[contextly_sidebar id=”xpXooTu6jHiMiG8vqmQMaxPkQre3f4rY”]La pelea está planteada. Donald Trump no para de insistir en que México pagará por la construcción del nuevo muro fronterizo, mientras que el presidente Enrique Peña Nieto reiteró categóricamente que no sería así.
Aunque, para ser más precisos, ahora lo que dice Trump es que empezará a construir el muro cuanto antes y que México lo que hará será un “reembolso” del dinero.
“Podría esperar como un año y medio hasta que terminemos las negociaciones, que vamos a empezar inmediatamente, pero no quiero esperar”, dijo Trump el miércoles, en su primera rueda de prensa en meses.
Y el mismo miércoles Peña Nieto respondió: “En ningún momento aceptaremos nada en contra de nuestra dignidad como país, ni de nuestra dignidad como mexicanos”, dijo Peña Nieto.
Resulta evidentemente complicado que México alguna vez acepte lo que sería visto como un gesto humillante y políticamente venenoso para cualquier gobernante de esa nación: girar un cheque a Estados Unidos para que Trump financie una obra que los mexicanos interpretan como una bofetada contra ellos.
¿Y entonces, puede Trump ponerse creativo con la contabilidad para demostrar que, tal como lo pedían enardecidos sus seguidores en las manifestaciones de la pasada campaña presidencial, México pagará por el muro?
¿Podría empezar a recaudar de manera indirecta los cuantiosos fondos que se espera requiera la obra fronteriza?
En agosto de 2015, la campaña del entonces precandidato republicano Donald Trump hablaba ya de estos mecanismos indirectos “de pago”. El plan todavía puede consultarse en la que fue la página web de su campaña www.donaldjtrump.com.
Entre ellos se planteaban estos mecanismos de recaudo indirecto de fondos para el muro:
Trump aducía entonces como justificación para cobrarle a México el costo del muro, el hecho de que Estados Unidos ha utilizado miles de millones de dólares en “cuidados de salud, vivienda, educación y seguridad social” para satisfacer una demanda creciente de habitantes que no viven legalmente en el país.
“El costo anual de créditos libres de impuestos sólo para beneficiar a inmigrantes indocumentados se cuadruplicó hasta llegar a la suma de US$4.200 millones en 2001”, decía el documento de la campaña de Trump de 2015.
Trump ha estimado que la construcción del muro en la frontera con México podría costar cerca de US$8.000 millones.
Otros estimativos mencionan que el valor de la obra podría llegar a US$10.000 millones.
Las remesas de mexicanos en Estados Unidos a su país de origen alcanzaron más de US$24.000 millones en 2015.
En los primeros 11 meses de 2016 el monto ya había superado los US$25.000 millones, según el Banco Central de México. Más de un millón de familias mexicanas reciben estos pagos.
Y es de presumir que el volumen de las remesas haya aumentado desde entonces en la medida que muchos inmigrantes mexicanos anticipen mayores restricciones en el futuro con la elección de Trump y prefieran enviar de una vez fondos a sus familias.
Por lo que ésta es una fuente potencial de recursos importante.
Pero un gravamen sustancial a estas remesas privadas a México por parte del gobierno de Estados Unidos enfrentaría abundantes quejas políticas y legales.
Otra opción disponible al gobierno de Trump para calmar las exigencias de sus seguidores en la clase obrera blanca estadounidense podría ser anunciar la construcción de un muro en ciertos segmentos de la frontera, y fortalecer el resto con una combinación de vallas reforzadas y sistemas de vigilancia electrónica.
El 13 de noviembre pasado, menos de una semana después de su victoria contra Hillary Clinton, Trump daba a entender esta posibilidad.
“Podría haber algo de vallas. En ciertas partes yo podría (aceptar una valla), pero en ciertas partes, un muro es más apropiado”, dijo entonces el presidente electo.
Sea muro o sea valla, la posición oficial mexicana no ha cambiado durante este periodo. El gobierno dice que un pago a Estados Unidos por la barrera fronteriza no está en discusión.
“No hay manera de que eso ocurra (…) es un tema de dignidad y soberanía nacional”, dijo el 10 de enero el actual Ministro de Relaciones Exteriores Luis Videgaray, el mismo que renunció a su anterior puesto de Ministro de Hacienda en septiembre pasado luego de haber ideado la criticada visita de Trump a México durante la campaña presidencial estadounidense.
Y el miércoles, el mandatario mexicano Enrique Peña Nieto declaró que “En ningún momento aceptaremos nada que vaya en contra de nuestra dignidad como país y nuestra dignidad como mexicanos”.
Es evidente que tenemos algunas diferencias con el próximo gobierno de Estados Unidos, como el tema de un muro que México, por supuesto, no pagará”, puntualizó el gobernante.
Una lección de 2016 para los analistas políticos es que es riesgoso decir “esto nunca ocurrirá”.
Sin embargo, parece razonable vaticinar que es muy difícil que México acepte pagar directamente por el muro que propone Trump.
De ahí que, si se construye, lo más probable es que se busque una fórmula indirecta.
Una circunstancia en la que, en todo caso, muchos ciudadanos mexicanos se verán obligados a hacer sacrificios para que la promesa electoral de Trump se convierta en realidad.