[contextly_sidebar id=”3eAAIfeNx5LSaTOFNDzidzgMJlPpawt6″]Ya pasó el tiempo de las primarias republicanas, la guerra verbal con su rival demócrata Hillary Clinton y la áspera transición presidencial junto a Barack Obama. Ahora a Donald Trump le toca gobernar.
El que hasta ahora era hombre de negocios y protagonista de programas de telerealidad, preside desde este viernes un país de más de 300 millones de personas, considerado la nación más poderosa del planeta.
En la campaña electoral, y en las semanas que siguieron a su sorprendente victoria sobre Clinton, Trump expuso sus principales objetivos de gobierno, aunque en líneas generales y sin dar muchos detalles.
En las semanas, meses y años que vienen, seremos testigos de los progresos de la agenda que presentó ante los electores.
No olvidemos que su predecesor, Barack Obama, también se trazó muchos objetivos que al final pudo cumplir.
¿Cómo le irá a Trump?
Podemos decir que el período de transición que concluyó con el juramento de Trump este 20 de enero fue particularmente tumultuoso para el republicano.
Desde su triunfo se vio envuelto en polémicas y críticas sobre posibles conflictos de intereses en sus selecciones de gabinete, informes de inteligencia sobre el papel de Rusia en las elecciones y cuestionamientos ante su falta de trayectoria política.
Trump y su equipo hicieron todo lo posible para despejar las posibles dudas sobre su figura, pero parece que tantos cuestionamientos finalmente afectaron su popularidad entre los estadounidenses.
Las encuestas sugieren que el índice de aprobación de Trump como presidente electo es mucho menor que el de sus tres predecesores más recientes.
Trump llega al 44%. Su inmediato antecesor disfrutaba del 83% de apoyo.
¿Esto importa? Quizás no, por ahora.
Los republicanos controlan tanto la Cámara de Representantes como el Senado, así que en teoría puede seguir su agenda legislativa sin preocuparse demasiado por su popularidad.
Pero para hacer eso tendrá que mantener a sus colegas republicanos cerca, y su estilo impredecible y agresivo podría jugarle en contra.
Trump ya respondió a las encuestas de aprobación asegurando que están “manipuladas contra él”.
Añadió que las realizan los mismos “que hicieron las falsas encuestas electorales“.
Pero si su calificación sigue siendo baja en doce meses, se puede esperar que surjan voces disidentes entre los congresistas de su partido preocupados por las elecciones legislativas de mitad de mandato.
Cuando Barack Obama se convirtió en presidente en 2009, Estados Unidos se encontraba en medio de su peor recesión desde la década de 1930 y en su primer mes la economía perdió 800.000 empleos.
Sin embargo, a pesar de algunas caídas en 2009, la economía de Estados Unidos tuvo su período de creación de empleo más prolongado bajo la administración Obama.
En diciembre de 2016, Obama alcanzó la marca de 75 meses consecutivos de crecimiento laboral en Estados Unidos.
A pesar de esos números favorables, los críticos de Obama señalaron que la recuperación fue débil.
Muchos de los seguidores de Donald Trump, especialmente en las antiguas regiones industriales de Estados Unidos, votaron por él porque sintieron que el exmandatario demócrata los había descuidado.
Trump, en cambio, prometió derrumbar las “regulaciones destructivas” y crear 25 millones de nuevos puestos de trabajo durante la próxima década.
El flamante presidente alegó permanentemente que los empleos estadounidenses fueron llevados a otros países, especialmente en el sector de manufactura.
En los siguientes cuatro años podremos ver los avances o retrocesos de Trump a través del informe mensual de empleos.
También el mundo estará atento a otros indicadores económicos, como el crecimiento del PIB y la deuda nacional, además de las reacciones de los mercados a sus políticas.
¿Qué pasará con el sistema sanitario?
La salud pública será una prueba temprana para el presidente Trump y el Partido Republicano.
El mandatario estadounidense manifestó repetidamente que espera que el Congreso “derogue y reemplace” la La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, conocida como Obamacare, y ya se dieron los primeros pasos para lograrlo.
Lo que no se conoce con precisión es cómo será ese reemplazo del que tanto hablaba Trump en la campaña.
El mandatario afirmó que su plan proporcionará un “seguro para todos”, pero los líderes republicanos del Congreso prefieren hablar de “acceso universal” en lugar de “cobertura universal”.
Es una señal de que el nuevo presidente y sus colegas en el Congreso no están del todo sincronizados en el tema.
Con sus políticas, el presidente Obama logró reducir el número de estadounidenses sin seguro hasta el 8,6% de la población a principios de 2016.
Sin embargo, Obamacare enfrentó varios problemas a lo largo del camino y los aumentos recientes en el precio de los seguros médicos permitieron a los republicanos señalar al plan de salud pública del expresidente como un fracaso.
Ahora que tienen un control significativo del Congreso, la probabilidad de que la política sea suprimida aumentó.
El riesgo que corren los republicanos y Trump es la enorme reacción contraria que se puede producir si no se reemplaza a Obamacare con otro plan efectivo y de amplio alcance.
Un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso (no partidista) estimó que 18 millones de personas podrían perder su seguro dentro de un año y 32 millones hasta 2026 si el Congreso deroga la La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible sin tener un nuevo sistema en marcha.
La inmigración fue tal vez el tema principal de Donald Trump durante la campaña electoral y el foco principal del discurso que dio en junio de 2015, cuando anunció su candidatura ante un mundo de escépticos.
Para detener el flujo de migrantes mexicanos ilegales, el entonces candidato prometió construir un “bello” muro a lo largo de la frontera de más de 3.000 kilómetros y hacer que México pague por él.
Ya hay algunas barreras en varios puntos de la línea fronteriza que comparten EE.UU. y los mexicanos, pero Trump insiste en su particular “gran muralla”.
Los constantes y agresivos dichos de Trump contra los migrantes ilegales hacen que suene que éstos la tuvieron fácil bajo el mandato de Obama, pero hay algunas cifras que sugieren lo contrario.
Entre 2009 y 2015, el gobierno de Obama deportó a más de 2,5 millones de personas, la mayoría de las cuales habían sido condenadas por algún delito o eran recién llegadas.
Estos números, que superaron a los de su antecesor George W. Bush, hicieron que el expresidente fuera bautizado por algunos como el “deportador en jefe”.
En la campaña, Trump prometió eliminar “a todos los que no están legalmente en Estados Unidos”, que se estima son más de 11 millones.
En los últimos meses redujo en parte aquella pretensión, pero sin renunciar a las deportaciones masivas.
Haga lo que haga, todavía falta tiempo antes de que veamos evidencia clara del efecto que pueda tener la asunción de Trump para los migrantes que desean establecerse en Estados Unidos.