Nota del editor: Este texto fue publicado el 7 de julio de 2016. La fecha se actualizó para presentarlo como uno de los mejores materiales de Animal Político este año.
“Lo siento señora. No sé de qué paciente me habla”, dice la doctora en tono neutro y observa el rostro de otra mujer de unos 50 años que le pregunta irritada cuándo piensa atender a su hermana.
[contextly_sidebar id=”TfJRhzbQFL2NTfjEOYtifmyLxfYsyAmN”]–Mire, de verdad que lo siento –la médico cambia el tono frío por una sonrisa al ver los ojos hinchados y enrojecidos de la mujer–. Pero ya no puedo hacer más de lo que hago. Estoy yo sola para atender a 70 pacientes.
La doctora observa el pasillo repleto de camillas que esperan acomodo en algún lugar. Esboza otra sonrisa y comienza a caminar rápido para mezclarse de nuevo entre las enfermeras y canastos de sábanas sucias.
La mujer la observa alejarse y su rostro, más que enfado, refleja un profundo cansancio.
–No te preocupes –le dice a su hermana, quien camina arrastrando el gotero de suero–. Seguro que la doctora pronto nos atiende.
“No hay duda: México ha destinado más recursos para la atención de la salud en los últimos diez años”, dijo el secretario de Salud, José Narro, el pasado 24 de junio en una rueda de prensa.
Ese mismo día recordó que la inversión en Salud entre el año 2000 y el 2016 ha crecido de manera constante en el país. De acuerdo con Hacienda, el dato es certero: solo en los últimos seis años, el presupuesto destinado al Ramo 12 Salud aumentó 47%: pasó de 89 mil 892 millones en 2010 a 132 mil 216 este año. Una diferencia de 42 mil 324 millones de pesos al alza.
Incluso, desde que el presidente Enrique Peña Nieto llegó a Los Pinos, la inversión en Salud subió más de 10 mil millones de pesos: de 121 mil 856 millones en 2013 a 132 mil 216 este año.
Por el otro lado, miles de médicos marcharon apenas el pasado 22 de junio en 82 ciudades en protesta por la falta de medicamentos y seguridad para ejercer su profesión. Y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) recibió, de 2013 a mayo de 2016, 8 mil 498 quejas contra personal de instituciones públicas de salud, siendo precisamente el IMSS el que más acumula con el 72% de los casos.
Y ahora, en este hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en el Estado de México, una enfermera me dice que la siga para mostrarme cómo es que trabajan en realidad los hospitales en el país.
Gladys no se llama Gladys. Pero hace unos minutos, después de identificarme como periodista aprovechando que ningún guardia de seguridad pasa por la zona, llegamos a un acuerdo: yo protejo su identidad para evitar represalias laborales, y ella me introduce con sigilo al dispensario de medicamentos.
Una vez dentro de la habitación, un cuarto con paredes amarillentas que rezuma olor a desinfectante, Gladys me muestra un panorama muy parecido al que otros doctores y enfermeros de estados como Chiapas, Jalisco, Nuevo León, Durango, Veracruz, o el mismo Estado de México, describieron en esta nota.
–Mire, aquí es donde deberíamos tener las jeringas –me muestra un enorme hueco vacío en una de las estanterías–. Y en esta otra estantería deberíamos tener las agujas y nada, está vacío. Tampoco tenemos antibióticos, que es lo más básico en un hospital. Ni vendas, ni sondas, ni guantes. Ni catéteres. Nada.
–¿Esto ya lo han reportado? –pregunto.
–Claro, las autoridades ya saben lo que pasa aquí.
–¿Y qué le dicen al paciente cuando no tienen nada que ofrecerle?
La enfermera casi suelta una carcajada, pero se contiene.
–¿Qué qué le decimos? Pues que trabajamos con lo que hay.
De acuerdo con el IMSS, la situación es distinta. Al menos en el papel, todo son buenas noticias exceptuando retos como mejorar la atención de enfermedades crónicas, tales como la diabetes. Por ejemplo, según el informe que acaba de enviar al Congreso sobre su situación financiera, se consiguió sanear las cuentas; la simplificación de trámites; la modernización de la infraestructura; la construcción de hospitales; y reducir tiempos y costos en trámites.
Además, en 2016 se logró un “nivel histórico en el abasto de medicamentos” con la compra consolidada, en la que se adquirió mil 760 claves de medicamentos y material de curación, con una inversión de casi 48 mil millones de pesos, “convirtiéndose en la más grande del sector público”,
Y dato muy importante: según el IMSS, el número de quejas por “negativa de medicamentos” bajaron 40.2% en 2015 (9 mil 197 quejas en 2014 frente a 5 mil 502) y hasta 84.6% entre enero y junio de este año, lo que refleja que las acciones para mejorar el abasto “han impactado en la satisfacción de la derechohabiencia”.
Es más, el grado de satisfacción en este rubro es tal, que el IMSS asegura que “no se tiene conocimiento de quejas por parte del personal médico relacionado al tema de falta de medicamentos” (aquí puedes leer en pdf la respuesta del IMSS ante los cuestionamientos de falta de medicinas).
Gladys abre la puerta del dispensario y se cerciora de que no hay guardias, ni ningún supervisor que nos pueda delatar.
–Ya puede salir –me dice entre susurros.
La enfermera cierra con llave la habitación y antes de despedirse con una mueca cómplice, me comenta que no hay problema si quiero hablar con las otras compañeras de la planta, “porque todas estamos hartas de trabajar en estas condiciones”.
No obstante, su recomendación final es que platique con la doctora que hace unos minutos le dijo a una mujer que atendía a 70 pacientes.
Una hora más tarde, rozando las 12 del mediodía, la médico aparece de nuevo por la sala de espera.
La abordo con cautela. Le explico que no soy familiar de ningún paciente y que, en realidad, busco documentar las condiciones en las que trabajan.
La doctora me estudia en silencio durante unos segundos.
-Está bien, pero no hablemos aquí –me contesta mirando desconfiada hacia el pasillo-. Vayamos a otra planta que esté más tranquila.
Subimos las escaleras –sólo uno de los tres ascensores funciona y se le da prioridad a las camillas-, hasta que encontramos un sitio apartado y comenzamos a conversar.
-Doctora, antes la escuché decir que usted atiende a toda una planta. ¿Eso es cierto? –le pregunto a quemarropa.
La médico, a la que llamaremos Carmen también para evitar represalias laborales, mete ambas manos a los bolsillos de la bata blanca.
-Lo que pasa es que no tenemos médicos internos, que somos los héroes anónimos que sacamos el trabajo en los hospitales –explica-. Y por eso ahorita estoy yo sola para 70 pacientes.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la escasez de médicos no es algo exclusivo de un solo hospital. Según el Estudio sobre el Sistema Mexicano de Salud 2016, aunque el número de médicos per cápita se ha incrementado en México, pasando de 1.6 doctores por mil habitantes en el 2000 a 2.2 en 2013, la cifra sigue siendo inferior al promedio de la OCDE, de 3.2.
De hecho, de los 34 miembros que integran la organización, México está dentro del ‘top 10’ de naciones con menos médicos por mil habitantes, superado por países como Corea, Polonia, Eslovenia o Irlanda.
En cuanto a las enfermeras, la situación es aún peor: hay 2.6 enfermeras por cada mil habitantes, dato muy alejado del promedio OCDE de 9.1. De hecho, México es el lugar siete dentro del grupo de 10 países con menos enfermeras.
-¿Cómo se le explica esta escasez de personal médico a un ciudadano que paga sus cuotas al seguro social? –le vuelvo a preguntar a Carmen.
-Bueno, lo normal es que el paciente se enoje y la pague con nosotros, agrediéndonos con insultos, amenazas o golpes. Porque no hay suficiente personal para tanta población, ni suficiente material, ni las condiciones del hospital son tampoco las idóneas.
-Dígame un ejemplo: ¿qué es lo que más falta en este hospital?
En este punto, la doctora ríe abiertamente.
-¡Uy! –exclama-. Esa es una pregunta difícil. Creo que sería más fácil decirte qué es lo que sí hay, porque nos faltan muchas cosas.
A continuación, a la lista recitada por la enfermera Gladys, Carmen añade que les faltan tubos para extraer sangre, situación que los obliga a retrasar la obtención de muestras, provocando a su vez que el paciente tenga que esperar más días hospitalizado.
Incluso, la doctora dice que es común que se reprogramen varias veces las intervenciones quirúrgicas porque no tienen lo mínimo para operar.
-Nos falta hasta el agua y el jabón. Es decir, algo tan básico para un cirujano como poder lavarse las manos previo a una cirugía, algo tan básico –remarca la médico-, no existe en este lugar.
Decir que bajar al área de Urgencias es como descender al averno, sería una exageración y además un tópico muy manoseado.
Sin embargo, no es exagerado describir que nada más enfilar la ruta que lleva hasta esta área, el ambiente contrasta con el del resto de plantas. Aquí -anoto en la libreta-, el aire es más pesado. Y los aromas a heces, alcohol cutáneo, yodo, y a los fluidos que brotan de las heridas, se intensifican hasta provocar una leve sensación de mareo.
-Se supone que deberíamos tener entre 20 y 25 pacientes, pero a veces hemos tenido hasta 80 en primer contacto –me confiesa Fernanda, otra doctora que aceptó darme “un tour” por Urgencias a cambio de no revelar su identidad.
-Por eso hay personas que se quedan hasta tres días sentadas en una silla, porque no hay camas suficientes –dice ahora, mientras ambos caminamos lentamente observando filas de personas que nos miran con los rostros apagados.
-¿Pero cómo? ¿Lo normal es que estén en sillas? –le insisto a la doctora, tras hacerle ver que entre esas personas hay ancianos.
-Sí, sí, es lo normal –encoge los hombros-. O si tienen suerte, en alguna camilla que ya esté rota y nadie la esté usando.
Sobre este punto, el informe de la OCDE también deja mal parado a México: en el país sólo hay 1.6 camas de hospital por cada mil habitantes. De hecho, México es el segundo lugar en el ranking de países de la OCDE con menos camas de hospital junto con Colombia, superando solo a India, con 0.5 camas.
No obstante, advierte Fernanda a continuación, lo peor no es tanto que haya pacientes sin camas. Sino los riesgos que corren, tanto el personal médico, como los propios pacientes, de contraer alguna bacteria en un área tan sobrepoblada de enfermos.
-Aquí abajo, el paciente tiene riesgo de venir con una enfermedad y salir con otra distinta –explica la médico-. Porque en esta área tenemos pacientes de todo tipo y de todas las enfermedades, y por eso algunos necesitan estar aislados del resto.
El problema, dice, es que solo cuentan con una o dos camas de aislados, que además tienen que usar para atender a otros pacientes de Urgencias.
-Por eso, si la persona no viene muy grave, tratamos de darle algún medicamento y le aconsejamos que mejor se vaya a su casa. Porque, aunque suene paradójico, allí va a estar mucho más seguro que aquí.
Tras culminar el ‘tour’, la médico me pide que vayamos a otra planta para platicar alejados de la mirada de sus supervisores.
Una vez en el lugar que ella escoge, le pregunto por esos miles de millones de pesos que, cada año, el gobierno mexicano invierte en la salud y en la compra de miles de medicamentos e insumos para los hospitales públicos.
La doctora escucha la pregunta con el ceño fruncido. Se sienta sobre una mesa vacía en la que debería haber computadoras y una impresora para imprimir recetas y documentos, y a continuación dibuja una mueca de desaprobación en el rostro.
-Pues la verdad, yo no sé si a este hospital esté llegando ese dinero –dice aún con el ceño fruncido.
-Porque como has podido ver, no tenemos ni jeringas. De hecho, para las curaciones solo nos dan un paquete de gasas y con eso arréglatelas como puedas. En realidad –concluye Fernanda mientras observa a los enfermeros correr por los pasillos-, los médicos tenemos que hacer milagros con lo poco que tenemos.