[contextly_sidebar id=”wieVdcn7qgmHzLghXE3YVrqRSfuC5KVh”]El dedo de Roberto Castillo se desliza por el mapa y muestra una de las posibles rutas que seguirá por Centroamérica cuando salga de Cuba. El destino final será los EstadosUnidos (EU) de Norteamérica donde se acogerá a la Ley de Ajuste para cubanos, que permite a los nacidos en la isla que pisen territorio estadounidense solicitar la residencia legal.
La travesía será difícil y llena de riesgos, pero es la única opción que le queda a Roberto para salir de las carencias económicas y la falta de oportunidades que vive en Cuba.
“Tengo 31 años y soy ingeniero mecánico. Trabajé en la fábrica ’26 de julio’ de implementos agrícolas en Holguín y nunca vi los resultados de mi trabajo”, dice Castillo.
Su salario en la fábrica de 650 pesos al mes (unos 26 dólares americanos) no eran suficientes para sufragar los gastos de alimentación en un país donde la carne de cerdo cuesta 35 pesos la libra (1 dólar con 40 centavos); el arroz, cinco; y el frijol, diez, los principales componentes de la cocina cubana.
También las prendas de vestir son escasas y caras: un pantalón cuesta 500 pesos (20 dólares), una camisa, al igual que un par de zapatos, 300 (12 dólares).
Castillo vive junto a su madre, el padrastro y un hermano menor en una casa de dos cuartos, aún sin terminar de construir. Los materiales de construcción se comercializan a precios prohibitivos para la mayoría de la población. Un saco de cemento puede costar hasta 140 pesos cubanos (alrededor de 6 dólares), la quinta parte de su salario como ingeniero.
“El dinero no alcanza, todo es muy caro, los alimentos, la ropa y los materiales de la construcción”, agrega.
Ante las dificultades, la familia no se quedó de brazos cruzados. Sacaron una licencia como cuentapropistas –trabajadores por cuenta propia—, y desde hace más de dos años tienen una cafetería en el portal de la casa, administrada por el padrastro de Roberto, quien puso el dinero para iniciar.
“Dejé de trabajar con el Estado porque el negocio privado me deja más dinero, un promedio de mil pesos mensuales (40 dólares); pero no es suficiente para resolver nuestras necesidades económicas”, dice Roberto.
Calcula que el viaje para salir de Cuba le costará cerca de 10 mil dólares americanos. La cifra incluye el boleto de avión, que tendrá que ser de ida y vuelta para despistar a los agentes de inmigración del primer destino. Los gastos de hospedaje y de transportación hasta México, y el pago a los coyotes completan el total del dinero.
La suma la ha reunido con parte de lo ahorrado por la familia y un préstamo de un amigo que tendrá que reponer con intereses en un plazo de dos años.
Ante la falta de oportunidades para lograr un progreso económico en sus vidas, la familia está de acuerdo en que Roberto utilice los ahorros para el viaje.
“Mi padrastro me convenció para que realizara el trayecto. Desde un inicio él me brindó apoyo material y moral. Mi madre también está de acuerdo, por eso yo no puedo fallar. Del dinero que yo envíe de EU depende el futuro de mis seres queridos”, afirma convencido.
“Aposté todo o nada, la vida es riesgo, y tengo fe que voy a lograrlo”, expresa mientras aprieta con su mano derecha una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba.
Como parte de los preparativos para el viaje, Roberto Castillo escribió una lista con los países de libre visado para los cubanos, donde incluyó a Rusia y Trinidad y Tobago.
“Pienso que por el Caribe el viaje será más fácil y barato”, dice.
Sabe que la travesía será difícil y tendrá que enfrentarse a obstáculos que comenzarán en los módulos de inmigración del aeropuerto, donde correrá el riesgo de ser denegada su entrada a raíz de los miles de cubanos que quedaron varados en Costa Rica el año pasado y los que están en estos momentos en Quito, Ecuador y Turbo, Colombia.
También ha escuchado las historias sobre los llamados “coyotes”, personas que lo guiarán en todo el viaje por Centroamérica hasta llegar a EU.
“Conozco casos de cubanos que han sido víctimas de estafas y han perdido todo su dinero o han resultado muertos en manos de los coyotes”, afirma.
Pero estas historias no lo detienen en su empeño de lograr una vida mejor que, como cuenta, nunca encontrará en Cuba.
Antes de la reforma migratoria de 2013, el gobierno cubano impedía a sus ciudadanos viajar libremente.
La mayoría de los cubanos salían del país ilegalmente y llegaban a tierras norteamericanas en balsas improvisadas.
La travesía comenzaba por el litoral norte cubano, desde un punto cercano a las costas de la Florida.
Durante el itinerario, algunos lograban su objetivo, pero la mayoría veía frustrado su viaje al ser interceptados en alta mar por la guardia costera norteamericana, o cuando sus balsas recalaban en otros países caribeños. En ambos casos, eran deportados a Cuba.
En el año fiscal 2015, según datos del Centro de Investigación Pew, la Guardia Costera americana detuvo a tres mil 505 cubanos en el mar, el número más alto de cualquier país.
Por eso, Castillo siempre desechó la idea de alcanzar tierras norteamericanas a través del mar, montado en una balsa.
“Las balsas son un invento rústico y puedo naufragar y morir ahogado; o durante la travesía me puede interceptar una lancha guardacostas y devolverme a Cuba”.
Ahora asegura que tiene todo listo, y que partirá en los próximos días. “Saldré de Holguín en ómnibus hasta la Habana”, dice mostrando el boleto.
A la capital llegará un día antes del vuelo y allí se alojará en el Ulloa, un hotel que está cerca del zoológico de La Habana y que presta su servicio en moneda nacional.
“Este hotel queda muy cerca de una parada de la guagua que me dejará en el aeropuerto”, afirma.
Roberto piensa que pronto se derogará la Ley de Ajuste Cubano a partir del descongelamiento progresivo de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos que inició en diciembre de 2014.
“Un día éramos enemigos y al otro día amanecimos con la noticia del restablecimiento de las relaciones”, cuenta.
“En Cuba no mejorarán las cosas aunque se caiga el embargo. Las oportunidades se dan una vez en la vida y esta de salir del país tengo que aprovecharla ahora”, asegura Roberto, un ingeniero cubano que se encuentra por iniciar el viaje más largo de su vida y con el cual busca ayudar económicamente a su familia.