Juan Hernández Manzanares es un policía federal, adscrito al destacamento de respuesta inmediata, capacitado en el manejo de armamento especial, que desapareció hace cinco años, cuando estaba acuartelado, junto con otros 300 elementos, en un hotel de Nuevo León.
[contextly_sidebar id=”PGsrxSCl3C5EOLNh2qFcrUFjErdnNxuq”]”Yo sé que ese trabajo era peligroso –narra Patricia, la mamá de Juan–, y sabía que a mi hijo me lo podían matar en un enfrentamiento. Claro que lo sabíamos. En un enfrentamiento él recibió un disparo en la mejilla y otro en el muslo. Pero esa era su elección, él me decía que su trabajo le gustaba, que alguien tenía que defender a la gente… pero no estábamos preparados para lo que pasó: a mi hijo se lo llevaron del mismo hotel en el que estaban acuartelados él y otros 300 policías… y nadie vio nada”.
Juan desapareció cuando tenía 23 años, el 19 de febrero de 2011, tres días antes de la fecha programada por él y por su novia para casarse por el civil.
De hecho, recuerda la señora Patricia con indignación, “yo me enteré de que había desaparecido por su novia, no por la Policía Federal, ella me habló para decirme que no lograba contactarlo… En la Policía Federal dicen que se dieron cuenta de su ausencia en la mañana del día 20 de febrero, mi hijo compartía habitación con otros tres elementos, pero ellos dicen que no se dieron cuenta de su ausencia, sino hasta el día siguiente, con el pase de lista. Aún así, nunca me notificaron nada”.
Juan no fue el único policía federal acuartelado en ese hotel, que desapareció esa noche. El agente Juan Luis Lagunilla García, hospedado en una habitación distitna, corrió la misma suerte. Sus compañeros de habitación tampoco reportaron su ausencia.
“Yo me fui a Nuevo León inmediatamente, para buscar a mi hijo. Llegué el día 22 de febrero, es decir, al tercer día de su desaparición, y al llegar me di cuenta de que los mandos de la Policía Federal no habían investigado nada, todo lo contrario: los habían dado de baja, por ‘abandono de trabajo’…
“Ahí yo tuve una pelea muy fuerte con el comandante del destacamento, porque uno abandona su trabajo cuando ya no vuelve para su siguiente jornada laboral, pero en el caso de mi hijo la jornada era constante, él estaba comisionado en Nuevo León las 24 horas del día y los siete días de la semana, y era responsabilidad de la Policía Federal controlar la ubicación de cada uno de los agentes de esa comisión, no existe el ‘ya me voy, al ratito regreso'”.
Gracias a esa disputa inicial, la decisión de darlos de baja fue revertida y, hasta la fecha, Juan es reconocido como elemento de la Policía Federal.
No obstante, destaca su mamá, aunque se le reconoció como desaparecido, la corporación no hizo nada por dar por su paradero en esos primeros días.
“Primero me dijeron que mi hijo se había ido de borracho, que se había ido a un bar, que había estado con una muchacha, y que seguramente, al salir, los ‘levantaron’. El comandante del destacamento incluso me dijo que había visto los videos de seguridad del bar, en los que aparecía mi hijo… Pero todo eso era mentira: el bar no tenía cámaras de seguridad y, de hecho, el establecimiento ni siquiera era como él lo describía”
Días después, el mismo comandante de la Policía Federal informó a la señora Patricia Manzanares que un “halcón” había revelado que Juan estaba retenido, en una casa de seguridad de Saltillo, Coahuila.
“Según ellos (los policías federales), arman un operativo para ir a rescatarlo a Saltillo. Se van, y media hora después, los vehículos regresan, y me dice el comandante que Saltillo está muy caliente, y que si entran podían matarlos…”
Un día después, cambia la versión: “Viene el comandante y me dice que un compañero vio a mi hijo salir del hotel.
Ese policía dijo que vio a mi hijo ir por una recarga de celular al 7 Eleven que estaba en la esquina, hasta describió las ropas que supuestamente vestía… Ese policía, sin embargo, en estos cinco años, se ha negado a rendir declaración ministerial. Todos sus demás compañeros ya declararon, pero él no, la Policía Federal ha hecho todo para no presentarlo”.
Además, subraya la señora Patricia, el informe de este agente a sus mandos “no tiene ningún sentido: todos los policías del destacamento habían recibido teléfonos de la compañía Nextel, con planes de tiempo ilimitado, esos teléfonos se los dio la misma Policía Federal, así que no necesitaba mi hijo salir por ninguna recarga… la declaración de ese policía es falsa, incluso la ropa que dice que llevaba, yo la tengo. Esa ropa estaba entre sus pertenencias, que quedaron en su habitación”.
–¿El hotel en el que estaban acuartelados su hijo y el resto de los policías, tenía cámaras de vigilancia? –se pregunta a la señora Patricia.
–Sí, pero nunca pidieron esas imágenes, y se perdieron. Pero eso no es todo: oficialmente los muchachos estaban acuartelados en el hotel, pero no había ningún control del personal, no había bitácoras de entrada o salida de elementos y no había agentes vigilando los accesos…
“Yo tengo una hipótesis –dice Patricia–: yo pienso que a mi hijo lo entregaron sus mismos mandos, al crimen organizado… el año 2011 fue muy violento en toda esa región, hubo muchas desapariciones y una guerra de cárteles. Y a mí, mi hijo me contaba que les daban distintos cursos en manejo de armas especiales, varias veces me dijo de esos cursos, y me platicaba del tipo de armamento especial que les enseñaban a usar, pero yo en ese momento no ponía atención a los nombres de las armas…
“Y ahora resulta que ninguno de esos cursos está inscrito en su historial. Yo estoy segura que mi hijo recibió esa capacitación en el manejo de armamento especial, porque él me lo contaba entusiasmado, cada vez que hablábamos por teléfono, cuando me platicaba lo que hacía y lo que aprendía, porque él ama su trabajo. Y a mí eso me parece extremadamente raro: compañeros de mi hijo me han confirmado que esos cursos sí se dieron, y que ninguno de los elementos recibió su certificado oficial, entonces, pienso yo que algunos de esos policías fueron entrenados, para entregarlos al crimen organizado”.
–¿Existen posibilidades de que Juan se fuera por voluntad propia? –se le pregunta.
–No –responde Patricia, tajante–. En la habitación de mi hijo quedaron todas sus pertenencias, incluida su cartera, su ropa. Su cuenta bancaria, en la que recibía sus quincenas, está intacta, no hubo ningún movimiento, no sacó dinero ni se hicieron compras… Él estaba muy enamorado, él desapareció un sábado, y se iba a casar con su novia el lunes… no, el no se fue. Él estaba en su hotel, acuartelado, y de ahí desapareció. No existe una sola evidencia de que mi hijo saliera por su propia voluntad”.
–¿Cuál es el estado de las investigaciones realizadas por las autoridades?
– Hay una investigación de la procuraduría de Nuevo León, una más de la Subprocuraduría Especializada en Delincuencia Organizada, de la PGR, y otra más, también en la PGR, en la Unidad de Búsqueda de personas Desaparecidas. De esas tres, la única que veo avanzar es la tercera: la Unidad de Búsqueda es la única que ha aceptado hacer que declaren los policías federales que ese día compartían habitación con mi hijo, y sus mandos.
–¿Y ellos han colaborado?
–Los policías federales ya están muy molestos. Dicen que nada más estoy chingue y chingue, que esa carpeta de investigación desde cuándo se tenía que cerrar, que qué es lo que quiero… Pues nada más quiero a mi hijo –concluye.