazo de la Montaña. La espada quedó olvidada mientras la mano de Gregor se tensaba y giraba, haciendo que el dorniense cayera encima de él. Lucharon cuerpo a cuerpo en el polvo y la sangre mientras la lanza rota oscilaba de un lado a otro. Tyrion vio horrorizado que la Montaña había abrazado al príncipe con un brazo enorme, pegándolo a su pecho como un amante.

—Elia de Dorne —oyeron decir a Ser Gregor cuando estuvieron a la distancia necesaria para un beso. Su voz grave resonaba dentro del yelmo—. Yo maté a la mocosa llorona. —Lanzó su mano libre hacia el rostro desprotegido de Oberyn, clavándole los dedos acerados en los ojos—. Fue después cuando la violé. —Clegane hundió el puño en la boca del dorniense, destrozándole los dientes—. Y al final le reventé la cabeza de mierda. Así.

Cuando echó hacia atrás el enorme puño, la sangre en su guantelete era como humo en el aire frío del amanecer. Se oyó un crujido escalofriante.”

Ojalá las cosas fueran así de fáciles y hermosas :(
Ojalá las cosas fueran así de fáciles y hermosas 🙁 Funny Junk

Todo el mundo en Tito Andrónico, de William Shakespeare

Llegamos a la cereza del pastel. Pero mejor no hablamos de comida, porque Shakespeare se encarga de arruinarnos las empanadas de carne molida con este diálogo. En este momento, Tito Tito Capotito mata a los rufianes que violaron a Lavinia, su hija. Después de violarla, le cortaron las manos y la lengua para que no pudiese delatarlos. Y pues su papá quiere venganza. Esto lo escribió Shakespeare, el mismo que te hace llorar con Romeo y Julieta:

“¡Ven, ven, Lavinia! ¡Mira, tus enemigos están atados! ¡Quirón! ¡Demetrio! He aquí la fuente pura que manchasteis de fango. Vosotros matasteis a su esposo, y por esta vil acción sus hermanos fueron condenados a muerte y mi mano cortada fue objeto de burla. A ella le mutilasteis las manos y la lengua, y violasteis su castidad. ¡Oíd, miserables, cómo voy a martirizaros! Todavía me queda esta mano para cortaros la garganta; mientras, Lavinia sostendrá entre sus muñones el caldero que va a recibir vuestra sangre culpable.

Ya sabéis que vuestra madre, que se llama a sí misma Venganza y me cree loco, vendrá a tomar parte en el banquete que he organizado. ¡Escuchad, malvados! Trituraré vuestros huesos hasta hacerlos harina y, con esto y vuestra sangre, haré pasta de hojaldre. A continuación, con la pasta, fabricaré empanadas de carne que rellenaré descarnando vuestras sucias cabezas. Y le pediré a esa ramera que tenéis por madre que pruebe mi receta. Que, como la tierra, se trague su propia progenie. Éste es el festín que le ofrezco.

¡Vamos, preparad los cuellos! ¡Ven, Lavinia, recibe su sangre! Vamos, ayudadme a preparar el banquete. Quiero que sea más atroz y sangriento que el festín de los Centauros. (Los degüella.) Llevadlos dentro. Yo seré el cocinero. Los tendré a punto para cuando llegue su madre. (Salen, llevándose los cadáveres.)”

Empanadas, empanadas everywhere.
Empanadas, empanadas everywhere. The Sydney Morning Herald

Si quieren saber qué tal le quedaron las empanadas a Tito y si la mamá se come a los hijos como un bistecqueso cualquiera, vayan a leer la obra completa de Shakespeare.

Lean mucho (o vean las películas de menos) y compártanos sus historias… no, mejor no queremos que nos compartan nada relacionado a esto.

Mejor vayan por algo dulce para quitar el sabor a centavo que nos ha dejado tanta sangre apalabrada.

 

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Imagen BBC

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